Por: Rubén Darío Barrientos G.
La magistrada María Victoria Calle, actual presidenta de la Corte Constitucional, fue la ponente favorable del plebiscito del pasado 2 de octubre. Su esposo, el consejero de estado Gustavo Gómez Aranguren, está próximo a completar su periodo en ese alto tribunal de lo contencioso administrativo. El presidente Juan Manuel Santos acaba de nombrar a Gómez Aranguren, como embajador de Colombia en Suiza. No suena bien esto, porque se exhibe como un estipendio por los favores recibidos. Aunque se beneficia Gómez, a la magistrada Calle -su cónyuge-, se le hace una magna cortesía presidencial.
Entretanto, la magistrada Lucy Jeannette Bermúdez, del Consejo de Estado, fue quien admitió la demanda de nulidad electoral contra el plebiscito por la paz y decretó medidas cautelares (la acción contraría el triunfo del no por salir avante con supuestos engaños). Pues bien, por tuiter circuló a finales del año 2016 el facsímil del contrato que tiene Carlos Augusto Gálvez, consorte de la magistrada Bermúdez, quien tiene un suculento contrato con Ecopetrol con la finalidad de prestar servicios de asesoría jurídica de índole penal. Tampoco suena bien esto, porque igualmente se observa una magistrada sin neutralidad dado que su cónyuge contrata con el gobierno.
A Juampa todos los días le encaran que es corrupto, que utiliza la mermelada para sus pretensiones aviesas y que es el culpable del gran hueco fiscal que no ha podido rellenar la Dian, y no conozco la primera denuncia por calumnia e injuria del presidente de la república por estas desdeñosas afirmaciones, sobre las que cualquier funcionario saldría al quite defendiéndose de manera irascible y por las vías legales. En verdad llama la atención que Santos no se inmute por eso y que le resbalen tan azarosas y tenebrosas afirmaciones de venalidad. El propio senador Jorge Robledo, en Pregunta Yamid, graficó cómo es que se unta la mermelada en las tostadas de los congresistas. Algo ruin y detestable.
Carla Tarditi, en el año 2012, fue nombrada ministra consejera de la Embajada de Colombia en Portugal. ¿Qué tiene de raro ello? Que es la exesposa de Mauricio Rodríguez, el cuñadito de Santos pues es hermano de Tutina, la segunda cónyuge de Juampa. Pero como para los “ex” tampoco hay egoísmos, Juan Manuel nombró a su primera esposa (Silvia Amaya Londoño), en el despuntar de su inicial gobierno, como ministra consejera para asuntos culturales, educativos y científicos en la Embajada de Colombia en Italia. Y, de contera, Néstor Osorio –hermano de la madre de Silvia– también disfrutó en el 2010 de las mieles de ser el embajador de Colombia en las Naciones Unidas.
En fin, nosotros nos aterramos porque Maduro en Venezuela nombró a la esposa de Diosdado Cabello, quien oficiaba como presidente del parlamento, como ministra de turismo e inadvertimos tantas cosas que ha hecho Juampa en detrimento de los colombianos. Se le suma todo ello, a las felonías de Santos: primero le dio la espalda a Uribe, luego traicionó a Vargas Lleras, a quien a pie juntillas le prometió que lo apoyaría para la presidencia en el periodo que empieza en el 2018 y ya le ha clavado el guiño es a Humberto de la Calle, bajo pretexto de que es el hombre de la paz y del posconflicto.
Santos consiguió el Premio Nobel de la Paz, que era su más alborotada obsesión y, de ñapa, se encontró otro trofeo más: La Lámpara de Paz, de la comunidad de San Francisco de Asís (una especie de nobel de los católicos). Y eso que por espacio, no hemos hablado de la contratitis de Santos, que incluyó a “Sístole S.A.”, de Felipe Santos, hermano del presidente para ejecutar estrategias digitales del proceso de paz.
La buena noticia es la de que faltan 548 días para que termine su mandato presidencial y no puede ser reelegido.