Por: Diego Calle Pérez
Aplica para todos los pueblos de la quebrada geografía nacional. Los pueblos muertos son aquellos que se tienen presentes solo en las campañas recientes. Pueblos que se recuerdan cada que hay tragedias o estafas de alcaldes mal intencionados. Pueblos que se dan a conocer por una toma guerrillera o por la siembra de marihuana. Pueblos que no les alcanza su presupuesto ni para atender los viáticos del alcalde. Pueblos donde para cancelar predial, es por una venta de propiedad o por una herencia por liquidar.
La situación de muchos pueblos en Antioquia, Cundinamarca o Boyacá es casi la misma. Las regalías que esperan cada año no son las mismas y otras veces es que ni esperan las regalías. Los préstamos que sirven para financiar obras públicas, incrementan los intereses como una deuda externa. El alcalde de turno en muchos casos no sabe a quién recurrir, si al gobernador de turno como lo que él representa, si echarle mano a un diputado para que le sirva de apoyo con un representante a la cámara y este a la vez con el ministro que necesita.
Los pueblos muertos no tienen parque principal que sea turístico, escasamente el templo parroquial se convierte en un llamativo arquitectónico, en otros la alcaldía tiene más estructura física que presupuestal. En algunos pueblos el alcalde es de los más populares, lleva cinco veces elegido. Otros se han podido reencauchar tres veces y otros pasan sin un gloria en la misa de doce.
Los pueblos muertos se destacan por eso, por ser pueblos muertos. No producen ni para su propio sostenimiento administrativo. Los concejales no se sienten motivados, ni van a sesiones porque ni les cancelan honorarios. El alcalde viaja en la ambulancia del hospital, porque ni tienen pacientes en urgencias. En los últimos treinta años el desplazamiento es masivo en algunos pueblos. No alcanzan a sumar entre cabecera urbana y zona rural más de tres mil quinientos. Casi o igual que puede superar una Institución Educativa en número de estudiantes en una ciudad capital.
Los pueblos muertos se convierten en descansaderos para algunos turistas y para los grupos ilegales. En la registraduria de los pueblos muertos es una hazaña un registro civil de nacimiento. Casi todas las maternas viajan a la capital o a un pueblo más central. Los médicos que llegan a ser el año rural se conforman solo en recetar y muchos pacientes llegan donde el señor de la botica que le tienen más fe en las recetas. En los pueblos muertos, las fiestas tradicionales se visten de gala esperando los turistas, que en muchas ocasiones, ni son los del propio pueblo, ni son los de la colonia que respalda y apoya el asilo de ancianos. Los pueblos muertos tienen algo muy particular, venden la misma cerveza que toman en la misma ciudad y muchas veces hasta más barata. En los pueblos muertos la comida es más casera en los hoteles y casas de albergue. Ese es un valor agregado muy destacado, pero para la familia que aprovecha su modo de subsistir, en un pueblo que no ofrece empleo ni para los propios residentes.
Los pueblos muertos no son tan muertos para muchos senadores y algunos candidatos a las alcaldías. En campañas como las que ahora comienzan se revive la historia de siempre. Al no quedar registrada en los diarios de la vida cotidiana se vuelve y se repite la dinámica de siempre. La política tiene esa dinámica. Llegan, endulzan, reparten, prometen, votan y todo sigue como hace cuatro años atrás. Los concejales salen elegidos como por derecho propio. El nuevo alcalde llega con sus secretarios de más confianza y los otros funcionarios salen de los que más aportaron y ayudaron en la nueva chanfaina.
Los pueblos muertos se mueren como por ataque epiléptico. A los pocos meses de posesionarse en el cargo el alcalde de turno y sus concejales empiezan los acuerdos municipales. Sin imaginarse en Planeación Nacional que existen estos pueblos, llega una solicitud para financiar el arreglo de una escuela, una carretera rural o para ampliar la casa de la cultura. Con los días llega el nuevo Gobernador a conocer sus resultados en las votaciones y de acuerdo al número de votos se puede dar apoyo a los presupuestos sin tener que ir a Bogotá. Cualquier parecido con nuestra realidad es pura coincidencia. Con el respeto que se merecen muchos candidatos. Es la realidad. No ocultemos más lo que sucede en nuestras comarcas. En Antioquia, Boyacá y Cundinamarca por ser los tres departamentos que más agrupan municipios muertos. Y que estos tres gobernadores que se cuiden del Procurador Ordoñez. Los tienen en la mira y empezaron por el de apellido Cruz, como el famoso chocolate nacional.