Por: Diego Calle Pérez.
Todos tienen su clientela política. Tienen mucha experiencia en elecciones desde que eran ediles y de la acción comunal. No hay malos políticos. Lo de malo es un imaginario que venden los del marketing que quieren ofrecer sus servicios a los que poco les gustan las asesorías. Tienen confianza en sus siempre aliados en las campañas. Algunos sobresalen más que otros. Algunos se hacen celebres por sus debates a ministros y por enfrentar a sus propios en plenarias en el capitolio nacional.
Maquiavelo es de los pocos que describe el ejercicio del poder y por eso es difícil que a la luz de este pensador se analice una campaña política. Algunos de los buenos y malos políticos saben que deben invertir los recursos que tienen destinados para campaña. Muchos pierden por tacaños y otros la sueltan tan fácil que los propios seguidores ese día votan sin darse cuenta del número en el tarjetón.
La política práctica es objetiva, la teoría política es subjetiva y está repleta de prejuicios y valoraciones. Una campaña tiene varias etapas como un recorrido en bicicleta. Para llegar al capitolio Nacional estas son algunas de las etapas. Primera etapa, la conquista de los votantes que poco o nada saben del candidato. Segunda etapa, consolidar las estrategias con uno o varios diputados que tenga como escuderos, y estos diputados recoger los concejales de pueblos. Tercera etapa, someterse a los principios del partido que avala el número para el tarjetón, debe ceñirse al libreto.
Más allá de la crítica, lo cierto es que no hay buenos o malos políticos. Muchos de ellos han tenido experiencia desde muy jóvenes en campañas. Algunos son muy osados y hasta desafían a sus propios mecenas. Muchos no tienen necesidad de tanto desgaste, pero se hacen sentir para mostrar su poder político y con los años muestran su poder económico. Algunos quieren mostrar su honor y algunos muestran su bondad, haciendo de la política algo justo, piadoso y solidario con algo de moral que otros llaman ética. Algunas encuestadoras despistan con cierta picaresca, señalando por medio de cifras y datos los buenos o los malos políticos. La realidad muchas veces no coincide con lo que se habla en campaña. Un político puede ganar un espacio en el capitolio nacional, pero no necesariamente nos asegura que es bueno o malo. Por sus obras se conocen sus acciones.