Por: Margarita Restrepo
Se ha conmemorado el aniversario 211 de nuestro Ejército, sin lugar a dudas una de las instituciones más queridas y respetadas por los colombianos.
Su carácter civilista y respetuoso del orden constitucional le otorga el respeto que merece. Valga hacer un paralelismo para evidenciar el talante del Ejército que se ha consolidado en nuestra República.
América Latina padeció el rigor de gobiernos militares que cercenaron de manera gravísima el régimen de libertades. Grandes escritores del conocido Boom Latinoamericano como Augusto Roa Bastos, Miguel Ángel Asturias, Mario Vargas Llosa y García Márquez escribieron célebres novelas donde plasmaron las arbitrariedades que sufrieron los pueblos sometidos por gobiernos regidos por brutales chafarotes.
El general Rodríguez de Francia en el Paraguay o Trujillo en la República Dominicana fueron descarnadamente plasmados en Yo el Supremo de Roa Bastos y El Chivo de Vargas Llosa, obras cuya lectura son imprescindibles.
Mientras las dictaduras eran algo normal en nuestra región, el Ejército colombiano marcó la diferencia. Hubo una sola mácula: el golpe de Estado que el general Rojas Pinilla le hizo a Laureano Gómez en 1953. Durante 4 años, Colombia sufrió una interrupción de su democracia.
Nuestros militares son hombres y mujeres de honor. Personas abnegadas que han entregado sus vidas al servicio de la Patria. Gracias a ellos, el terrorismo y el narcotráfico no ha podido ganarle la partida a nuestra sociedad.
La extrema izquierda, aliada natural de la guerrilla, desde hace décadas ha enfocado su acción política en destruir la reputación y la dignidad del Ejército y de sus integrantes. Su estrategia: cobrar venganza en los tribunales por las victorias que los militares han obtenido en el campo de batalla.
Es cierto que hay algunos casos aislados de oficiales, suboficiales y soldados que deshonraron su uniforme y defraudaron la confianza que la ciudadanía depositó en ellos al cometer delitos atroces, como son las ejecuciones extrajudiciales. Esas situaciones, como ha venido sucediendo, merecen ser castigadas con las penas más fuertes que contempla nuestra legislación penal.
Pero también hay que decir que son muchos los casos de militares injustamente procesados por la justicia por el simple hecho de haber cumplido su deber. Nuestro deber, por elemental solidaridad y gratitud, es el de rodearlos y acompañarlos exigiendo que cesen las persecuciones.
Soy oficial de la reserva de una de las Fuerzas. Esa experiencia me ha permitido conocer de cerca el alma de nuestros soldados. Su entrega, su coraje y su irrenunciable voluntad de servicio son admirables. ¡Me siento orgullosa de ellos!
Desde mi asiento en el Congreso de la República seguiré defendiendo al Ejército. Lo apoyo y lo aplaudo. Recuerdo con emoción desmedida los muchos momentos de alegría que hemos sentido todos los colombianos gracias a las acciones valerosas que han emprendido para enfrentar a los antisociales que atentan contra nuestra estabilidad democrática.
Que estas breves líneas sirvan para expresarles a los militares, desde el soldado más humilde hasta el comandante del Ejército mi respeto y gratitud, sentimiento que estoy segura albergan millones de colombianos que con emoción también celebran este aniversario más de la institución.