Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría
Definitivamente hay tradiciones políticas y jurídicas y de otra naturaleza ajenas que no se pueden importar so pena de cometer errores, algunos irreparables, como ha sucedido en nuestro país y en otros de América Latina con la reelección presidencial y la implementación de sistemas penales de tendencia acusatoria.
En lo relativo a la en mala hora implementada reelección presidencial se ha dicho que los segundos mandatos no han sido nunca buenos. La modificación de un “articulito” de la Constitución no ha sido una buena experiencia entre nosotros. A Uribe, que un fue buen mandatario, que era el que en ese momento necesitaba el país para poner en orden algunos asuntos, especialmente el de la seguridad y con ella la confianza, la tranquilidad y la inversión extranjera, le han achacado la ocurrencia de episodios de ingrata recordación como el de las chuzadas y el de los falsos positivos, que tienen a algunos de sus funcionarios en la cárcel y a otros huyendo, sin perder de vista que la persecución penal que contra muchos de ellos se emprendió tiene claros tintes políticos y de revanchismo contra el mismo Uribe. Para decirlo en términos claros, lo malo que ocurrió en este gobierno fue en el segundo período.
Por su parte, al actual gobierno no le está yendo muy bien que digamos: corrupción en Reficar, altos índices de desempleo, pobreza (aunque el presidente Santos salió a decir, muy tieso y muy majo, que el 70% de la población en Colombia hacía parte de la clase media), mermelada a diestra y siniestra, la enorme posibilidad de un racionamiento de energía, la reforma tributaria que se avecina, el mal llamado proceso de paz, la reciente decisión de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, (sumada a la que había tomado en 2012), entre otros aspectos, tienen al actual mandatario contra las cuerdas. La mayor parte de esta debacle ocurrida para hacerse a un segundo mandato y/o durante su segundo mandato.
La presidenta de Chile, Michele Bachelet, que terminó su primer período con una popularidad cercana al 90%, ahora en su segundo mandato (en este país del cono sur existe la reelección no inmediata), tiene todos los problemas que uno se quiera imaginar, todo por cuenta del embeleco de la reelección. Y así sucesivamente con varios presidentes de Suramérica. Y muchos de los inconvenientes que han tenido es exclusivamente atribuible a la reelección, con un aditamento: muchas de ellas han sido conseguidas mediante corrupción o por medio de mentiras. No es sino recordar lo ocurrido con el inefable George W. Bush (que según una encuesta reciente es la persona más detestada del mundo), que para poder hacerse de nuevo con la presidencia de su país tuvo que inventar que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva para poder invadirlo y que representaba un peligro para el mundo y particularmente para los americanos. Y eso que este país tiene una fuerte tradición en materia de reelección presidencial. O qué tal la mermelada que aquí se tuvo que repartir con el mismo fin y dizque criticando lo de Yidis Medina.
Lo propio hay que decir con los sistemas penales acusatorios que se vienen implementando en estas latitudes. Se creyó que importando estos sistemas de enjuiciamiento criminal se resolvería, en mucha parte, el problema de la delincuencia, por lo menos en términos de que se facilitaría el procesamiento de la clientela de la justicia penal, porque se pensaba que por lo menos el 90% aceptaría el delito o preacordaría su culpabilidad con la fiscalía, pero resulta que es a la inversa: es la minoría la que decide aceptar el delito, lo cual, a todas luces, al no haber sido previsto, ha traído no pocos problemas, a los que habría que sumarle los crónicos que tiene la justicia: corrupción, impunidad, procesos que duran años, ineficiencia, algunos funcionarios con falta de experiencia y conocimiento.
Si en países que tienen tradición y cultura en estas materias se ven en calzas prietas, qué podrá decirse entre nosotros que apenas estamos aprendiendo y experimentando.
Debiéramos dejar de importar instituciones que lo único que hacen es empeorar la de por sí difícil situación que vive este país y dedicarnos a cultivar nuestras instituciones, que bien o mal son las que tenemos y han funcionado.