Por: Alfaro García

El 30 de octubre de 1910, en Orihuela, pueblo español, nace en el seno de una familia humilde y campesina, el poeta Miguel Hernández, quien en su  infancia se vio obligado a abandonar la escuela para ayudar a su padre en los oficios del campo, destacándose como pastor de cabras. A pesar de sus penurias, Miguel Hernández se convierte en un autodidacta y gran conocedor de la poesía clásica española.  Sus escasos 32 años de vida le fueron suficientes para dejar al mundo de las letras grandes obras maestras, en las que están plasmadas todas sus amarguras.  Vale la pena destacar que este reconocido poeta vivió intensamente la guerra civil española como activista político, tocándole también vivir el destierro, el encierro y la tortura.

A muchos kilómetros de distancia y transcurridos más de 50 años de la muerte del poeta, un ciudadano colombiano es secuestrado por las FARC: la noche del 5 de agosto de 2000. Oscar Tulio Lizcano, el ex congresista, empieza a vivir los más duros y crueles años de su vida. Fueron 3.004 días de secuestro, en los cuales no sólo los malos tratos y las humillaciones de sus carceleros acorralaron su vida, sino que además la naturaleza de forma inclemente y despiadada le impregnó las enfermedades que se esconden en la selva tropical húmeda y lluviosa de la geografía colombiana.  Hasta que sus verdugos se lo permitieron, ayudándole a cargar su pesado morral, el secuestrado pudo guardar y llevar consigo, libros de reconocidos poetas, entre quienes estaba Miguel Hernández.  La poesía se había convertido para el señor Lizcano, en ese aliciente que ayuda a mitigar la soledad que poco a poco lo aturdía.

Sumido en la más honda tristeza, fue despojado de los libros y obligado a vivir solo y aislado, sin permiso para hablar con nadie; el silencio carcome su ansiedad, no quedándole más alternativa que pensar y pensar.  Inspirado en Martha Arango de Lizcano, su esposa, “la barquerita”, como siempre la ha llamado, empieza a escribir poemas; poemas donde la tristeza, el dolor y la amargura se traducían en bálsamo para sus seres queridos cuando éstos eran recibidos.  Apoyado en los versos de Miguel Hernández, Lizcano empieza a rayar  y rayar cuadernos, comunicando sus más íntimas vivencias, sus sentimientos, sus creencias, sus preocupaciones y porqué no, sus pocas alegrías. Algunos carceleros hasta le encargaban poemas para enamorar a sus compañeras. La poesía llegó a serlo todo, a comunicarlo todo; gran aliciente para quienes saben aprovechar el tiempo en medio de las adversidades.

Sin necesidad de grandes atributos o experiencias literarias, puede decirse que la poesía es el medio para hacer fluir los sentimientos hacia la luz; la poesía es la imagen del alma, a través de ella se puede percibir más allá de lo que perciben los cinco sentidos, en ella se descubre y se describe lo bello, y lo que no es tan bello, lo puede transformar.  La poesía capta algunos instantes de la vida plasmándolos con sentimientos  recónditos; ella es capaz de dulcificar la amargura y hacer florecer la escasez en  abundancia.  Si todo eso es la poesía, ¿por qué no cultivarla y enseñarla?. Debe saberse que grandes poetas y literatos, han surgido y aportado sin necesidad de tantos títulos; el siglo XXI debe hacerle eco a esos grandes poetas que amaron sin temor.  Sin saberse por qué, el hombre “postmoderno” decide alimentar su ego en el machismo, el racismo y por qué  no, en el capitalismo; se quedaron atrás los buenos modales, las palabras sonoras y respetuosas, los discursos elegantes.  Hoy poco se sabe de etimologías, de monosílabos y ortografía… Es pues el momento de pensar desde la escuela, en cultivar y sacar a flote ese espíritu de poeta que tienen muchos jóvenes.