Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría
Colombia se ha preciado desde hace muchos años y por boca de sus gobernantes de ser la democracia más antigua y más sólida de América Latina y cada que aparecen payasos como el de Venezuela o el de Nicaragua que acaban con el Estado de Derecho, el motivo de orgullo es cada vez mayor.
La importante revista inglés, The Economist, acaba de publicar un estudio que muestra el nivel de democracia en los países del mundo y sin que haya sorpresas los europeos encabezan la lista. El estudio clasifica los resultados en cuatro categorías: democracia plena, democracia defectuosa, regímenes híbridos, los cuales son una mezcla de democráticos y autoritarios, y finalmente, los regímenes autoritarios. Fueron tenidos en cuenta factores como los niveles de participación y cultura política, funcionamiento gubernamental satisfactorio, un efectivo sistema de pesos y contrapesos en el ejercicio del poder, libertad de prensa; en el caso colombiano cabría agregar otros factores: la transparencia en los comicios electorales; el libre ejercicio del derecho al voto, entendiendo por tal no solo el que no es presionado por grupos al margen de la ley, sino el que es de opinión y no comprado; la corrupción y la falta de transparencia en el manejo de la cosa pública; independencia de los poderes públicos; ente otros muchos aspectos. Como era de esperarse las naciones europeas como Noruega, Suecia, Islandia, Dinamarca, Suiza, Irlanda y Finlandia, seguidas por Canadá, Nueva Zelanda y Australia, fueron catalogadas como democracias plenas y por tanto ocuparon los primeros lugares. En América Latina el único país que estuvo presente en esta categoría fue Uruguay, lo cual debe ser de enorme orgullo para este país si se tiene en cuenta que en esta categoría solo están 19 estados en el mundo. Colombia quedó ubicada entre las que se denominan “democracias defectuosas”, en el puesto 57.
Se ha creído, equivocadamente, que cuando un presidente es elegido por el pueblo en nuestro país, ello es una muestra indiscutible del nivel de democracia que tenemos, pero se pasa por alto que miles y miles de votos son comprados y que los escrutinios no son en todos los lugares transparentes, cuando ocurren con tanta frecuencia este tipo de fenómenos se termina imponiendo “la tiranía de las mayorías”, porque aun cuando ese no hubiera sido el querer de muchos, ese resultado debe respetarse y se muestra ello como un nivel de democracia, solo por el hecho de que numéricamente un candidato supera a otro u otros. Sin lugar a dudas la expresión más prístina de una verdadera democracia es la de que una sociedad acuda a las urnas en verdaderas condiciones de libertad, y ojalá de conciencia, a manifestar su deseo que la gobierne determinado candidato que defiende unas ideas con las que se identifica, pero esto es una condición necesaria y no suficiente para hablar de una democracia. Una vez en el poder el gobernante debe ser respetuoso de la oposición, de las libertades civiles y las garantías fundamentales, debe respetar y velar porque haya una verdadera independencia de todos los poderes públicos, fomentar la civilidad y sus valores, especialmente en naciones como Colombia, tan inmadura y tan ignorante en muchos aspectos. Pero todavía estamos lejos en nuestro país de alcanzar estos ideales para que haya una “democracia plena”. Es de público conocimiento que no hay elecciones libres, en el sentido indicado; que el presidente de turno manipula y convierte en amanuenses a los otros poderes, vale decir al congreso y a la Corte Constitucional, que es el poder jurisdiccional que necesita de su lado para que avale todo lo que sale del congreso, sea constitucional o no; una simple alocución presidencial es una orden a la corte que presurosa corre a confeccionar la sentencia a la medida presidencial. Y en relación con el congreso, dispone de un grupo muy aceitado, comenzando por el ministro del interior y el secretario privado de presidencia, que escuchan las “necesidades de las regiones” de los congresistas, a cambio, claro está, de volver ley cualquier propuesta por impopular que sea y nociva para el pueblo, como la reciente reforma tributaria o lo que ha sucedido con los temas de la paz, como con el plebiscito, que pese a ser derrotado en las urnas, el congreso le dió “refrendación popular” y la obsecuente y obediente Corte Constitucional, “guardiana de la Constitución”, dijo que ello no era contrario a la misma.
Democracia no es solamente que las mayorías voten libremente, sino que se cumplan las otras condiciones mencionadas en el estudio y en esta columna. Y para de hablar de paz, y más, para que la haya, se requiere que de manera inexorable todas se cumplan al mismo tiempo, de lo contrario muy seguramente lo que se conseguirá como consecuencia de una “democracia defectuosa” será una “paz defectuosa”.