Por: Diego Calle Pérez
Sergio Fajardo empezó como alguien que refrescaba la política y la imagen acartonada del político de saco y corbata. Fajardo es actualmente prisionero del grupo empresarial antioqueño. Hizo trabajo de base, más nunca fortaleció el movimiento que lo presentó ante la sociedad y se avaló por un partido de alianza social indígena. La imagen impactaba, camisa manga larga y bluyín sin corbata.
Antioquia no puede girar en torno a la más educada. Las subregiones de Antioquia son un reflejo de su colonización, su movilización social y sus inversiones económicas. Cada subregión reconoce el municipio centro de comercio y actualmente se compiten por lograr un mejor reconocimiento. Un ejemplo es Turbo y Apartadó, Jericó y Andes, Santa Rosa de Osos y Yarumal, por citar algunos de los más representativos en Antioquia.
La estrategia de Sergio Fajardo se ha limitado a tocar el sentimiento popular con el tema de la educación, esa imagen de profesor que logra convencer al ciudadano que se está haciendo mucho en el departamento, poco sabia de las penurias de una casa de cultura y del deporte como programa bandera de anteriores mandatarios tanto de la capital y sus regiones.
Lo primero que generaron al llegar a la Gobernación fue un libro blanco, que no dejo de ser un absurdo plan de choque contra la tradicional política que desafían. Lo segundo, lograron implementar a su amaño y antojo, políticas de participación ciudadano sin tener muy presente el alcance que podrían desarrollar involucrando alcaldes de las distintas regiones del Departamento. Lo tercero, en su discurso que muchas veces no tiene nada novedoso, se limita a recontar el proceso de cómo empezaron con 50 amigos y esos amigos ni son los mismos y se han dividido en otras disidencias partidistas. Y en cuarto lugar, les está saliendo muy caro no haber relevado de sus cargos algunos de los tantos funcionarios que tienen más por amistad que por capacidad de gestión.
Para entender lo que hacen es bueno recordar sus inicios a principios de los años 2001 y 2003. No teniendo ninguna experiencia, ni manejo en lo público, se apropiaron con discurso de que el alcalde saliente era corrupto y derrochon. Llegaron ordenando capuchino y postre de tres leches para sus secretarios, sin medir costos y presupuestos. Ante el intenso ataque a la campaña del que consideran debe ser el sucesor, quieren convertir en teflón de campaña continuar con la más educada, desconociendo la deuda del departamento y la desorientación en su tradición agrícola y minera.
En su táctica del continuismo, asumen que todo es cuestión de bendecir al sucesor como si eso fuera palabra de Dios. Solo falta que disfracen a Federico Restrepo con crespos, como al mejor estilo de Oscar Iván Zuluaga fingiendo el sonsonete de Uribe.
Atrás quedan, Luis Bernardo Vélez, Federico Gutiérrez, quienes en su momento fueron escuderos de un proyecto que consideraron perduraría por ser concebido distinto en personas, pero muy similar a lo que tanto criticaban de la tradición clientelista. Hoy somos testigos de las diferencias conceptuales y amistosas de Alonso Salazar con el concejal Vélez Montoya y el candidato de “Creemos por Medellín” quien fue concejal abanderando los planes y programas de Sergio Fajardo, el más educado.