Por: Jaime A. Fajardo Landaeta

El inevitable show mediático que se montó alrededor de la liberación de los secuestrados, entre ellos el mayor de la Policía Guillermo Solórzano y el cabo del Ejército Salín Sanmiguel, impidió que éstos regresaran a sus hogares el día previsto inicialmente. Todo por culpa de las Farc, que cambiaron las coordenadas de ubicación de las víctimas o entregaron la información imprecisa y con la clara pretensión de engañar al Gobierno y a la Fuerza Pública. Son hechos que nos demuestran la aridez de este camino que debería llevarnos hacia una real iniciativa de paz.

 

Razones de sobra le asisten al presidente Santos al denunciar que hay ostensible manipulación en dichas liberaciones y que la guerrilla abusa de las garantías pactadas. También, al considerar que no puede seguir estimulando este proceso; que urge una liberación inmediata y sin condiciones de todos los secuestrados y un cese definitivo de las acciones terroristas. Añade que está dispuesto a abrir la puerta del diálogo si existe compromiso en la búsqueda de una paz seria, que implique la desmovilización de las estructuras guerrilleras. Lastima que el comunicado de Colombian@s por la paz no haya criticado las maniobras de las Farc, porque eso les da razones de peso a los enemigos de la negociación política.

A la ex senadora Piedad Córdoba hay que reconocerle el gran valor y decisión de que ha hecho gala en relación con esta noble causa, por la cual se ha jugado gran parte de su capital político. Pero comparto con muchos analistas que ella no es la persona indicada para establecer futuros acercamientos con esa agrupación o con el ELN, aunque puede coadyuvar gracias a su experiencia y conocimientos en el tema. Tan pronto el Gobierno nacional establezca que existen condiciones, deberá nombrar una persona de las más altas calidades, con solvencia en el manejo del conflicto y de los grupos subversivos, y con la suficiente capacidad para mantener independencia de los grupos ilegales; que a la vez sepa ganar la confianza que requiere una mediación o negociación, según el caso.

Pero tendremos que volver al estado actual de las Farc y a su real disposición a emprender esta verdadera batalla por la paz. Creo que en su interior existen dos tendencias que se debaten por definir un rumbo. Una, que considera que con el actual Gobierno se dan las condiciones suficientes para emprender la tarea de la negociación política y la búsqueda del final del conflicto armado; esta fracción está encabezada por Alfonso Cano, pero aún no unifica al Secretariado. Y la segunda, que considera que no es el momento para abordar una negociación –aunque no la descarta-, aduce que las Farc deben fortalecerse y salir de la actual situación de acorralamiento por parte de la Fuerza Pública; solo entonces dispondrían de un escenario más aceptable para la negociación. Ambas posiciones tienen en común que Cano puede unificarlas. Lo que está por verse es por cuál de las dos se inclinará, porque el problema también es de tiempo y de selección del momento oportuno para tomar la decisión.

Si se logra que esa guerrilla decida avanzar por el sendero de la paz y de ofrecer todas las condiciones para la apertura de la puerta señalada por el Presidente, lo más seguro es que otras opciones favorables a esa iniciativa también se abran, entre ellas las representadas en oportunidades de un mayor apoyo de la comunidad internacional. Países como Brasil, Ecuador, EE.UU., la misma Unión Europea y Venezuela serían un baluarte fundamental en este propósito. Además, dentro del enfoque de la Unidad Nacional y del acuerdo también nacional del presidente Santos se discutirían grandes temas que serían llevados a la mesa de negociación y con los cuales se podría blindar el proceso con esa guerrilla. El capital inicial que se exige es voluntad política y decisión para navegar en las aguas de la paz y la reconciliación.