Por: Jaime Jaramillo Panesso
El hervor de las montañas antioqueñas, vistas desde el aire, hace aparecer como una colección de colores ambientales donde habitan los verdes, los marrones, los amarillos, interpolados matices y grises. Así están todavía esos morros, cordillera arriba, cañada abajo, que tienen un paraje de Yarumal denominado Chorros Blancos, hoy en jurisdicción de otro municipio aledaño. En esas lomas y verrugosas montañas la historia rememora, cada 12 de febrero, el combate de Chorros Blancos. Allí fue derrotado el último contingente español en Antioquia por el General José María Córdova. Sus enemigos estaban al mando del realista Coronel Warleta.
Dos militares españoles, el General Carlos Tolrá y el Coronel Warleta, fueron los depredadores de los criollos independentistas. Fusilaron a decenas de patriotas y expropiaron a centenares de familias, quienes perdieron sus propiedades, ganado y joyas. Ellos actuaron años después del Grito de Independencia el 20 de julio de 1810, en nombre del General Morillo, designado para reconquista española, junto con Sámano, el virrey huyente. La corona aún tenía la fuerza para volver a dominar sus tierras de ultramar y la naciente República de Colombia no estaba madura para organizar un Estado ni gozar las libertades de la independencia, etapa que solemos denominar “patria boba”.
La gesta Libertadora, organizada por Simón Bolívar, cubrió las conocidas cinco repúblicas, en cuyas tropas militaron antioqueños valerosos como Atanasio Girardot, Liborio Mejía, José María Córdoba y su hermano Salvador, José Félix Mejía (sacerdote), Juan de Dios Aranzazu, con la colaboración heroica de Rosalía Hoyos de Ramírez, María Gutiérrez de Mejía, Simona Duque y dos centenares de patriotas más.
Córdova resultó señalado en chismes de la oficialidad militar, como uno de los conspiradores de la noche septembrina, desvirtuados luego, pero esos rumores comenzaron a distanciarlo de Bolívar. Sin embargo el Presidente lo nombró Ministro de Marina, en un país sin un buque ni una lancha. Bolívar se debatía en medio de serias preocupaciones. Veía disolverse la Gran Colombia por los arrebatos de independencia nativas y sectoriales de los caudillos regionales, a más de los apetitos de las potencias extranjeras que miraban a Colombia como un nuevo botín.
Dedicado a la campaña del Sur, Córdova se enteró que Bolívar asumió la dictadura constitucional. De inmediato salió para Antioquia mediante permiso el 21 de agosto de 1929 y consultó su revolución con lo mejor de los patriotas rebeldes de estos lares, cuya posición resultó contraria a la propuesta de Córdoba. Muchos de sus seguidores mantuvieron la alerta hasta cuando el 12 de setiembre descendió a Medellín con 44 hombres, haciendo maniobras por Barbosa para aparentar tener más soldados, más fuerza. Bastó esa actitud para que el coronel Urdaneta abandonara la posible resistencia y como un acto de respeto, Córdova le entregó un pasaporte al vencido para huir. También el jefe militar de la provincia, Coronel Warleta, huyó con un grupo de soldados. Córdova salió con la tropa criolla a interceptarlo y lo alcanzaron en Chorros Blancos. El combate no fue una batalla de grandes ejércitos, pero destruyó la última unidad militar española. De esa manera se consolidó la independencia de Antioquia.
Córdova se centra en gobernar a su provincia. Emite conceptos como este: “Con acerbo dolor he llegado al fin a convencerme, que el tremendo poder con que rige el General Bolívar la República, es tan vicioso e ilegal en su origen, como tiránico en su ejercicio.” No obstante las propuestas que le hiciera Bolívar para que cesara su rebeldía, Córdova resistió el embate de las tropas que el gobierno central envió para someterlo. Murió en El Santuario por los espadazos de un militar irlandés, Ruperto Hand, el 17 de septiembre/1819.