Fabio Humberto Rivera

El Papa visitó África y cuestionó desde allí la injusticia, la desigualdad, la poca solidaridad de Occidente y la concentración de riqueza, pero el mundo seudo intelectual armó un debate alrededor del condón.

El Pontífice mostró desde el continente africano la extrema pobreza en que viven 940 millones de personas, no obstante los seudo científicos se sintieron heridos por ser cuestionados en la eficacia de la salud pública para prevenir el SIDA.

 

¿Dónde están los científicos que durante 30 años han buscado la cura para el SIDA? ¿Dónde está la vacuna que lo evita? ¿Dónde están los medicamentos de bajo precio que la mejoran? ¿A qué le hacemos el juego? ¿A las empresas farmacéuticas las cuales a expensas de la enfermedad se han enriquecido de manera vergonzosa?

 

El Jerarca de la Iglesia Católica denunció que en África, 350 millones de personas se acuestan todos los días con hambre, que 470 millones no cuentan con agua potable, que 80 millones de niños no van a la escuela, que miles de menores de cinco años mueren diariamente de física hambre, de desnutrición crónica.

 

Pero ésto no le interesó a los medios, a los científicos, a los intelectuales, a los dueños del poder económico, al G-20, al G-8.

 

Al mundo sólo le interesó el cuestionamiento a la eficacia del condón para combatir el SIDA, sin reconocer la existencia de 42 millones de contagiados con el VIH en África.

 

Por supuesto que es más fácil crear una cortina de humo hablando del condón que hacer las inversiones requeridas para combatir la injusticia, la desigualdad, la inequidad, el atraso, el subdesarrollo y la miseria en la que viven millones y millones de seres humanos ante la mirada insensible e insolidaria de los países que lo tienen todo y que, además, en su afán de concentrar riqueza, son los responsables de la grave crisis económica que vive el planeta.

 

Podemos ser católicos o no, profesar o no la fe cristiana, querer o no al actual Papa, compartir o discrepar de sus posiciones, pero lo que no deberíamos hacer es esconder lo que se quiso mostrar con la visita del Pontífice a un continente que necesita con urgencia el reconocimiento mundial y cuantiosas inversiones que mejoren su calidad de vida, combatan la desigualdad, acaben con la desnutrición.

 

Los africanos necesitan alimentos, agua potable, educación, políticas de equidad, acceso a salud.

 

Los africanos esperan y necesitan más del mundo, pero el mundo decide enfrascarse en una discusión sobre la eficacia del condón. Qué tristeza, qué miopes somos, a qué insolidaridad hemos llegado.

 

Claro que “si por allá llueve por acá no escampa”. América Latina también debe acabar con la pobreza, como se lo propusieron desde hace 50 años, instituciones como el BID y la mayoría de gobiernos, sin lograrlo.