Por: Eugenio Prieto Soto
El territorio no es un dato físico ni neutral. Es el lugar en el que se despliega la vida y la cultura, y por lo tanto en él se expresan las costumbres, las necesidades y deseos y está consignada y actúa una memoria. Es por ello que la intervención sobre el territorio no es en ningún caso un decisión exclusiva de orden físico sino y ante todo, del orden social, político y cultural.
El territorio no es más un lugar al que se le aplican las nociones del desarrollo que se impone desde algún lugar de poder, sino uno de donde emerge el sueño, la vocación y las capacidades de sus habitantes, para hacerse así comunidad con los otros, copartícipes de lo que en él sucede, orgullosos de ser lo que son y de llenar de sentido su vida en cada barrio, en cada vereda.
El territorio debe ser ese lugar en el que se despliega con satisfacción la cultura y la vida. La gestión social del territorio debe partir de esa comprensión profunda, de un espacio que solo tiene sentido en tanto es la expresión de una comunidad participante y corresponsable. Es el espacio para el reconocimiento de la comunidad como sujeto de desarrollo.
Entendernos desde el diálogo ciudadano abierto, deliberativo -que es el mayor patrimonio de la sociedad-, a pesar de las diferencias, y justamente comprender y valorar las diferencias que al final son las que incluyen y enriquecen la vida en el territorio, en el barrio, en la ciudad. Vincular a la sociedad en todas las etapas del proceso administrativo: la planeación, presupuestación, ejecución, y control de lo público, propiciando la complementariedad y corresponsabilidad real desde y entre la democracia participativa y la representativa.
La Gestión social del territorio construye sujetos políticos, responsables de las decisiones sobre el territorio y hace del desarrollo, un asunto de todos. Traslada la disputa por los recursos a la sana competencia por los proyectos, exige incorporar los Planes de Desarrollo Local -PDL- al sistema municipal de planeación y crear el banco de proyectos en cada comuna para asignar partidas a proyectos de comuna. Viabiliza y establece niveles de proyectos en el banco de proyectos: Vereda, Barrio, Comuna, Corregimiento, Zona, Ciudad.
El énfasis en el desarrollo territorial -veredas, barrios, comunas y corregimientos-, significa la implantación de la democracia deliberativa que da paso a un gobierno de diálogos y acuerdos ciudadanos, una revolución democrática que busca relocalizar el desarrollo. Prioriza desde el poder de la gente, la toma de decisiones desde la base de la pirámide municipal.
Por ello, valiosos experimentos de innovación social y cogestión como el Presupuesto Participativo y las Jornadas de Vida y Equidad, advierten ya de unos riesgos, y arrojan unos aprendizajes para que hagamos los ajustes requeridos, de manera que la gestión social del territorio, el Programa de Gobierno y el Plan de Desarrollo, sean el sustento de un relato de ciudad en el que todos nos sintamos valorados, reconocidos como actores, artífices y protagonistas de la transformación social de nuestro territorios más inmediatos, más cercanos, los que son nuestro hogar.
Medellín tiene mayoría de edad política, ha sido y será ejemplo, estímulo y control para sus gobernantes. La gestión social del territorio ayudará a fortalecer la institucionalidad y los mecanismos de control, para que los recursos lleguen a la gente desde la legalidad, para que se avance cada día más en la transformación social de nuestros territorios, potenciando lo que ya es un desarrollo inmenso de esta sociedad, sobre los pilares de buen gobierno y sociedad participante, el cogobierno y la cogestión de lo público para la vida digna.