Por: Rodrigo Pareja
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En una de esas magistrales y oportunas salidas que lo hacen aparecer como un ser de brillante inteligencia y fino sarcasmo, el dirigente conservador de Caldas y ex ministro de Estado, Rodrigo Marín Bernal, dijo alguna vez, para referirse a alguien en decadencia, que el fulano ese “estaba perdiendo desprestigio”.
Aunque resulte redundante, el sabroso chascarrillo puede aplicarse con todas las de la ley en el momento que vive el país, a los políticos y al Congreso de la República, para conseguir lo cual, — -perder desprestigio — cada estamento a su manera, hace todo lo posible por lograrlo.
No basta sino observar el pánico que se ha apoderado de todos ellos ante el inatajable ascenso de la candidatura de Antanas Mokus y el fervor que ha despertado la ola verde en todo el país, para darse cuenta de que, de pronto demasiado tarde, comenzaron a sentir lo que les viene pierna arriba.
El Congreso contra su querer, y seguramente aupado por el gobierno, temeroso y empañicado por todo lo que ahora tenga color verde, enterró un proyecto por medio del cual aspiraban estos HP– honorables parlamentarios – subirse el 75% en sus pensiones de jubilación.
Afortunadamente el pernicioso mensaje ya había sido enviado por estos desvelados servidores públicos, y podría asegurarse que si a estas alturas de la contienda electoral estuviera sobrado Juan Manuel Santos, el dicho proyecto habría pasado sin ningún inconveniente.
Pero ya el menospreciado legislativo cumplió su parte para perder desprestigio, y los millones de partidarios de la honestidad y la legalidad tendrán en este punto, un argumento más para acudir copiosamente a las urnas el 30 de mayo.
Y ahora viene el aporte de los políticos, representados por ese eximio exponente de la lealtad, la fidelidad, la rectitud, la honestidad, la nobleza y la probidad, que es el congresista Roy Barreras, quien entre otras cosas resultó como constitucionalista muy buen médico.
Este lacayuno, al igual que los demás miembros de la dócil servidumbre que ayuda al poderoso, recibió casi con genuflexiones y velas prendidas a Argelino Garzón, cuando el candidato del gobierno, en un error que en su momento no alcanzó a calibrar, lo designó su fórmula vicepresidencial.
Al igual que los comentaristas deportivos, a quienes Jorge Valdano tildó acertadamente de “profetas del pasado”, el tránsfuga Roy Barreras apenas ahora viene a darse cuenta que Garzón, quien compite con él y con bastantes méritos en materia de deserción, no es el hombre indicado para hacerle la segunda a Juan Manuel Santos.
Por eso, en un rapto de fugaz iluminación, ha salido a proclamar que es necesario sacar a Garzón de la fórmula y poner en su lugar a Andrés Felipe Arias, a Luis Ernesto Mejía o, en el colmo del cinismo, a su antiguo jefe, Germán Vargas Lleras.
Este, a pesar de estar refundido con el margen de error en todas las encuestas, salió a descalificar y poner en su sitio a Barreras, quien lo bajó de candidato a fórmula vicepresidencial, sin sonrojarse siquiera. Vargas afirmó que no veía cómo ni por dónde, pudiera entregar su candidatura a un elemento de la calaña de Roy Barreras.
Todo esto no hace sino confirmar que el congreso y la clase política hacen hasta lo imposible todos los días para “perder desprestigio”, de acuerdo con la picante y certera afirmación de Rodrigo Marín Bernal.
Ese color clorofila los tiene viendo un chispero, y lo mejor que podría pasarle a Mokus es que en medio del río, a Santos le dé por cambiar de cabalgadura. Otro motivo más para el 30 de mayo. Ni que también su caballo fuera un discapacitado.
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