Por Jorge Gómez Gallego

Quise hacer el ejercicio de calcular, con un ejemplo sencillo y práctico, el monto de las utilidades que puede obtener uno de esos fondos especulativos de inversión a los que Colombia les despierta tanto apetito, al decir de los comentadores fletados por los intermediarios financieros.

Tomé para el efecto el ejemplo de una inversión registrada el 20 de noviembre del año pasado. Utilicé una cifra redonda para facilitar las cuentas: cien millones de dólares (US$ 100’000.000). El gringo llegó ese día y compró dólares a la TRM que según el Banco de la República fue de $ 1.920, es decir, convirtió cien millones de dólares en ciento noventa y dos mil millones de pesos colombianos ($ 192.000’000.000). De inmediato invirtió esa suma de dinero en acciones en la Bolsa de Valores de Colombia.

Hoy, cuatro meses después de haber hecho la inversión, decide liquidarla y miren lo que nos encontramos: que la BVC ha tenido una valorización promedio del 14% entre el 20 de noviembre de 2011 y el 20 de marzo de 2012, lo que significa que el gringo vende sus acciones por la suma de doscientos diez y ocho mil ochocientos ochenta millones de pesos ($ 218.880’000.000).

Una vez ha recibido sus pesos, los cambia nuevamente por dólares, que ya no valen a $ 1.920 sino a $ 1.758 (TRM del 20 de marzo), de esa forma los vende por ciento veinticuatro millones quinientos cinco mil cien dólares (US$ 124’505.100), logrando una rentabilidad del 24.5% en el cuatrimestre. Llegó con cien millones de dólares y se fue con sus cien millones más otros veinticuatro millones y medio más.

Si hubiese dejado sus cien millones de dólares en Norteamérica, hubiese obtenido en los cuatro meses, a lo sumo una rentabilidad del 2.5%, que es equivalente de lo que se gana en un tercio de año invirtiendo en la acción más rentable de las que cotizan en la Bolsa de Nueva York. Escasamente se hubiera quedado con sus cien millones, más dos millones y medio de dólares de ganancia y eso sin descontar la desvalorización de la divisa americana. La décima parte de lo obtenido en Colombia,  lo que quiere decir que nuestro país si es un verdadero edén para los especuladores.

En este mismo periodo, contrasta la prosperidad de esos especuladores con lo que les sucede a los empresarios nacionales que tienen la exportación como destino para sus mercaderías. Un productor que lograba colocar sus mercancías en Estados Unidos a razón de cien dólares la unidad (US$ 100), recibía el 20 de noviembre del año pasado ciento noventa y dos mil pesos ($ 192.000) al reintegrar los dólares. Hoy 20 de marzo solamente recibe ciento setenta y cinco mil ochocientos pesos ($ 175.800) por su misma unidad facturada, y si a eso le descontamos el IPC acumulado de los cuatro meses (noviembre de 2011 a febrero de 2012) que fue del 1.9%, encontramos que solo recibió, efectivamente, ciento setenta y dos mil cuatrocientos sesenta pesos ($ 172,460) por los cien dólares.

A ellos, por razones que no están bajo su control, se les dificulta la competencia; para mantener sus ingresos en pesos, deben colocar sus mercancías a un mayor precio en dólares. En esta categoría están los productores de café, banano, textiles, confecciones y manufacturas en general, que pagan sus costos de producción en pesos y por eso deben reintegrar la totalidad de las divisas.

Aquí no clasifican los de petróleo, oro, níquel y otras materias primas, que pueden pagar la mayor parte de sus costos en dólares por lo que no están obligados a demandar el  reintegro, o si lo hacen, reconvierten los pesos recibidos nuevamente en divisas para ser enviadas a sus casas matrices. Tampoco, por razones obvias, están allí incluidos los grandes comercializadores. Casi todos, por no decir todos ellos, son monopolios trasnacionales.

Otro tanto sucede con los productores que tienen el mercado nacional como su destino. La competencia se pone más barata, o competitiva como llaman ahora, cuando los importadores de toda clase de géneros pueden conseguir más dólares con los mismos pesos y desde luego importar por la misma plata más mercancías. Si en noviembre de 2011 usted podía importar una camisa de un dólar por  $ 1.920, hoy puede importar la misma camisa de dólar por $ 1.758 y como es natural puede competir en mejores condiciones con quien la produce aquí con la inflación acumulada.

La cifra récord de quince mil millones de dólares de inversión extranjera directa registrada el año pasado y presentada como un trofeo por el gobierno de Juan Manuel Santos, sin lugar a dudas significa una llamarada infernal para la producción y el trabajo nacionales. Solamente los especuladores, los monopolios financieros y las multinacionales se sienten habitando el paraíso en el gobierno de la Unidad Nacional.