Gustavo Salazar

Por: Gustavo Salazar Pineda

Nos suelen confundir los medios de comunicación con sus ideas expresadas en artículos difundidos a nivel mundial, que existen naciones como las nórdicas, encabezadas por Noruega, como la cuna suprema de la felicidad; de nuevo se confunde confort, placer y bienestar con felicidad.  Desde mediados del siglo pasado, Enrico Altavilla, ilustre psiquiatra italiano, nos enseñó cómo Suecia, Noruega y Dinamarca, tienen altos niveles de bienestar de su población y cómo el socialismo de estado promueve la inclusión de la salud, la educación y los recursos para una vida exenta de necesidades; algún grado de libertad sexual también hace parte del paquete de necesidades que cubren los mencionados estados a sus súbditos; sin embargo, el culto escritor italiano no nos vende la sociedad de estos países como el paraíso terrenal, de hecho, uno de sus libros lleva por título sugestivo:  “Suecia, infierno o paraíso?”.

En estos tiempos modernos de hiperactividad cibernética nos vuelven a vender la idea que todavía no cala en millones de personas en el mundo, que basta tener un buen techo, un automóvil, la educación y la salud aseguradas para tener una nación como muy feliz.  El escenario de ignorancia y confusión nos lleva a pensar que solamente con bienes materiales se alcanza la dicha existencial.   Quien se pase o visite (con ojos más allá del turista convencional) por Puerto Rico, República Dominicana, Brasil y la costa caribeña colombiana, se dará cuenta que tal óptica de la felicidad basada en cosas materiales es una auténtica estafa.  Brasil está superpoblado y en él abundan las favelas y los barrios marginales, sin embargo, aceptado está universalmente que el brasileiro posee un plus, un capital, una riqueza personal erótica como pocos en el mundo, el derroche de sensualidad y erotismo por los febreros de cada año que se observan por las calles cariocas y epicentros de las escuelas de zamba, sugiere que la alegría no necesariamente depende del dinero que se tenga o de los bienes que se detenten.  Miles de heterosexuales, homosexuales, bisexuales acuden a la cita carnavalera anual a disfrutar de las gentes que tienen en sus cuerpos, sus miradas, sus piernas y sus caderas, la gran riqueza humana que otros no tienen o no explotan.  Los nórdicos podrán ser los que tengan los mejores salarios e inigualable seguridad social en el mundo, pero de felices, alegres y dichosos muy poco, los niveles altos de suicidios en estos exóticos países del norte europeo, se encargan de contradecir que la ecuación dinero más bienestar se traducen en felicidad.

Los cubanos, en sus cantos y bailes, demuestran que un bajo nivel percápita no es óbice para exudar alegría, dicha y felicidad.  Otro tanto puede decirse de los puertorriqueños y dominicanos.  El caribe colombiano también se asemeja en el modo de vida a los hermanos centroamericanos.  Saben más los centroamericanos de felicidad humana que los fríos y apáticos noruegos, canadienses y gringos.  El manejo del cuerpo y la expresión del alma, unidos a un buen erotismo y excelente sexualidad, son elementos que indican riqueza en muchos habitantes del trópico.  Porfirio Rubirosa no nació en cuna rica ni poseyó grandes riquezas, pero con su magia, encanto y atractivo erótico enloqueció de amor y de pasión a muchas mujeres y sedujo a la hija del dictador dominicano, Rafael Leonidas Trujillo.   Antonio Banderas, nacido en cuna pobre en la ciudad de Málaga (España), conquistó Hollywood y se convirtió en millonario por su gran capital erótico.  Rodolfo Valentino, nació en la atrasada y pobre Calabria italiana, pero su figura, inteligencia e imán erótico, lo convirtió en un Dios del cine mundial.

La Argentina del siglo XXI y su capital Buenos Aires distan mucho de ser la nación y metrópoli ricas que fueran hace unos cien años, sin embargo, la perla del Río de la Plata comparte con París el ser una de las más exquisitas ciudades sibaritas.  El estilo y herencia italianas hacen de Buenos Aires una de las más felices, alegres y dichosas urbes en el planeta.

Nápoles (Italia), carece en algunos barrios de los más elementales servicios públicos y todavía yacen allí pozos sépticos que sugieren atraso en el confort de la vida moderna y no obstante ello nada más agradable al alma humana que escuchar hablar y ver gesticular a estos alegres oriundos de la bahía napolitana.

Los andaluces en España comparten con los extremeños altos niveles de desempleo y la vida material de estos sureños no es alta en la península, pero pocos hombres y mujeres tienen la gracia y el salero de los de la raza calé o gitana.

La Dolce Vita tan italiana en sus orígenes se extiende por muchas naciones del orbe y no propiamente las que son consideradas pertenecientes al grupo de privilegiados empresariales, banqueros e industriales del planeta.

Pocos valoran el gran capital humano que representan la belleza, el donaire, el carisma, la gracia, el encanto y el atractivo sexual, elementos que abundan en pueblos no tenidos como ricos materialmente.