Lo sugirió el filósofo alemán Arthur Schopenhauer en una de sus lúcidas y profundas obras, una de las grandes riquezas del ser humano está en su encanto personal, en su carisma personal, en su ángel. Lo que es un hombre o una mujer interiormente, su alma, su espíritu, su forma de ser, vale más que muchos bienes materiales y posesiones, como tierra, dinero u otras. El poder de fascinar a los demás, ese imán de atracción que tienen muchos vale mucho dentro de la sociedad y sirve para alentar al individuo a vivir una vida placentera y bienaventurada.
El ex boxeador colombiano, conocido como Kid Pambelé, acuñó una de esas frases que aparentemente no tienen contenido profundo, pero que en última instancia encierra mucha sabiduría popular, “es mejor ser rico que pobre”, dijo hace algunos años. Pues bien, ante esa sentencia callejera puede igualmente afirmarse que es mejor ser bello que feo, carismático y atractivo que huraño y hosco.
Existe mucha hipocresía social alrededor de los hombres y mujeres que explotan su carisma, su encanto, su belleza, se les suele llamar cazadores de fortunas, buscones, logreros, putas, perversas, etc; en cambio los políticos, que como John Kennedy acceden al poder por su carisma, encanto personal y poder de fascinación, se les alaba, exalta y hasta endiosa.
Mal comprendidas han sido las damas que a punta de belleza, don de gentes y atractivo personal, logran casarse con un millonario y amasar fortuna. Bajo el sistema económico que impera en occidente el hombre banquero que se vale de muchas artimañas para hacerse rico es objeto de admiración y se eleva a la categoría de inteligente, brillante y exitoso. Por el contrario, algunas mujeres de mente lúcida e inteligencia práctica se les califica de aprovechadas de los hombres, desplumadoras de varones y otros epítetos de connotación negativa. Con raseros distintos juzga la sociedad a hombres y mujeres que se convierten en millonarios y poderosos. Astuta y ramera es lo menos que se le dice a una dama que aprovechando sus encantos personales logra ascender en la escala social y pasar de ser una mujer pobre a pertenecer al jet set nacional o internacional. Entretanto, a los grandes cerebros de la banca, la industria y la empresa, los medios de comunicación y la sociedad en general los califica de inteligentes, exitosos y divos. También es valiosa y posee cierta clase la mujer que vende sus encantos al mejor postor, en ambos casos tanto unos como otras persiguen fines comerciales y de enriquecimiento por vías distintas, lo cual no significa que sean moralmente más aceptables los de los varones que los métodos utilizados por las mujeres. Es la ley natural que los animales utilizan su belleza, poder de atracción y encantos para atraer a hembras o machos. Nadie critica al pavo real cuando exhibe su bello y colorido plumaje para atraer la hembra y aparearse con ella. La ley del más atractivo y del más fuerte se impone dentro del mundo animal. Los humanos no hacemos otra cosa que aceptar y valernos de esos mismos poderes de atracción. La belleza y la riqueza son imanes poderosos que atraen al sexo opuesto: Madonna con su inteligencia y Lady Gaga que la copió, saben que así funciona el mundo. La señora Estefanía Germanotta, de origen italiano como Madonna y la transgresora Lady Gaga, aprendieron desde niña que crear escándalo, mostrar encantos eróticos produce grandes réditos y nadie debe escandalizarse por ello ni juzgar a estas listas inteligentes mujeres que no han hecho otra cosa que jugar con la deficiente oferta de erotismo de la sociedad gringa y los insoportables niveles de represión de la sociedad calvinista, moralista e hipócrita anglosajona.
Los escrúpulos no juegan a la hora de convertirse en explotador banquero que gana millones de dólares por ser intermediario entre el que tiene el dinero y el que lo necesita. De análoga manera esta sociedad consumista, hedonista y materialista, erotizada al extremo en la publicidad y en la vida cotidiana, hace que las mujeres aprovechen esa riqueza personal y a veces su belleza para vivir económicamente holgadas y exentas de afugias económicas. El banquero busca arrasar con su competidor, como también lo hace el negociante, el comerciante, el industrial y en sus propósitos de enriquecimiento no tiene complejos de culpa o se llena de escrúpulos. Donald Trump es una buena muestra del multimillonario inescrupuloso y feroz competidor, lo mismo que Silvio Berlusconi en Italia. El cinismo profesional, como lo admitiera Lin Yu Tang hace muchos años, cuenta tanto para hombres como para mujeres dentro del sistema económico capitalista.
Las caza fortunas venden su sexo, el músculo que atrae a los hombres y al cual se rinden con mansedumbre ovejuna; los ricos y poderosos venden el músculo del cerebro y nadie los critica por ello. Es simplemente un problema de la ley de lo oferta y la demanda económica o sexual que existe así sacerdotes, moralistas y cortos de mente traten de negarlo, el tema continúa para demostrar cómo millones de mujeres y hombres no han sabido aprovechar su capital, su riqueza eróticos.