Autor: Rubén Darío Barrientos

La noticia vino desde España (El País), pero su información tiene como epicentro los Estados Unidos de América. Sucede que en “gringolandia” –en donde demandar es un deporte nacional– un vivaracho equipo de abogados está apoderando a no pocos recién graduados en Derecho, para entablar pleitos contra 20 universidades por “habérseles creado falsas expectativas laborales”. Algunos aseguran que invirtieron hasta US$150.000 para adelantar la carrera y, con su diploma debajo del brazo, han aterrizado de barriga en restaurantes y tiendas, es decir, alejados del ejercicio profesional.

En las demandas, se habla de lo divino y de lo humano. Por ejemplo, se argüye que los poderdantes estudiaron Derecho por ser la profesión más lucrativa; también se aduce que el endeudamiento para adelantar los estudios universitarios los tiene deprimidos y no falta la razón según la cual se pulverizaron las leyes de protección al consumidor porque de manera embaucadora se condujo a elegir esta carrera. En fin, las palabras que se reiteran son: engaño y espejismo. Pero es que se tiene entre ceja y ceja, el dios dinero, el vil billete…

Me parece que es ridícula esta situación. Las universidades, en primer lugar, nunca garantizan puestos o ingresos superlativos: el medio genera oferta-demanda y punto. En segundo término, un centro de estudios superiores tiene que asegurar que existe aprobación estatal en el pensum y que hay calidad en su producto académico. Si el estudiante se endeudó para cubrir las matrículas, si las pagó anticipadamente, si tiene plata o no, si sueña ser opulento, son hechos ajenos al acontecer universitario. Es el problema de cada cual, no endosable a las demandadas.

 

Se busca, sí, que haya buen nivel de los titulados para que el nombre de la universidad florezca siempre. Pero de ahí a garantizar, que el que egrese libra la inversión en un santiamén, o jurar que el que termina estudios abrazará las mejores plazas laborales del estado que habita, es algo necio. Hay unos enemigos naturales del Derecho hoy: saturación de abogados, avanzados programas de software y servicios on line. Pese a ello, esta es una profesión liberal, que permite montar oficina y buscar hacer clientela.

Otra cosa es bien distinta: las firmas de abogados que más ganan en el mundo, están en los Estados Unidos. Las utilidades para cada socio de Lipton, Rosen & Katz, bufete de Nueva York, rondaron los 5 millones de dólares, además de los honorarios mensuales percibidos. En una economía mayor y en un respeto (o miedo, más bien) por el Derecho, se perciben cifras astronómicas. Aparte de ello, todos en Estados Unidos tienen su abogado de cabecera y nadie da un paso sin él. Los juristas en USA, viven como reyes: tienen mansiones, yates de lujo y carros último modelo.

Ese miramiento hacia una carrera que se aprestigió fuertemente allí, hace que los estudiantes de Derecho piensen que es obligatorio ser ricos con la abogacía. Pero las cosas han cambiado allí y en el mundo. En vez de prepararse bien, en vez de formarse con preeminencia, en vez de ahondar los temas profesionales, la preocupación macabra es la plata. Y los pleitómanos abogados allí, en Estados Unidos, metiendo miedo y buscando el negocio que reparta dinero para seguir acumulando. La inversión de valores, no tiene ni edad, ni sexo, ni profesión. ¿O no?