Patricia Torres

Desde épocas pasadas, el ejercicio del periodismo se debió más a un asunto de vocación, de intelectualidad, de interés por las letras y la política, que a una real forma de subsistencia.

Cuando el 9 de febrero de 1791, el cubano Manuel del Socorro Rodríguez de la Victoria, puso en circulación el “Papel Periódico” de Santafé de Bogotá, primer semanario en la historia de Colombia, se creó una cofradía de intelectuales de la talla de Antonio Nariño, Francisco Antonio Zea, Francisco José de Caldas y José Celestino Mutis, quienes luego lucharon por la independencia del país.

 

Realidades políticas, sociales, educativas, culturales, recreativas, de orden público, etc., han sido reflejadas por el periodismo colombiano en más de tres siglos de existencia, a través de la prensa, la radio, la televisión y ahora las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, TICS, entre ellas, la  Internet.

El periodismo, siempre vinculado al servicio de los grandes intereses del país, ha generado una pléyade de periodistas afectos a su profesión, buscadores de la verdad y del bien, y dispuestos hasta el sacrificio de su propia vida, por salvaguardar los intereses del ciudadano común y de la sociedad. 

Tan noble tarea, no se compadece en lo más mínimo, con las condiciones socioeconómicas de quienes trabajan en los medios masivos de comunicación. El periodista, famoso por sus investigaciones, noticias y reportajes; protagonista, por su servicio en favor de los sectores marginados y más desprotegidos, en la práctica, es un excluido social.

Bajo condiciones laborales críticas e inestables, con jornadas diarias que en muchos casos superan las doce horas, el 89% de los periodistas colombianos rayan la línea de la pobreza, debido a que sus salarios en promedio sólo alcanzan 1’300.000 pesos. Son comunes en el medio, salarios de $600.000 y $800.000. Sólo el 11% de los periodistas devenga más de $2’600.000.

Las circunstancias son aún más difíciles para los periodistas de provincia, y en particular, para quienes laboran en medios alternativos.

Influyen en la actividad periodística: la inmediatez de las noticias y la multiplicidad de funciones que ejecuta el periodista. Esto contribuye a la degradación de su ambiente laboral, hecho agravado por el temor que siente de perder su empleo, debido a la globalización que involucra fusiones y adquisiciones de empresas periodísticas.

Y qué decir de la integridad personal del periodista, continuamente, amenazada por denuncias e informaciones sobre narcotráfico, corrupción, paramilitarismo, conflicto armado, grupos ilegales, politiquería, etc. sin que haya la debida protección y garantías por parte de las empresas periodísticas y del Estado. Esta es considerada una de las profesiones más riesgosas en Colombia, al punto de asesinatos, secuestros y silencio, pues muchos periodistas han sido obligados a ocultar información, a dejar su oficio y a salir del país.

“La situación laboral de los periodistas en Colombia” investigación realizada por Alejandro Manrique e Iván Cardona Restrepo, con encuestas a 309 reporteros en 120 medios, en las nueve principales ciudades del país revela que, en general, las empresas periodísticas incumplen con el pago de prestaciones sociales como cesantías e intereses a las mismas, vacaciones, aportes a pensión, primas, horas extras y afiliaciones a Administradoras de Riesgos Profesionales y Empresas Prestadoras de Servicios de Salud, EPS.

El no pago de estas prestaciones ocurre, especialmente, en radio y televisión. Los periodistas que logran una vinculación con la prensa nacional o regional, en general, si se les garantizan sus prestaciones sociales. En prensa, la problemática hace referencia al bajísimo nivel de salarios y a largas jornadas de trabajo.

Difícilmente, un periodista dura más de cinco años en un mismo medio de comunicación. Los escasos puestos disponibles se obtienen por apoyo de amigos, familiares y conocidos, más que por concurso de méritos o por convocatoria.

Algunas empresas de comunicaciones interesadas sólo en la competencia y en su rentabilidad, han olvidado el talento humano. Sólo el 51% de los periodistas colombianos tiene contrato laboral a término indefinido, el 21% a término fijo y el 2% labora como ‘free lance’.

El 27% de los periodistas está en la informalidad laboral, con apariencia de formalidad; es decir, el 12% tiene contrato por prestación de servicios, y el 15% tiene contrato por arrendamiento de espacios o cupos publicitarios. Esta contratación informal tiene lugar, especialmente, en radio y televisión.

Los contratos por prestación de servicios, se presentan muchas veces cuando los reporteros que laboraban a término indefinido o fijo son despedidos. Esto significa que el reportero continúa desempeñando labores con subordinación, asignación mensual, y prestando el servicio de manera personal; y que la empresa periodística disfraza la verdadera situación laboral del periodista contratado, es decir, éste sigue perteneciendo a la planta de redacción, sin las debidas garantías.

El 11% de los comunicadores contratistas de Bogotá, el 5% en Cali, y el 8% en Medellín, tienen en realidad un contrato laboral de trabajo. La disminución de ingresos de los periodistas que trabajan bajo esta modalidad se calcula en 35% -por el no pago de prestaciones sociales- y su salario promedio es inferior al promedio nacional – $1’134.000 – muy por debajo al de otras profesiones.

La contratación por arrendamiento de espacios o cupos publicitarios, contradice el paradigma del periodismo independiente y ha generado toda clase de distorsiones. La figura del periodista se confunde con la del empresario, y ello genera conflictos insalvables entre su tarea de informar la verdad de los hechos y la de hacer viable su empresa.

La llamada ‘canibalización’ de la pauta publicitaria ha tocado los terrenos periodísticos, pues con tal de supervivir, el periodista vende su pluma al mejor anunciante. Así acaba su independencia, su profesionalismo y elude su responsabilidad social.

En momentos de recesión, varios medios han despedido a reporteros y editores. Quienes han logrado mantener el empleo se sienten afortunados, y por temor, guardan silencio frente al incumplimiento en el pago de sus prestaciones sociales. El fenómeno del desempleo es crítico y altamente preocupante, aunque no se conocen estadísticas al respecto.

Los recortes de personal propician un lamentable descenso en la calidad de la información, pues los reporteros que sobreviven a esta práctica, deben cubrir las actividades de sus colegas.

En diversos casos, los profesionales son reemplazados por jóvenes recién graduados o por practicantes, quienes asumen la actividad reporteril con muy buena voluntad, pero sin la experiencia y el rigor que exige esta profesión. En la actualidad, son muchos los periodistas cuya edad está por debajo del promedio nacional, 35 años, y que son directores de medios de comunicación.

Debido a la sobreoferta laboral, pocos jóvenes cuestionan lo que sus jefes ordenan. Así, se omite la interlocución, la crítica y el debate, que enriquecen la búsqueda de la verdad.

Algunos periodistas realizan actividades adicionales a su trabajo, para poder subsistir con su familia, como el servicio a políticos y entes gubernamentales o privados, lo que pone en tela de juicio su misión profesional. En zonas de conflicto, esta realidad le ha costado la vida a varios periodistas, amenazas, secuestros y el exilio.

En el país, pocos hacen del periodismo la carrera de su vida, aunque Joseph Pulitzer, considera que el periodista es merecedor de un proyecto de vida. Grandes reporteros colombianos, han terminado sirviendo intereses privados de compañías que los contratan como jefes de prensa, o en diversas agencias del Estado que también requieren de sus servicios y contactos.

La falta de una política de ascensos en las empresas periodísticas y de un ideal, de lo que significa ser periodista en el país, posibilita que directores de medios de comunicación y presidentes de cadenas televisivas y radiales, no sean periodistas profesionales, sino personajes del mundo de la política, los negocios o la banca de inversión.

El periodista, vulnerado por el incumplimiento de garantías laborales a las que tiene derecho, consagradas en la Constitución y en la ley, ve disminuir su desarrollo humano, su calidad de vida y su acceso a la educación y a la cultura. 

En consecuencia, padece carencias como falta de vivienda digna –sólo el 23% de los periodistas tiene casa propia-; salud –el 12% está afiliado a una empresa de medicina prepagada; y el 2% no está afiliado a un sistema de salud. La recreación para él no es prioritaria. El 45% de los periodistas del país se moviliza en bus, buseta o en otro transporte público.

Fuera del incumplimiento de la ley, múltiples pueden ser las causas de toda esta sinrazón: crisis económicas que afectan a las empresas del sector; desconocimiento de los periodistas sobre sus derechos; corrupción y poca funcionalidad de algunas agremiaciones periodísticas, lo que impide la reivindicación de derechos colectivos; la caída de la ley 51 de 1975, o “Ley que regulaba el ejercicio del periodismo”, hecho que ha generado una serie de vacíos institucionales, legales, y de carácter político, capitalizados por algunas empresas en desmedro de los comunicadores.

Las leyes posteriores, encaminadas a regular de nuevo esta actividad como profesión, a la luz del artículo 73 de la Constitución política colombiana, no lo han logrado.

En la actualidad, el 84% de los periodistas del país son profesionales. Esto indica un salto cualitativo, frente a las circunstancias del medio, hace menos de veinte años. El 64% de esos periodistas, son graduados en una Facultad de Comunicación. El 14% tiene otra carrera diferente a la de Comunicador Social-Periodista. Sólo el 12% de los periodistas cuenta con estudios avanzados, el 10% con especialización y 2% con maestría. No existe ningún doctor, que trabaje en las salas de redacción como periodista.

Los periodistas empíricos, que no cuentan con una carrera profesional, representan el 16%.

El bajo nivel de estudios avanzados entre los periodistas, se debe a los pírricos salarios, y al escaso interés de las empresas periodísticas por brindarles alternativas de capacitación en el país o el exterior.

 

La educación, herramienta vital para combatir el alto grado de pobreza, de acuerdo con los conceptos emitidos por expertos del Diplomado sobre Economía Social, es una de las grandes carencias de los periodistas y comunicadores antioqueños, tal como se ha percibido desde la óptica gremial.

La reorientación de un sistema educativo, teniendo en cuenta las ventajas y posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, la aparición progresiva de la sociedad del conocimiento y de la información, con el apoyo de un sistema cooperativo y solidario, sería el punto de partida para un plan de acción  que reivindique la profesión, donde la educación ya no aparezca como un fin, sino como un medio.

El periodista es actor fundamental en el sistema educativo, y los medios de comunicación un agente de cambio para la sociedad y las futuras generaciones. De ahí, el alto grado de responsabilidad en la formación de ciudadanos, ya que moldea sus actitudes como individuos e interviene en su medio familiar, social, laboral y político.

Más que un condicionante de la libertad de prensa, el periodista colombiano considera como un problema de índole personal, las difíciles condiciones laborales en las que desempeña su trabajo, aunque desea pertenecer a una agremiación nacional de periodistas.

Resulta contradictorio que, a pesar de las difíciles condiciones de trabajo de los periodistas colombianos, sólo el 24% esté agremiado. El 76%  no lo está.

Algunos, constituyen pequeños grupos o clubes de prensa, con escasa interlocución local y nacional, en su mayoría, dedicados a actividades sociales. Ocasionalmente, tratan temas laborales o adelantan programas de capacitación para sus periodistas afiliados.

Reconocerse y mirar la propia realidad, se convierte en el primer paso de un proceso que permitirá identificar fortalezas y debilidades, oportunidades y amenazas, para lograr salvar los escollos y alcanzar un presente mejor y un futuro promisorio.

Cada año, las universidades colombianas gradúan cerca de 4.500 comunicadores sociales y periodistas, pese a la escasez de puestos de trabajo y a la competencia. Sin embargo, el número de jóvenes que optan por esta carrera aumenta, lo que representa una modalidad muy rentable para algunas universidades del país. En Medellín, trece universidades gradúan, cada año, alrededor de 700 nuevos periodistas o comunicadores.

La excesiva oferta de periodistas, frente a una baja demanda, causa desazón e incertidumbre entre los veteranos y nuevos profesionales, quienes se hayan en el punto 0 para replantear su quehacer periodístico.

Si bien es cierto que el sector público y la empresa privada brindan trabajo a muchos colegas; y que organizaciones de carácter comunitario también los requieren, es necesario ampliar las posibilidades laborales y, en muchos casos, mejorar sus condiciones.

Existe la posibilidad de que los periodistas se especialicen en otras áreas o profesiones, para tener un mayor acceso al empleo. Es indispensable la apertura de nuevos campos para la comunicación, como en la conciliación de conflictos, en las artes plásticas y la multimedia, etc.; y que los jóvenes sean pioneros de proyectos comunitarios.

El reto para las universidades colombianas, es hacer reflexión y autocrítica; y disponer de docentes calificados y con experiencia, para formar periodistas y comunicadores más competentes, aunque la escasez laboral continúe como preocupación general.

Cabe preguntarse: ¿qué papel juega la Educación en el gremio periodístico? ¿Cuáles son los requerimientos que impone la modernidad para un buen desempeño profesional? ¿Cuál es el valor agregado que necesita un periodista para mejorar su calidad? ¿Qué posibilidades reales tiene de acceder a nuevas tecnologías y al área virtual? ¿Y qué disponibilidad tiene para capacitarse y realizar nuevos aprendizajes?

Además, en este mundo cambiante y globalizado, sería de vital importancia auscultar la capacidad innovadora de los periodistas, la factibilidad para crear empresa y para proyectarse en forma diferente, con nuevos productos y servicios, ya sea a través de contactos locales, nacionales o internacionales.  

La actual apertura exige observar todos los componentes de la aldea global, y encontrar un lugar específico en el espacio y en el tiempo, donde cada periodista o comunicador, pueda ejercer su actividad profesional de manera plena, digna y responsable.

Frente a tan cruda realidad que afecta al periodismo colombiano, y en particular al antioqueño, el Círculo de Periodistas y Comunicadores Sociales de Antioquia, CIPA, en sus 45 años de existencia, propone llamar la atención de todas las fuerzas vivas de la población, relacionadas con los problemas de los periodistas; darle relevancia al gremio e integrar al mismo, nuevos afiliados que ayuden a dignificar el quehacer periodístico; y realizar jornadas permanentes de análisis y reflexión, sobre el deber ser del periodista, la ética, la responsabilidad social, la situación socioeconómica del periodista, el ejercicio del periodismo en medio del conflicto armado y los derechos humanos de los periodistas. 

Igualmente, el CIPA propone ampliar el mercado laboral a pequeñas y alejadas poblaciones que no disponen de servicios periodísticos y de comunicaciones. Además, buscar otras formas de ejercer esta profesión, en las que se contemplen las nuevas posibilidades que ofrecen los avances científicos y tecnológicos, como el periodismo a través de Internet, debido al éxodo masivo de lectores del papel al medio digital. 

También, el CIPA propone que se conforme una Comisión Gubernamental para que estudie la situación socioeconómica de los periodistas colombianos, en la cual participen los gremios y periodistas del país, con el propósito de humanizar la profesión.

El Círculo de Periodistas y Comunicadores Sociales de Antioquia, propone el establecimiento de una “Ley” que garantice la solución a todos los problemas socioeconómicos de los periodistas; y que sea garantía de la libertad de expresión y de información, pilares fundamentales del ejercicio democrático.