Por: Rubén Darío Barrientos G.
Poco antes de que prendiera el ventilador el exsenador Otto Bula y manifestara en la fiscalía, que de los USD$4,6 millones que recibió de Oderbrecht giró USD$1 millón a la campaña reeleccionista “Santos, presidente”, y se armara el tierrero del día en Colombia, Datexco dio a conocer su encuesta bimestral Pulso País que incluía la de las candidaturas presidenciales de cara al 2018. Inexplicablemente en esta última, sale avante Gustavo Petro -¿No dizque era un muerto político?-, con un 12,9% y en ese listado y sonajero por ahora de eventuales personajes con aspiraciones al primer cargo del país, aparece distante en el séptimo renglón, Humberto de la Calle con un mísero 4,8%. Está superado, de abajo hacia arriba, por Juan Manuel Galán (5,5%), Claudia López (6,6%), Óscar Iván Zuluaga (7,8%), Germán Vargas Lleras (9,8%), Sergio Fajardo (12,3%) y por el antedicho Petro (12,9%).
El 1 de junio de 2015 (El Espectador), Humberto de la Calle Lombana, expresó que “no me interesa ser candidato a la presidencia”, ante la propuesta que le hiciera Piedad Córdoba (quien a propósito, sacó el 2,8% en esta encuesta de Datexco, hundiendo a Alejandro Ordóñez y a Jorge Enrique Robledo). La verdad es que el crédito de Manzanares (Caldas), con seguridad no concebía ser candidato presidencial, a sus más de 70 años. Más aún, cuando estuvo en la mesa de negociaciones de La Habana y acumuló 150 viajes en avión que hasta le costaron un daño en el oído derecho, con cirugía a bordo, destinando 3.600 horas a los diálogos, actuaciones exploratorias y acercamientos, que lo envejecieron durante los cuatro años en que permaneció dilecto al presidente Santos en sus propósitos de alcanzar su obsesión. Pero como la paz dio para todo (De Nobel para abajo), a de la Calle lo enculecaron y hasta una gallada de estudiantes accionados por sus seguidores (el 4 de febrero) le gritaban: “Presidente, presidente, presidente”.
De la Calle, no puede negarse, es un carismático tipo, muy agradable y con un especial humor negro (greco-caldense), eximio tertuliador, nadaísta, seguidor acérrimo de Borges, con raíces de afecto por la poesía, consumado existencialista y surrealista, en fin, es un abogado y político con altura y trayectoria. Nadie cree que cuando estudiaba Derecho fue en exceso beligerante, porque hoy posa de ponderado. Sin embargo, no es el momento de su candidatura presidencial, porque ella nace del oportunismo y de la coyuntura de la paz, no de su intencionalidad ni de la proclamación de sectores mayoritarios del país. De contera, Juampa le dio la espalda, porque: primero le hizo el guiño a Vargas Lleras, luego en su felonía el guiño advino para el propio Humberto de la Calle y, quién lo creyera, en su indomable voltereta, el nuevo guiño ya es para Juan Carlos Pinzón.
Padece el dualismo de si es un anclaje del partido liberal o del partido de la U y le hablan a ratos de que debe ir a una convención, en otras ocasiones de que debe ser el fruto de una consulta y hasta le dicen que ni lo uno ni lo otro: que vaya por firmas. Siempre, bajo el lente de que la paz y el posconflicto deben ser su bandera. En un país polarizado, hablar más de esa paz arrodillada, hace que se descalifique su potencialidad. Es innegable que de la Calle no tiene a la sazón, imán electoral para soñar con ser presidente. Ponerlo a competir con Roy Barreras y Juan Carlos Pinzón, o con Juan Manuel Galán y Juan Fernando Cristo, es casi que humillante para él. Esa primera tendencia en la encuesta (4,8%) es un indicador de que si insiste y persiste, habrá camino tortuoso.
El hijo de Manzanares, tildado por el samperismo en una ocasión como “político de aguas tibias”, dice que solo acepta si es ungido mayoritariamente por el partido liberal o por el partido de la U. Y ese gustico no se lo van a dar. Total, que mejor debe ir a los cuarteles de invierno a seguir disfrutando del hogar, de la literatura y de su whisky de malta.