Por: Rubén Darío Barrientos
Esta frase fue pronunciada hace unos 17 años por David Wigoda. La recuerdo, en letras de molde en la Revista Dinero. A la sazón, oficiaba como Gerente general de la A.R.P. Suratep S.A. y venía de una carrera encumbrada, habida cuenta de que su anterior cargo fue el de modesto subgerente de tesorería en Suramericana de Seguros. No perdamos de vista que Suratep había alcanzado el logro de ser la administradora de riesgos profesionales privada con mayor número de afiliados en Colombia. La tarea de Wigoda fue rimbombante: aminorar la accidentalidad de las empresas, creando una nueva cultura. Todo un rey. Su gran preocupación era “la gente”.
Este ingeniero civil con maestría en finanzas, fue calificado por los analistas económicos, como uno de los más rutilantes ejecutivos para el futuro del GEA. Pero en el 2004, Wigoda hace un quiebre, renuncia y decide meterse a su propia empresa: Factor Group, una compañía de factoring. Los negocios que empezaron a sonar eran contratos ganaderos a término y se filtró que existía una inexistencia de semovientes transados. La noticia se conoció, después de que hubo intervención de la Superintendencia de Sociedades (que buscó la reorganización de Factor Group): se inició la búsqueda de 40.000 reses por todo el país. Los pasivos eran la lacra de esta firma, que la hacían inviable. Se veía venir la hecatombe.
Todo se daba antes de que estallara el polvorín de Interbolsa. Lo curioso es que Wigoda logró silenciar a los medios por unos tres años, seguramente con mermelada. Los afectados lloraron al saber que se arremolinaban los delitos de captación masiva, estafa y falsedad de documentos. El pasmo era total entre la ciudadanía de esta ciudad y, por supuesto, entre el empresariado. Para todo el mundo era imposible que Wigoda fuera el epicentro de un escándalo de esta magnitud. Y en este pandemonium, estaban también incursos: su esposa, su hermanita y tres funcionarias de su confianza.
La Superintendencia de Sociedades le declaró la muerte comercial a David Wigoda. Le espetó calificativos de defraudador, irresponsable y tumbador. Luego se supo que estaba en Israel, donde se reunió con su esposa e hijos. Antes, la pareja había tramitado la separación de bienes en Bogotá, donde Wigoda de forma sospechosa le entregó casi todo su patrimonio a su cónyuge. Los 1.500 tumbados, aproximadamente, conocieron que nunca Wigoda regresaría al país y les retumbaba la frase del ingeniero de origen judío, de que Factor Group era un negocio altamente lucrativo.
Este martes, se conoció que un juez dictó medida de aseguramiento contra Wigoda y su esposa, por el descalabro de Factor Group. Se va a solicitar expedición de “circular roja”. Ya los apoderados de Wigoda, para variar, interpusieron recurso de apelación contra la medida y ahí se irá el resto del año. Él decía que su preocupación era la gente. Sí, la gente que tumbó luego. Y que su padrino era “el doctor Resultados”. Sí, un tumbis con eximios resultados para sus apetitos malhadados. Las perspectivas que veía el GEA, se pulverizaron ante semejante delincuente de cuello blanco. Yo me acuerdo que en la época de Suratep era el hombre de moda para llegar al pináculo.
Su mayor estafa fue defraudar, valiéndose de ser un exempresario duro del GEA. Se supo vender y crear la ilusión de que un hombre de esta talla era prenda de garantía. Fugitivo, Wigoda demuestra que no todo lo que brilla es oro. Y que en nadie se puede confiar hoy por hoy. ¿Quién será el próximo Wigoda?