Balmore González

Por: Balmore Gonzalez Mira

Escuché con atención el asombroso planteamiento que sobre esta planta me hicieron algunos líderes y empresarios que se ilusionan con este producto. Desde mi desconocimiento profesional o científico en materia agropecuaria trataré de esbozar lo que me ha llamado la atención de esta planta amazónica que podría convertirse en la redención de millones de campesinos y en la verdadera alternativa de sustitución de cultivos ilícitos en el país, como un verdadero aporte del campo a la posibilidad de reducir con certeza los sembrados de coca que existen en la geografía nacional y, al parecer, como una panacea a la falta de ingresos de los sembradores que siempre ven limitadas sus ganancias, cuando de comercializar o vender sus productos se trata.

En términos parroquiales Sacha Inchi es un maní silvestre o de monte, nativo del Amazonas, que tiene la bondad de producir un aceite de origen vegetal que la humanidad está pidiendo, necesitando y consumiendo a gritos, como son el Omega 3, 6 y 9 que permite al ser humano mejorar sus condiciones de salud. Después de esta extracción inicial se genera una harina o torta con un potencial del 62% de proteína para consumo humano y como si fuera poco, del ripio o cáscara final se produce un alimento rico en proteínas para peces con lo cual su utilidad, eficiencia  y utilización es del cien por ciento.

Sembrar una hectárea de esta milagrosa enredadera podría costar entre 6 y 12 millones de pesos, dependiendo del lugar, los suelos, los insumos y la mano de obra utilizada; en esa hectárea se podrían acomodar alrededor de 1.500 matas. Su bondadosa conformación le permite crecer y producir entre los 6 y los 8 meses y se deja cultivar desde los 50 hasta los 2.500 metros sobre el nivel del mar, dicen algunos; los estudios que estos empresarios vienen documentando les aseguran que al año esa hectárea podría producir  alrededor de 30 millones de pesos, librando rápidamente la inversión y dejando un margen de utilidad anual mayor, pues ya se ha sacado la inversión inicial y luego sigue el sostenimiento normal. Proyectando que un cultivo de estos puede durar más de 10 años, produciendo semanalmente y dándole flujo de caja permanente a su productor.

Ahora avanzan en un tema de transformación empresarial y están pensando en asociaciones de campesinos que les permitan  instalar biorefinerías a pequeña escala que les dé un valor agregado a la cadena productiva y establecer ciclos y círculos  propios de comercialización que les procure a los productores una utilidad mayor en la transferencia de tecnología, lo cual incrementaría sus ganancias iniciales.    Esta matica, que más bien parece una estrella, se podría convertir en el elemento articulador de una economía campesina a gran escala, pero conformada por pequeños productores como una alternativa generadora  de riqueza; pero también en la posibilidad real para que grandes empresarios lleven sus capitales a diversificar su inversión y generar empleo.

Siendo más soñadores que quienes hoy están promoviendo este cultivo, pensaríamos y propondríamos  en que en Colombia se podría dar una amnistía a los cultivadores de coca y hacer una revolucionaria sustitución de cultivos que permita erradicar,  por hectárea de coca, sembrar una o dos de Sacha Inchi, con una bonificación de 6 meses mientras comienza la producción, en una especie de compra de la cosecha en mercado a futuro, eliminando la intermediación y garantizando el ingreso de dinero rápido al ex – productor de coca y nuevo productor de omega vegetal, creando con los cultivadores una sociedad permanente con el estado que le permita a este último un monitoreo permanente que garantice que no se retorne al sembrado del producto ilícito.   Sería muy fácil el cálculo de la inversión por parte del estado, pues ya están claros los costos y beneficios de esta milagrosa planta que para bien de la humanidad está produciéndose en nuestras latitudes, ahora que todos los análisis, resultados y estadísticas  conducen a que se ha incrementado de manera inusitada y vertiginosa la siembra y producción de coca en toda la geografía nacional.  Sin lugar a dudas este  producto puede ser la redención del campo, superando casos como los del cacao, el cardamomo, el aceite de higuerilla, etc,   que se ha dado en otros momentos como sustitutivos  en Colombia.