Por: Jaime Jaramillo Panesso
De un momento a otro las Farc cambiaron su propuesta de Asamblea Nacional Constituyente por una fórmula ingeniosa de blindaje con base en convertir el texto del hipotético acuerdo de paz, en un documento que adquiere valor de tratado internacional. Por lo tanto quedará incorporado a la Constitución Nacional como parte del bloque constitucional, es decir, como se incluye una norma aprobada por el Congreso, como si fuera un acto legislativo.
El verbo que justifica este camino, caótico y confuso, es el verbo blindar, o sea hacerlo inexpugnable, inmodificable. El diccionario de la Real Academia Española-DRAE- define: proteger exteriormente con diversos materiales, especialmente con planchas metálicas, una cosa o un lugar, contra los efectos de las balas, el fuego etc. Usase también en sentido figurado.
¿Por qué se escogió primero la envoltura sin aparecer el producto a proteger? ¿Por qué se escogió el estuche primero si no hay todavía la joya diamantina? ¿Por qué se consiguieron las hojas de bijao mucho antes de tener los elementos con los que se configura el tamal? Porque el contenido definitivo del presunto acuerdo tiene clausulas viciadas de privilegios ilegales o políticamente no aceptables para un amplio conjunto de la ciudadanía colombiana. Si el acuerdo es razonable y bueno para la nación, ¿qué sentido tiene blindarlo de manera biliosa y sospechosa? Cuando un contrato se firma entre personas correctas y limpias, en donde ninguna de las partes se le conoce antecedentes de incumplimiento de sus obligaciones contractuales, no hay razones para usar procedimientos oscuros y deleznables en su redacción o en su ejecución. En este escenario sí conocemos una de las partes calificada negativamente por las normas penales nacionales e internacionales. Por eso explotan por todos lados las suspicacias. Lo grave es que la parte señalada como delincuencial en sus actuaciones sea la que exija el blindaje. Y los voceros de la República de Colombia, un estado reconocido internacionalmente y con 200 años de existencia, sean los que acepten blindar lo que ellos solamente conocen, como si fuesen los sindicados de posibles trampas y violadores de acuerdos conocidos.
Un acuerdo aceptable a la luz pública, máxime cuando se trata de la paz tan esperada y sufrida por nosotros, debe poseer el factor que lo hace valedero: que ambas partes ganen. Y si en La Habana ganan las Farc, por un lado, y por el otro solo gana la mitad del pueblo colombiano, en el supuesto caso de que el Señor Presidente Santos represente esa mitad, los negociadores del gobierno tienen que recurrir a utilizar caminos oscuros y blindaje para forzar al resto de la opinión pública a aceptarlos, mediante hechos cumplidos y no consentidos, al menos por las mayorías ciudadanas. Lo que hay que blindar, señores delegados del gobierno, es la democracia y la Constitución, no al Secretariado y al Estado Mayor de las Farc.