Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría
En un país nada acostumbrado –mejor, nada educado-, a que personas que desempeñan cargos públicos y privados renuncien a estos cuando sus comportamientos, en esa condición, abiertamente transgreden normas legales, no deja de sorprender que la semana inmediatamente anterior se hayan presentado tres renuncias: la del director de la policía, general Rodolfo Palomino; la el viceministro del Interior, Carlos Roberto Ferro Solanilla; y la de la directora del programa radial La F. M. de RCN, Vicky Dávila, por cuenta de una subrepticia grabación hecha por un tal Angelo Palacios, que supuestamente daba cuenta de una organización de tráfico sexual que existía al interior de la Policía Nacional. Semanas atrás se había producido la del Defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora, ya en esta ocasión por un presunto acoso sexual, en el que se incluían mensajes escritos y fotografías bastante explícitas. Todas estas renuncias tienen un denominador común: y es que todas se dieron o se suscitaron por un asunto sexual de por medio. Dos de los protagonistas por hacer parte de él (Ferro y Otálora); un tercero, el general Palomino, que nada tiene que ver; y una cuarta, la señora Dávila, porque delictiva, malintencionada, descarada, vulgar y rastreramente lo dió a conocer. Y digo que sorprende porque en este país, aún los encontrados culpables judicialmente, se aferran a sus cargos, les cuesta trabajo apartarse de los mismos, aun obligándolos la ley, y dicen haber sido hallados responsables injustamente, lo que también, en muchos casos, en cierto.
En el caso en cuestión, dos de esas renuncias era lo menos que se esperaba de quienes las realizaron, eso sí, las ofrecieron luego de que el mundo se les vino encima. Me refiero a Vicky Dávila y a Jorge Armando Otálora. En el caso de la primera, no me cabe duda que la en buena hora puntual y necesaria crítica del Presidente de la República, fue lo que desencadenó su renuncia. Otálora, con el presunto acoso sexual de por medio, no podía hacer otra cosa.
Lo ocurrido deja varias cosas al desnudo, literalmente. Que la prensa en Colombia hace lo que le da la gana, que tiene autorización no se de dónde ni de quién para decir lo que quiera de la gente, se siente autorizada para despotricar y lo peor, en este caso, para someter a la siempre inescrupulosa opinión pública asuntos que son, por donde se le mire, de la total y absoluta privacidad e intimidad de quien o quienes participan en ellos; nada, absolutamente nada, ni siquiera el haber sido víctima de unas interceptaciones ilegales por miembros de la policía, autorizaban a la señora Dávila a publicar el famoso video que le costó a uno de quienes participan en él, la renuncia a su cargo es lo de menos, un desprestigio generalizado, y lo más grave, ojalá que no, la alteración de su vida familiar, en la que hay hijos menores de por medio. Pensó en esto la señora Dávila? Evidentemente que no. De nuevo, algún sector de la prensa se siente autorizado para ser ese juez implacable que condena severamente y sin juicio previo a quien, por la razón que sea, realizó determinados comentarios y echarlo luego, cual circo romano, a que las fieras (algunos sectores sociales) se lo comieran vivo.
Otro asunto que queda al descubierto es el de que las renuncias, aparte de ser la primera y condigna sanción de quien infringe las normas legales, no sirve para nada. Sabido es que la ley es clasista y que ciertos personajes logran salir indemnes de su ilegal proceder, especialmente si están vinculados a la clase política, económica o periodística, estos últimos más inmunes que todos. Salvo casos como el de la Negra Candela, que fue condenada penalmente por divulgar un video íntimo de la actriz Luly Bosa, poco o nada sucede con los periodistas que “se salen de madre” en el ejercicio de la delicada y responsable labor que ejercen.
En ocasiones, a la renuncia de alguien le sucede otro personaje más oscuro que el anterior que continúa con iguales o peores prácticas. Qué ha sucedido con las pocas renuncias que ocurren en este país, han mejorado las instituciones que antes representaban? Han cambiado los vicios que originaron la dimisión? Aclaro que me refiero a aquellas circunstancias en donde el protagonista del escándalo que lo que lleva a la renuncia claramente refleja un comportamiento contrario a sus deberes y por lo mismo a las normas que gobiernan su actuación.
Para la provisión de determinados cargos se hace necesario un estudio mucho más a fondo en el que primen factores distintos a los meramente politiqueros, rosqueros y familiares. Pero desafortunadamente esto nunca pasará, se cree que con una renuncia se resuelve todo, ni el episodio momentáneo se resuelve, pasa este y viene otro de más envergadura y así sucesivamente, así viene ocurriendo hace muchos años y así seguirá pasando. Ya verán que en unos pocos días o semanas se estará hablando de otro escándalo, vendrá otra renuncia y nada más. Después, alistarnos para el otro.