Por: Luis Pérez Gutiérrez

La Sociedad es tolerante con causas ilegales que no nos dejan progresar. El trabajo infantil es una de esas actividades con las que la sociedad es complaciente, aun sabiendo que prolonga la miseria y la inequidad.

La Constitución y la Ley prohíben el trabajo infantil. Como muchas cosas en Colombia, lo ilegal es aceptado a ojos vistos. A la ilegalidad del trabajo de los niños, están atados el odioso maltrato y explotación infantil.

 

Según el último informe del DANE, en Colombia hay 1.628.300 niños entre 5 y 17 años que trabajan. De ellos, 786.567 laboran 48 horas o más y 841.773 trabajan en el hogar más de 15 horas. El 46,7% de los niños que trabajan lo hacen porque la familia no tiene ningún tipo de ingresos. El 16.8% labora más de 48 horas semanales. Y el 33.4% trabajan entre 48 y 25 horas.

Un menor que trabaje será un adulto sin futuro y lo acompaña la ignorancia. La mayoría de los niños que trabajan, no van a estudiar; de los menores que laboran en el campo, el 80% no va a la escuela.

A los niños que trabajan, la miseria los rondará de por vida. El trabajo infantil perpetúa la pobreza de una sociedad.

Y las frustraciones del infante lo acompañaran de por vida. Un niño que trabaja nunca fue niño. Y con el tiempo, pierde la alegría y la felicidad que es un derecho de los infantes. El trabajo infantil priva al niño de su niñez, no vive a plenitud la vida y la libertad propias de un infante. El Menor que trabaja lleva un dolor invisible, que lo acompañará toda la vida, por no poder haber tenido la felicidad que le corresponde a cada niño en este mundo.

A los niños pobres los asedian todos los ilegales. Los grupos armados ilegales desde tiempo atrás ven en el reclutamiento de los niños una fuente de mano de fuerza barata y de excelente calidad para la violencia. Las redes de pornografía y explotación sexual están al acecho y los esclavizan con dinero, alcohol y drogas. Las redes internacionales de tráfico de drogas los envician y los utilizan para el transporte y comercio de droga. En los colegios los jibaros menores abundan porque no se distinguen de sus compañeros. Los delincuentes ven en el menor la impunidad y los inducen a cometer delitos para ellos excarcelables. Y muchos padres, desesperados por la falta de ingresos en la familia, los utilizan para que trabajen en lo que resulte.

Oigan esta cifra. El 37.6% de los infantes que trabajan no reciben ninguna remuneración, explotación pura. 842.000 menores, especialmente niñas, realizan labores de hogar permanente que no les permite estudiar ni formarse.

Una nota importante. Cuando se habla de equidad de género no se puede ignorar una causa certera de inequidad, pues cerca de 846.000 menores que trabajan más de 15 horas semanales en oficios de hogar, el 77% son mujeres. Desde allí nace un severa inequidad de género.

El reclutamiento de los menores para la guerra es dramático y no termina. Unicef y Human Rigths Watch calculan que serían entre 8.000 y 11.000 los menores reclutados por paramilitares y guerrilleros. Pero el Tribunal Internacional sobre la Infancia asegura que habría más de 14.000 infantes reclutados por paras y guerrillas.

En la ciudad de Medellin, según cifras del Ministerio de la Protección Social, trabajan 60.023 niños entre los 5 y los 17 años. De ellos, el 40 por ciento no asiste a la escuela. En Bogotá hay 106.883 niños trabajando. En Cali 67.288. En Barranquilla 48.475. En Bucaramanga 28.307 En Cartagena 26.513.

Mientras se tolere el trabajo infantil de niños y niñas, se acentuará la cadena de la pobreza y nunca se superará la inequidad.

Es urgente crear un ambiente de legalidad propicio para que todo niño y niña se desarrolle hacia el progreso individual y de la sociedad. Si, que un niño que trabaje es ilegal, y tenemos 1.6 millones de menores trabajando y violando las normas, no solo seguimos el camino de perpetuar la pobreza y la inequidad, sino también, que estamos construyendo una cultura de la ilegalidad que se puede carcomer la institucionalidad. Si lo ilegal vale, estamos perdidos.