Por: Gustavo Salazar Pineda
Viajar es, en mi concepto, una de las más grandes y satisfactorias experiencias del ser humano y de los animales: placentera, sensual, gratificante, culturizante, terapéutica y más adjetivos puede decirse que resulta la práctica de conocer otros parajes y costumbres.
Viajar no es solamente un capricho, un arrebato, un pasatiempo, un lujo, un placer, etc. Viajar constituye, quién lo duda, la necesidad humana y animal seguida por la supervivencia, lo que significa que tiene un hondo contenido genético.
Ya se viaje a parajes cercanos o destinos exóticos y lejanos, viajar nos hace más humanos, más comprensivos, más tolerantes, menos neuróticos y menos psico-rígidos.
Recientes experimentos científicos han revelado que la experiencia viajera fortalece nuestro cerebro e incrementa las conexiones neuronales, lo cual nos hace ser más inteligentes, creativos, satisfechos y felices y contribuye a sanar ciertas enfermedades físicas y psíquicas, tan comunes en esta época demente, cibernética y robotizada.
Viajar está vinculado a la realidad de vida, al disfrute, a la felicidad y a un buen equilibrio emocional. Significa aplastar la rutina, salirse del cotidiano ajetreo inhumano y desgastante de las urbes modernas.
Salir de vacaciones responde a la necesidad de cambiar ciertos hábitos, de establecer en nuestras vidas cambios profundos que faciliten tomar decisiones que nos ayudan a un mejor bienestar y una alta calidad de vida.
La experiencia viajera, no la turística, programada y consistente en pasar en un hotel lujoso de un país lejano varios días sin relacionarnos con su entorno, gentes y paisajes, aporta beneficio para la libertad, la tranquilidad y la seguridad individuales. Viajar mejora nuestros comportamientos, nuestros sentimientos y equilibra nuestras emociones.
Y no ha de imponerse como pretexto para realizar un buen viaje motivos económicos, ya que en muchos países se invierte más en fiestas, rumba y alcohol que en la actividad turística. Se trata, ante todo, de ser metódicos, ordenados y previsores con los recursos económicos, así sean ellos limitados.
Existen múltiples trucos para viajar bien y barato, por vía de ejemplo: utilizar bajas temporadas, días especiales como martes, evitar ir a un lugar donde se celebre un acontecimiento o fiesta regional, o hacerlo con mucho tiempo de antelación; también utilizar las aerolíneas de bajo costo, que son algunas excelentes y que, aun cuando limitan el exceso de equipaje, lo que es a veces saludable dada la mala educación de nosotros los latinos, que confundimos el hacer maletas con el trasteo, especialmente por parte de algunas damas.
Igualmente, en estos tiempos de devaluación de la moneda de algunos países latinoamericanos y la revaluación del dólar y el euro, se requiere una buena programación a fin de poder conocer y visitar destinos considerados potencias mundiales de turismo como Italia, Francia, España y Estados Unidos.
No crea el lector que Colombia es un país barato; está considerado como uno de los destinos costosísimos a pesar de su escasa fortaleza y capacidad en cuanto a la estructura turística que exige las autoridades mundiales que regentan la actividad turística.
Vivir y viajar en Colombia es muy costoso si se compara con el poder adquisitivo de nuestros compatriotas. De allí que sea necesario madrugar, buscar y encontrar países que con un bajo presupuesto nos permitan unas gratificantes vacaciones. Un joven antioqueño escribió un excelente libro titulado Viajando con papel higiénico, cuyo contenido es muy importante como guía de un viajero con recursos económicos limitados. Existen países como Tailandia donde se come bien y se consiguen habitaciones dignas de un viajero medio por 5 dólares cada una.
En mi concepto el sueño y la experiencia de viajar constituye a la vez un reconfortante físico de hombres y mujeres y contribuye al mantenimiento de una buena figura. Este punto de vista permite deducir que aquellos que se desgastan manteniendo su figura en un gimnasio pueden reemplazar tal actividad por un buen viaje con la seguridad que los beneficios de visitar una agencia de viajes o adquirir los tiquetes vía internet les aportará más alegría que las endorfinas producidas en los spa u otro sitio dedicado al culto y mantenimiento del cuerpo. Pruébenlo hombres y mujeres, verán que este columnista no exagera en tal apreciación.
El viajar también mejora y fructifica las relaciones de amor y de amistad. Cuando viajamos nos conocemos más a nosotros y a los demás y en esa medida nos sirve para entablar buenas y gratificantes relaciones de pareja o de amistad.
Que el viajar es una necesidad biológica, genética, tendiente a mantener y mejorar la especie lo prueba las migraciones de miles de kilómetros de las aves, las ballenas y en especial los peces, entre los que se destacan los salmones, que nadan contra la corriente y su carne es especialmente apetecida por su sabor y gran poder alimenticio.
Científicos israelíes encontraron en el organismo humano la llamada dopamina DRD4, considerada el gen del aventurero, lo que puede explicar por qué hay personas que aman el paracaidismo y otras actividades consideradas de alto riesgo como el automovilismo, que conducen a la novedad y la asunción de riesgos y conductas aditivas al peligro. Al menos la quinta parte de la humanidad es portadora de este germen genético.
Es importante aclarar que la práctica viajera del latino es un tanto equivocada, pues asociamos viajar con comprar. La ecuación viaje-compras es en el trópico lo que hombres y mujeres entienden por turismo y viajes, lo que permite que en ocasiones un desplazamiento o un viaje nos resulten frustrantes, ya que el comprar aporta, como las drogas, una sensación de placer y de satisfacción temporal y efímera. El gozo y la felicidad de un buen viajero tienen un amplio ámbito temporal y pueden recordarse con alegría viajes realizados incluso muchas décadas atrás, como ocurría con nuestros abuelos y padres que contaban sus viajes a los nietos e hijos con una gran felicidad, sin importar que ellos hubieran ocurrido en su juventud.
Todo lo dicho en este artículo prueba una vez más lo afirmado por el escritor alemán Arthur Schopenhauer, en el sentido de considerar en el ser humano más importante lo que se vive que lo que se tiene. Lo que es un individuo tiene primacía con sus posesiones materiales. El rico no es necesariamente el más feliz. Lo hijos del hombre más rico del mundo en el siglo XX, Aristóteles Onassis, lo han probado hasta la saciedad.
Los expertos en la conducta humana se han encargado de demostrarnos que la gente obtiene una felicidad más duradera de sus experiencias que de sus posesiones, lo que se vive es, por lo tanto, el camino más efectivo y esencial hacia la verdadera satisfacción.
Es probable que miles de millonarios en el mundo, entre los que se cuenta Donald Trump, el arrogante candidato presidencial de los Estados Unidos, no lo intuyan o no sepan, pobrecitos ellos.
Viajar es un gran remedio para el alma, así Juan de Dios Peza haya dicho otra cosa en fu famosa poesía “Reír llorando”, en la cual el lúgubre personaje Garrik no encontró en la ida a Inglaterra un paliativo para sus pocas ganar de vivir en los viajes.
Así es que, estimado lector, haga sus maletas y realice sus sueños con la seguridad que su cuerpo y su alma se lo agradecerá.