Por: Jorge Diego Mejía
El polémico presidente de Filipinas, Rodrigo Roa Duterte, es un abogado y político de 74 años, nacido en Davao, capital de la provincia de Mindanao, una de las tres grandes islas, (de las más de siete mil) que componen el archipiélago filipino, y de la cual Duterte se desempeñó como alcalde por espacio de 22 años; más tarde asumiría el poder de la nación, el 30 de junio de 2016 tras obtener casi el 40% de la totalidad de la votación. (Unos 14,2 millones de votos, de los 54 millones del Censo electoral). Un personaje controvertido, polémico y grotesco (como su homólogo estadounidense) que no mide sus palabras en los medios de comunicación, que ha demostrado no tener escrúpulos a la hora de tomar decisiones y que poco o nada le importan los derechos humanos.
Durante su mandato al frente de la ciudad se llevaron a cabo alrededor de 5.900 asesinatos de las cuales 4000 fueron ejecuciones extrajudiciales atribuidas a las fuerzas estatales. No obstante, desde la llegada al palacio de Malacañan, según los datos de Amnistía Internacional la policía de Filipinas ha asesinado (y ha pagado a otros para que asesinen) a miles de presuntos delincuentes relacionados con las drogas, en una oleada de ejecuciones que podrían ser catalogadas como crímenes de lesa humanidad. Entre 2017 y 2019, se han cometido más de 10.000 homicidios relacionados con la “lucha contra las drogas”, de los cuales la policía ha sido directamente responsable de al menos a 2.500 personas al ser acusadas de delitos relacionados con su fabricación, almacenamiento o distribución.
A pesar de las rencillas pasadas, (que incluyen guerras y masacres) Estados Unidos y Filipinas han tenido buenas relaciones, Duterte ha mostrado desde un principio cierta simpatía por Donald Trump, caso contrario ocurría con Barack Obama con quien rompió relaciones en el 2016 y a quien vilipendió públicamente. Esto parece corroborarlo el mismo Duterte cuando su servicio de prensa afirmo categóricamente que: “Trump apoya la campaña antidroga del líder filipino, que (según el presidente estadounidense) se lleva de manera correcta” según informó el canal de noticias ruso Sputnik Mundo. Desde el punto de vista de las relaciones internacionales podría afirmarse que esta es una relación bilateral basada en el realismo político, o realpolitik en el mejor sentido de la palabra.
Filipinas no representa una amenaza para Washington, por lo que resulta improbable una sanción económica u otro tipo de intervención, pues no posee petróleo, ni armas nucleares; por el contrario, han realizado maniobras conjuntas en el pacífico, ya que su posición geoestratégica es privilegiada, por estar incrustada entre China, Vietnam, Taiwán, Hong Kong, Indonesia y Nueva Guinea y por su cercanía con la base de despliegue rápido de Okinawa, donde Estados Unidos tiene unos 100.00 hombres, (sin contar las bases de Guam, Yokosuya, Sasebo y Hawái) tal y como lo afirmaba Brzezinski[1]. Estos hombres se unirían a los otros 100.000 afiliados al USPACOM[2] del ejército filipino en una hipotética confrontación contra China. Que si representa una amenaza para los Estados Unidos.
Aquí el realismo político no solo es latente sino funcional, Jan Doxrud afirma que la Realpolitik, (como explica Kissinger), consiste en una política exterior fundamentada en cálculos de poder y en el interés nacional. Esta política realista y pragmática se opone a aquella política que se fundamenta sobre consideraciones ideológicas y morales, y aquí se nota un distanciamiento entre el modus operandi de Obama y el de Trump; mientras el primero criticó los métodos usados por Duterte en su lucha antidrogas, el segundo los elogió, a sabiendas de que allí se están violando los derechos humanos. Lo más importante para Trump es mantener buenas relaciones con los aliados de ultramar que no representen una molestia para los intereses de Washington, y que en determinado momento pueden servir como “aliados de facto” si se presenta una confrontación en aguas internacionales y /o territoriales, dada la relativa cercanía con Hawái.
Podría decirse que con Obama murió lo poco que quedaba del idealismo en las relaciones internacionales de los Estados Unidos. Con Trump, nace un realismo mucho más agresivo, que incluso puede llevar a considerar al resto del planeta como adversarios, de continuar con la agresiva política proteccionista. La guerra económica con China y la pobre e insulsa diplomacia que hasta hoy ha mostrado. Podría decirse también que entre la purga y el pogromo Filipinas está pasando por su propia seguridad democrática, en medio del constante asedio y fortalecimiento del Estado Islámico y media docena de guerrillas islámicas y de izquierda que proclaman independencia, concretamente en el sur del archipiélago, en Lanao del sur, como sucedió en la toma y la retoma de Marawi por el grupo yihadista Abu Sayyaf que dejó mas de 80 civiles muertos.
Para Rodrigo Borja, El realismo político asume que los estados se proyectan en su política exterior motivados por intereses nacionales y no por consideraciones de altruismo, amistad, idealismo o solidaridad, y que el poder representa un papel decisivo en las relaciones internacionales (Borja, Pp.816). El poder político se va a guiar necesariamente por la diferencia entre lo bueno y lo posible, es decir, entre “lo necesario y lo correcto”, cosas que tanto en Trump como en Duterte son relativas (“lo moral” o lo “ético”) son cuestiones ornamentales, mientras respondan a parámetros de la supremacía del Estado, con leyes bien definidas como lo son el veto migratorio y el muro en el país del norte o la puesta en marcha (de nuevo) de la ley marcial, con la que el presidente amenazó a los filipinos. La radicalización de las ideas, el culto a la personalidad y el populismo parecen conceptos cada vez más vigentes, mientras que el idealismo y el constructivismo en las relaciones internacionales se va destiñendo a medida que se afianzan los radicalismos políticos y los nacionalismos exacerbados.
Es poco probable que Trump tome en serio el conflicto filipino, a no ser que se entable una coyuntura bélica que implique el apoyo incondicional de Duterte en el pacífico. En el plano económico, Filipinas hace parte de la ASEAN, esto quiere decir que el 11% del PIB asiático y buena parte de sus exportaciones van a EE. UU. En 2015, Filipinas exportó $ 77,9 mil millones e importó $ 76,8 miles de millones, dando como resultado un saldo comercial positivo de $ 1,06 miles de millones. En 2015 el PIB de Filipinas fue de $ 292 miles de millones y su PIB per cápita fue de $ 7,39 Mil dólares, muchas de sus exportaciones están basadas en elementos (accesorios) tecnológicos, además de petróleo crudo y refinado, siendo Estados Unidos, su tercer destino con unos $10,2 miles de millones anuales, lo que se traduce en una balanza comercial que ambos mandatarios deben cuidar
Podría hablarse aquí de Liberalismo económico en cuanto a relaciones Internacionales, pero en la era Trump, (a pesar de su marcado espíritu mercantil), seguirá primando con seguridad, la corriente del realismo político. Ahora bien, está claro que Trump no es un hombre que reflexione o se deje doblegar por los informes sobre violación de derechos humanos como los que recientemente sacó Amnistía Internacional sobre Duterte, para él, mientras exista un gobierno aliado que no cause problemas, lo que pase de sus fronteras para afuera no es asunto suyo. Máxime cuando tiene por prioridad “ordenar el caos” que según él le heredó la administración Obama y defenderse del posible ´impeachment´ que le puede causar la investigación por la llamada “trama rusa” en uno de sus momentos mas álgidos.
Referencias:
BRZEZINSKI, Zbigniew; El Gran Tablero Mundial, La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos; Ed. Paidós, 1998. Pp.162, 163.
KISSINGER, Henry S. La Diplomacia, (México: Fondo de Cultura Económica, 2000), 11.
MORGENTHAU, Hans (1990) “Seis principios del realismo político”, “La diplomacia”, en: Escritos sobre política internacional, Madrid, Tecnos, pp.
Borja, Rodrigo. Enciclopedia de la Política. (México, 1997): p. 816
OVERHOLT, William H. The Rise and Fall of Ferdinand Marcos. Author(s): Source: Asian Survey, Vol. 26, No. 11 (Nov., 1986), pp. 1137-1163. Published by: University of California
Jorge
Diego Mejía
Director Sala Museo
de Arqueología Blanca Ochoa de Molina, Docente de Cátedra Ciencia Política,
Seminario de Investigación Universidad de Antioquia. Docente de Ciencias
Sociales Colegio Heraldos del Evangelio.
[1] consejero de Seguridad Nacional del gobierno del presidente de Estados Unidos
[2] Comando del Pacífico de Estados Unidos