Gustavo Salazar

Por: Gustavo Salazar Pineda

En los tiempos en que este escritor era un escolar existía un pequeño libro donde nos ilustraban acerca de España.   En esos tiempos España era para nosotros los latinoamericanos especialmente Castilla. En aquel viejo y amarillento librito se concebían dos Castillas:   la vieja y la nueva.   Fue en la década de los setentas con el advenimiento de la democracia y la instauración de la Constitución del 78 cuando se replanteó el mapa de España y en ella se plasmaban las autonomías, compuestas por comunidades.   Desaparecieron entonces las castillas que aludían a la vieja y a la nueva y en su lugar pasarían a llamarse Castilla La Mancha y Castilla León.

Para los colombianos, particularmente para los antioqueños, Castilla hace parte esencial de nuestras vidas.   No obstante que por nuestra región vinieran vascos, andaluces y los conquistadores fueran de Extremadura, el idioma, la religión, las costumbres y el paisaje nos hace profundamente castellanos.

Con el nombre de Madre Patria hemos conocido este amplio territorio del sur de Europa, limítrofe con África, aglutinada en esa grande y hermosa nación que es España, de la que se desprenden varias regiones que son especialmente distintas unas de otras.   Andalucía, el País Vasco, Cataluña y las dos Castillas constituyen las más sobresalientes nacionalidades de la España moderna en la que los vascos y catalanes desean desde hace mucho tiempo su independencia.

Es pretencioso escribir en unas cuantas cuartillas acerca de uno de los más bellos, encantadores y alegres pueblos del mundo. Hubo franceses célebres, entre los cuales destacan Teófilo Gautier, Víctor Hugo, Saint Simón y Beaumarchais, de siglos anteriores, que quedaron embrujados con la geografía, gentes y costumbres de la sinigual España.

Hasta los poco emotivos norteamericanos tuvieron entre los suyos a personajes enamorados de las tierras ibéricas.   Washington Irving y Ernest Hemingway amaron a España con sus encantos.   El primero quedó cautivado con el imponente palacio árabe de los reyes Nazaríes, hoy patrimonio arquitectónico de la humanidad.   El último gozó durante un tiempo de España y de su fiesta brava de los toros. A Hemingway, Pamplona y toda España lo cautivaron en vida.

El gran compositor mexicano, Agustín Lara, soñó con España y le compuso temas como Granada, que hacen parte de nuestra cultura musical latinoamericana.

Pocos escritores de la américa india concibieron páginas más hermosas sobre España, que nuestro gran escritor Eduardo Caballero Calderón, en su obra magistral, amena y apologética del país ibérico, titulada Ancha es Castilla.

Nuestro coterráneo ex embajador en España, el diplomático y escritor antioqueño, Alberto Velásquez Martínez, aprovechó su ciclo de empleado de la Cancillería para escribir bellas y sentidas páginas sobre este gran país.

Pocos españoles más descriptivos de la belleza y la creatividad del paisaje español como Azorín y Miguel de Unamuno. Hasta la hermana de nuestro gran escritor antioqueño, Tomás Carrasquilla, Doña Isabel, legó a los suyos y a los buenos lectores páginas hermosas que describen la magia, encanto y alegría de las tierras hispánicas.

Volúmenes enormes podrían escribirse sobre las distintas ciudades y los encantadores pueblos de España.

De la alegre Madrid, de la cosmopolita Barcelona, de la legendaria Toledo, de la encantadora ciudad de Segovia, del pueblo andaluz y su bullanguera forma de vivir, de la alegre San Sebastián, de la religiosa Ávila, nos hemos contagiado quienes hemos tenido el privilegio de visitar esta tierra mítica de la que provienen nuestros antepasados.

¡Cómo nos parecemos física, psicológica y culturalmente nosotros los latinoamericanos y en particular los colombianos de los andes al pueblo español! Es apenas lógico y elemental que seamos herederos de un pueblo multirracial, cuya mezcla tiene entre su sangre fenicios, celtas y decenas de razas del mundo entero.

Dos ciudades condensan, en esencia, el alma española:   Madrid, con sus empleados y sus gentes dispuestas a gozar la vida más allá de los horarios habituales de otros pueblos.   Bien se ha dicho que la capital española parece no dormir nunca. Barcelona es una ciudad cosmopolita, cercana a Francia y con un aire mucho más europeo que el de Madrid.   Sus gentes nativas en su mayoría proveniente de otras regiones de España son muy trabajadoras y ahorradoras.

La Barcelona moderna es una verdadera torre de Babel con gentes de mil raleas y distintas lenguas, más juvenil, más moderna y más descomplicada que Madrid.

El pueblo andaluz, el gran pueblo del sur de España con rasgos moros y con bellas como sensuales mujeres, especialmente de Sevilla, Córdoba y Granada, tiene mucho de parecido al hábitat de la costa atlántica colombiana y de la región paisa.   Amable, poético, alegre y siempre dispuesto a gozarse la vida, es el habitante de esta vasta y hermosa región sureña española, cuya música flamenca y vestimenta multicolor representa el tópico de España para el mundo.

Pocos países hay en el mundo que cautiven más al viajero que España.   Única, singular, espléndida, alegre, acogedora es esta hermosa nación europea.

Hay ciudades hermosas en el mundo pero frías como Londres; elegantes y majestuosas, pero agobiantes y difíciles de habitar en ellas como París.

Pero las villas y los pueblos de España lucen alegres, acogedores y embriagantes.   Puede el viajero regresar cuantas veces quiera y siempre encontrará un lugar, un rincón, un lugar nuevo para descubrir.

España se torna misteriosa, multiforme y acogedora cada vez que se la visita, allí no nos sentimos extraños.   Bien dice en su libro Eduardo Caballero Calderón, que cuando se pisa España por parte de un iberoamericano, tenemos la sensación de volver, no de estar en ella por primera vez.

Poco importa la aridez como triste de la tierra castellana, especialmente La Mancha.   Ella nos cautiva y nos invita a la calma y tranquilidad del alma.

Además la cocina española es tan amplia como apetitosa. La comida castellana, la valenciana, la vasca, la gallega y hasta la catalana tiene pocas rivales en el mundo.   Gustosa y saludable como es la comida mediterránea, la española es una de las más apropiadas y gustadoras para nosotros los colombianos tan monótonos en las artes culinarias.

De la música española podrían también escribirse muchos tomos.   De la literatura y la poesía basta apenas mencionar el gran Cervantes con su obra genial El quijote o los Cantares de Antonio Machado, musicalizados con maestría por Joan Manuel Serrat.

España es la otra madre de la que se nos habla desde niños y que cuando logramos visitarla y conocerla la llevamos para siempre en nuestros corazones y almas.

Malnacidos hay por estas tierras que reniegan que haya sido España nuestra conquistadora.   De mi parte pienso que fue lo mejor que puede habernos pasado. La lengua hermosa de castilla, la alegre música de los ibéricos, la extraordinaria literatura, la poesía y las costumbres de la Madre Patria no tiene rival en nación alguna del mundo.

¡Viva España y olé!