Por: Gabriel Zapata Correa

En medio de una gran expectativa, por las ilusiones que han generado sus propuestas de Gobierno y también por la incertidumbre que han despertado sus implacables enemigos, asume mañana como nuevo gobernador de Antioquia, el experto educador y ex alcalde de Medellín, Luis Pérez Gutiérrez.

En realidad no podemos tapar el sol con las manos. El candidato debió afrontar una guerra desigual e infame durante la campaña, fundada en especulaciones y acusaciones falsas, que buscaba inclusive afectar su honra y su dignidad, con el ánimo de desdibujar su imagen y de generar en la opinión pública una reacción negativa que favoreciera los intereses del candidato del gobernador saliente y de quienes aportaban el respaldo económico. Esta verdad no la puede negar nadie.

Hay que reconocer que el candidato no se dejó llevar al plano de la indignidad. Jamás respondió una sola ofensa. Ni una palabra. Continuó con su trabajo serio, recorriendo los municipios, dialogando con los alcaldes y los candidatos a la Asamblea, alcaldías y concejos. Luis Pérez dio la batalla valientemente donde debía ser, con paciencia y dignidad, mientras en Medellín y desde la gran capital y los grandes medios se orquestaba la campaña de la imfamia. Pero se impuso el honor al poder del dinero. Y Luis Pérez ganó inobjetablemente, pese a todos los atropellos.

El resultado de las urnas es una lección clara: La voluntad popular no se vence con el poder del dinero. La voluntad del ciudadano decente no cede fácil ante la influencia desbordada de los grupos económicos, derrotados en las calles de los barrios, en las comunas, en los sectores populares y en los pueblos. No es nada despreciable que Luis Pérez hubiera ganado en 110 de los 125 municipios de Antioquia, y que el candidato del gobernador y del conglomerado económico que lo respaldaba, solo hubiera ganado en San José de la Montaña. Más claro no puede ser el resultado en las urnas. ¡Se impuso la voluntad de la decencia de Antioquia!

El desarrollo de la campaña, y la victoria contundente de Luis Pérez deben dejar al menos las bases de una discusión abierta, en beneficio de la política: ¿Deben los grupos económicos tratar de influir de tal manera en la política, hasta el punto que puedan imponer candidatos de su gusto, o vetar a quienes no son de sus empatías? Entre otras cosas, no es bueno para la democracia que lo grupos económicos se casen siempre con los mismos candidatos, en detrimento de la alternatividad del poder, uno de tantos beneficios que nos ofrece la democracia.

Al margen de esta discusión, que se debe dar más temprano que tarde, tampoco podemos negar que el triunfo de Luis Pérez ha despertado una gran esperanza en el Departamento. Los alcaldes que entregan y  quienes llegan han expresado que quieren un trato diferente para sus municipios, que parta de la equidad, del respeto y de la presunción de que la plata no se va a perder, de que va a llegar a la comunidad.

Durante su campaña por los diferentes municipios de Antioquia, el candidato Luis Pérez logró tal cercanía con la comunidad, que se ganó su confianza y afecto. Su victoria y la alegría de las gentes de bien reflejan la esperanza de un cambio en el estilo, en el trato y en la osadía de las propuestas que han caracterizado a Luis Pérez.

Luis Pérez es un educador en esencia. Las ideas que ha puesto sobre la mesa le han abierto las puertas del Ministerio de Educación. En infraestructura pondrá a Antioquia a la vanguardia en el país. No es un mero slogan decir que Luis Pérez piensa en grande. Como alcalde de Medellín fue el primero en emprender obras como las del Metrocable. No hay duda que con Luis Pérez, Antioquia será un departamento grande, de avanzada, que piensa en las regiones y que recuperará su vocación agrícola.

Una buena lección para la política, la llegada de Luis Pérez a la Gobernación. Y el renacimiento de una esperanza verdadera.

Luis Pérez asume mañana como Gobernador gracias a su persistencia y a que no se dejó doblegar por la bajeza de sus enemigos. Nada mejor que recordar aquella frase de Winston Churchill:

«Nunca llegarás al final de un viaje si te paras a tirar piedras a  cada perro que te ladre».