Por: Jorge Mejía Martínez

Este lunes festivo estuve con unos amigos en el barrio Villa Lilian, centro oriente de Medellín, y la única preocupación planteada por los habitantes del sector fue el temor por el deterioro acelerado de la seguridad. Volvieron a aparecer hombres armados patrullando de civil; la zona está repartida entre bandas que marcan con celo el territorio so pena de enfrentamientos violentos para cuidar fronteras; el puesto de policía instalado en la parte alta de La Sierra es inoperante: los uniformados poco patrullan, permanecen encerrados; y los pobladores ven con malos ojos las confianzas construidas por los miembros de la fuerza pública con los malosos del sector. A diferencia de otros años, los habitantes del barrio están dispuestos a testimoniar ante una autoridad lo acá planteado, sin pretensión distinta a hacerlo con valor civil.

El diario El Colombiano publicó una encuesta sobre la percepción ciudadana de los temas relacionados con la seguridad en Medellín y el Valle de Aburra y las conclusiones son contundentes: el 54.7% no se siente seguro y el 62.4% manifiesta haber conocido a alguien victima de la inseguridad. Respecto a las causas los consultados destacan: pobreza 44.1%, desempleo 43.8% y, por allá abajo: falta de autoridad 10.4%, falta de liderazgo cívico 5.9%, desatención del gobierno municipal 5.0% y otras causas sumadas: desplazamiento forzado, reinsertados y el porte ilegal de armas, 2.0%. Con plena seguridad que esta encuesta arrojaría los mismos resultados en las principales ciudades del país, donde el deterioro es ostensible, para que ningún gobernante local en particular se vaya a sentir molesto, como tampoco ningún amigo del gobierno nacional puede tirar piedras. Están en crisis las políticas nacionales -la principal de ellas: la seguridad democrática- agotadas ante las nuevas realidades urbanas.

El Instituto Nacional de Medicina legal acaba de publicar sus cifras sobre la criminalidad en colombia: 15.250 homicidios ocurridos en 2008. La participación del homicidio dentro de la mortalidad violenta -26.958- fue del 57%, muy alta. Por presuntos agresores: las Farc con 248 casos y los grupos paramilitares, con 42. La delincuencia común y sus 439 víctimas ocupan el segundo lugar después de la muerte violenta de manera indeterminada,  en la que se conoce la causa pero no la manera como ocurrió, que pasó de 962 casos a 984. Subrayo la cifra: entre la guerrilla y el paramilitarismo hubo 290 homicidios en 2008. O sea que los actores armados ilegales relacionados con el conflicto colombiano aportaron apenas el 2%. ¡Y este país sigue trastocado por el tema del conflicto, dispuesto incluso a echar por la borda soportes esenciales de la democracia en aras de una segunda reelección del presidente Uribe! Mientras la verdadera inseguridad de hoy cabalga desde otras direcciones.

Estamos hasta aquí –toco mi coronilla- de permitir que el conflicto armado permee todo el debate político nacional. Con la foto de tirofijo ganó Pastrana después de haber perdido en la primera vuelta con Serpa; Alvaro Uribe se metió al bolsillo el país con su reacción pronta sobre el Caguan y las Farc, se le encimaron cuatro años más, y si lo dejamos serán otros más, no importa que Colombia quede patas arriba. Las acciones de los grupos armados se politizan para apuntalar o debilitar a Uribe, con lo cual se les reconoce cierta legitimidad. Parados sobre una crisis económica y social que aún no toca fondo, permitimos que el debate político se debilite en cuanto a la claridad de las propuestas, pero la carga emocional que genera visibilizar a la guerrilla, polariza la sociedad y convierte en enemigos a los colombianos encasillados en furibistas y antifuribistas. Por fortuna, cada día, gana más espacio marginarse de esa tenaza.

Sin dejar de reconocerle al gobierno de Uribe la iniciativa para reducir de manera significativa la participación de guerrilla y paras en las cifras de homicidios en 2008, no sobra recordarle a los áulicos de la segunda reelección, que la pobreza y el desempleo en los centros urbanos pueden echar a pique victorias pasadas y recientes en el campo de la seguridad. Hoy, esos temas de la equidad y la vida quedan mejor en otras manos.