Hoy es Domingo de Resurrección. Jesús ha vencido la muerte. La verdad no quedó sepultada. El amor no fue derrotado. La esperanza resucitó.
Con Jesús, resucita la posibilidad de creer… De volver a confiar. De hacer las cosas bien.
La política decente también puede resucitar. Lo hará si se hace con base en principios, si se fundamenta en valores, si respeta los derechos y defiende la verdad.
Resucita si el discurso político deja de ser un arma para herir y se convierte en un instrumento para el servicio y la construcción de una sociedad mejor para todos: justa, equitativa, democrática y sostenible.
¡Claro que sí es posible ver cómo la política se levanta gloriosa! Si quienes la encarnan lo quieren, así es: políticos -congresistas, diputados, concejales, ediles y gobernantes- que hacen política con argumentos, no con insultos. Con la verdad demostrada con fundamentos fácticos y jurídicos, producto de un buen trabajo de la razón y no con pasiones viscerales y mentiras. Defendiendo la información veraz e imparcial a la que tiene derecho la sociedad, para que participe y decida con criterio, y no con populismo, falacias y manipulación. Escuchando al que piensa distinto, con respeto y tolerancia. Con altura, no con la vileza de las injurias y las calumnias. Y honrando la palabra al servicio del interés general y no empeñada a minúsculos grupos de intereses particulares, políticos y económicos, y financiadores de campañas.
Pero los ciudadanos también jugamos un papel muy importante en
la posibilidad de creer, volver a confiar y hacer las cosas bien. Si no nos dejamos manipular y arrastrar por el odio disfrazado de ideología. Si no nos dejamos convencer por pasiones y emociones que sepultan la razón. Si nos paramos en la ralla -como ciudadanos informados, inteligentes, interesantes y calificados- y defendemos nuestro derecho a una política decente, reflexiva, argumentativa, deliberante, respetuosa y responsable…
Si así lo hacemos, veremos ascender a verdaderos profesionales de la política que nos habrán de garantizar una sociedad con legitimidad institucional, cohesión social y calidad democrática.