Por: Sinergia Informativa

El voto en blanco es una alternativa a la cual recurrirán aquellos inconformes que quieren expresar su desacuerdo con la forma en que se ha venido ejerciendo tradicionalmente la política. A diferencia de los abstencionistas, harán uso de su derecho constitucional al voto, y cumplirán con su deber ciudadano de participar en la vida pública del País.

A los abstencionistas se les ha endilgado su falta de civismo, aunque muchos de ellos manifiesten que no votan por rebeldía y rechazo a prácticas corruptas, clientelistas y politiqueras que, en efecto, han caracterizado nuestra actividad política. Pero detrás de esa manifestación de su opinión, se esconde un porcentaje mayor de indiferentes y conformistas que prefieren enterrar la cabeza, mientras los politiqueros que pretenden rechazar, hacen lo que saben y garantizan su reelección y la de sus patrocinados.

A los promotores del voto en blanco se les reconoce el valor cívico de desenterrar la cabeza, mirar de frente y, sin temor, desafiar con su decisión consciente a quienes desvergonzadamente pretenden continuar haciendo uso de la política para satisfacer sus intereses particulares. Contrario a aquéllos, éstos demuestran su responsabilidad con nuestra democracia, que aunque imperfecta, necesita de ciudadanos que participen y validen las decisiones que -esperamos quienes ejercemos el derecho al voto- estén orientadas al interés general, porque el objetivo de decidir en las urnas es el bienestar de todos: esa es una de las finalidades de nuestro estado social de derecho.

 

Si con su decisión mayoritaria logran que se repita por una sola vez la votación para elegir a los miembros de una corporación pública, habrán demostrado en las urnas el sentir de la muestra que hoy tienen al Congreso y a la clase política en el alto nivel de desprestigio que señalan las encuestas.

Pero su decidida y valerosa actuación no debe convertirse en cacería de brujas que busque quemar en la misma hoguera a todos los que participan en política. Hay 2.441 aspirantes al Senado y a la Cámara de Representantes. Entre ellos hay, indudablemente, un gran porcentaje de politiqueros, clientelistas, corruptos e inconsecuentes con el poder que les hemos otorgado en las urnas para que trabajen por el interés general. Sus acciones y sus omisiones los han hecho visibles.

Pero hay otro buen porcentaje de aspirantes que lo ha hecho bien, y nuevos candidatos con hojas de vida que respaldan su idoneidad, su honestidad y su respeto por la política, la que no podemos soslayar porque es absolutamente necesaria para la organización de nuestra sociedad y el bien común.

Basados en los designios de nuestro libre albedrío, todos tenemos el derecho de apoyar a sendos candidatos a Senado, Cámara o Parlamento Andino, las listas cerradas que sean de nuestra preferencia o votar en blanco. De acuerdo con nuestra consciencia y, especialmente, fundamentados en el conocimiento objetivo de quienes participan en la contienda electoral del 9 de marzo y del 25 de mayo, tenemos la posibilidad de escoger lo mejor, incluyendo el voto en blanco.