Por: Jaime A. Fajardo Landaeta

Cálculos mal hechos y sobredimensión de los resultados de las protestas campesinas y mineras llevan a las Farc y al Polo Democrático a exagerar su capacidad de influencia en algunos sectores sociales. Las primeras están convencidas de que las movilizaciones ratifican su ascendiente, sin valorar que muchas veces expresan fatiga frente a los desmanes cometidos, y también en relación con el fracaso de muchas políticas oficiales.

De otro lado, no se sabe cómo entiende  el Polo Democrático la inclusión en varias listas para el Congreso de la República de importantes líderes de la protesta social que, al parecer, consideran que la mejor forma de ganar electores es seguir promoviendo paros y protestas. Errores de cálculo.

Las dos organizaciones fallan al atacar la iniciativa del Gobierno de hacer coincidir las elecciones parlamentarias o presidenciales con un referendo para aprobar o negar los posibles acuerdos de La Habana. Ataques que favorecen la embestida de la extrema derecha contra el proceso, mientras propician un ambiente de desgaste que genera incredulidad en la opinión pública.

La prolongación de los diálogos se convierte en un escenario tortuoso, contrario a las aspiraciones democráticas de lucha por la paz. Para las Farc significa una maniobra del Gobierno para supuestamente fortalecer la reelección presidencial y, para éste, un camino plagado de dificultades.

Las Farc deberían estrechar los acercamientos con el Gobierno nacional para avanzar juntos en la superación del conflicto armado, pero de manera equívoca pretenden sacar provecho de la debilidad de su interlocutor. Y en relación con el apoyo a los diálogos ofrecido por la comunidad internacional, lo asocian a expresiones de simpatía con sus propuestas y con esa organización: ¡otro cálculo errado!

Para dicha guerrilla sería tan suicida la decisión de levantarse de la mesa de negociaciones como suponer que la fuerza pública no está en capacidad de golpearla militarmente. Piensa que el presidente Santos está forzado a sostener esos diálogos y sus pretensiones desbordadas, sin que haya resultados concretos. Se equivoca: el Gobierno ya incurrió en un costo político, y tal vez una ruptura podría significar recuperación del terreno que ha perdido.

Así pues, seguimos esperando avances, luego de enderezar las cargas como es debido. O afrontaremos una ruptura definitiva de estos atisbos de paz para Colombia. ¡Otro error imperdonable!