Es más que natural tener personalidad, comportamientos que describen la forma de ser de los seres humanos y que permiten diferenciarlos. Y estas características también se las atribuimos a otros seres sintientes, como los que no tienen voz. En esta oportunidad quiero hablar de los perros, esos nobles amigos que siempre son leales con sus tenedores.
Ellos pueden ser sociables, tímidos, independientes e, incluso, algunas razas son señaladas de ser agresivas por su genética. Los pitbull, rottweiler y fila –entre otros- hacen parte de esa clasificación de la ley 746 de 2002 “por la cual se regula la tenencia y registro de perros potencialmente peligrosos”.
Sin embargo, es claro que las conductas pueden moldearse y que los animales de compañía solo son agresivos si existen razones, como falta de socialización, traumas, problemas hormonales, dolores, defensa de su territorio o de sus crías. En el peor de los casos se debe a que son entrenados para peleas, como si estuvieran en el Coliseo Romano. A causa de este comportamiento, muchas veces los perros deben ser sacrificados.
Hoy en el mundo es común que a los caninos les apliquen la eutanasia por su estado de salud. Sus responsables –en un acto de amor- deciden apagar sus vidas para evitarles una muerte lenta y de agonía. No obstante, sin ánimo de entrar a una confrontación, también debo mencionar que, para algunos, este hecho es moralmente reprochable.
No obstante, cuando no se trata de un escenario en el que se busque impedir el dolor del animal de compañía, considero ilógico que sea sacrificado por conductas que pueden ser corregidas, incluso cuando se trata de razas grandes y fuertes que terminan siendo juguetonas y nunca atacando. “Sacrificio eutanásico del animal por parte de las autoridades que las alcaldías municipales designen para tal fin”: así lo define nuestra incoherente legislación colombiana cuando los canes, bajo unas circunstancias de reincidencia y de imposibilidad de rehabilitación, han atacado a un humano.
Si somos las personas las que terminamos por alterar el comportamiento de estos nobles animales, ¿por qué permitir que sean sacrificados? Realmente no existe una cifra clara de cuántos casos se han presentado, pero es momento de buscar que nunca cumplan una condena de muerte. La única forma en la que deben morir es bajo el amor de su familia.
La vida siempre debe protegerse en todas sus expresiones y circunstancias. Ellos merecen nuestro cuidado, gratitud y cariño. Si nuestra legislación contempla condena de muerte para especies potencialmente peligrosas, ¿cuál debería ser entonces la sentencia para su tenedor, que no lo cuidó lo suficiente para evitar que llegara a un triste final y que pudo haber incitado en este comportamiento?
*Director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá
@JDPalacioC