Por: Gustavo Salazar Pineda
La humanidad siempre y en todo tiempo se ha drogado, la adicción física y mental a las drogas calma la ansiedad, la inseguridad y las dificultades que normalmente el ser humano siente por el solo hecho de vivir.
Drogas y paliativos para el alma humana ha habido siempre desde que el hombre apareció en la tierra. Primero dependían los primitivos de la luna y el sol y ellos eran adictos en el afán de regular sus vidas y el modo de adquirir los bienes para la subsistencia. Las siembras, cosechas y la caza estaban regulados por los ciclos de la naturaleza. Vinieron luego los Dioses y los religiosos y a ellos también adictivamente se han entregado cientos de millones de personas. Las cruzadas, las guerras religiosas, incluida la de los fanáticos y terroristas islamistas, son el producto de la adicción a las drogas y sabemos por las palabras de Vladimir Lenin que la religión es el opio del pueblo. El achís, el opio, la morfina, la cocaína y la heroína y las demás modernas sustancias alucinógenas han sido consumidos como medio de combatir la angustia existencial y crear paraísos mentales artificiales de felicidad. El LSD o dietilamida del ácido lisérgico fue en los años sesentas la droga preferida de jóvenes inconformes, hippies con su rebeldía y aventureros con ansias de vivir a todo tope. Personas ha habido que se drogan con conciencia, y aún más, recomiendan a otros, incluyendo a sus hijos, utilizar el LSD y otras drogas para vivir en equilibrio y nirvana espiritual.
El español Antonio Escohotado es uno de los pioneros mundiales de esta tesis, presentando así el panorama de la drogadicción sin el sesgo utilizado por algunos conservadores y moralistas como fenómeno relativo solo a la adicción y consumo de sustancias enervantes y para el cerebro, fácilmente se comprende porque el alcoholismo, que en otra época era una epidemia social de clases altas, medias y bajas y el azote de círculos estrechos como Hollywood y el de los artistas y cantantes, ahora ha cedido el paso a otra no menos dañina y destructiva adicción: la cibernética y las redes sociales.
La idiotización, robotización y degradación física y mental de alcohólicos, heroinómanos, cocainómanos y consumidores de otras drogas alucinantes, la está realizando ahora las redes sociales, las que usan en extremo miles de millones de usuarios, convirtiéndolos, como se ha dicho en esta columna en otras oportunidades, en auténticos zombis o idiotas dependientes y adictos de todo lo que se publica en sus celulares. Lo peor del fenómeno es que, al igual que los drogo y alcohólicos dependientes, no caen en la cuenta ni aceptan su idiotez, adicción y su transformación de su personalidad a consecuencia del enfermizo apego al maravilloso pero mal utilizado aparato electrónico.
El ritmo vertiginoso del cotidiano vivir forma superficiales ligeras y nada profundas nuestras relaciones con nuestros semejantes, tan necesarias para un buen vivir. La superficialidad y liviandad con las que vivimos y nos relacionamos hacen que seamos inseguros, frágiles y basemos la empatía con otros seres más en aspectos triviales e insustanciales como la apariencia física y la belleza corporal con olvido y desprecio de la belleza que dimana o emerge de la serenidad, la tranquilidad y el equilibrio emocional.
Nos dejamos sorprender y cautivar por la belleza meramente aparente, prefabricada, manipuladora y artificial y de allí que solo tengamos satisfacción navegando en internet para saber cómo viven los famosos, ricos y notables a los que erróneamente les asignamos una vida casi perfecta comparándola con las nuestras, lo que hace fácilmente que caigamos en nuestra desaprobación, baja autoestima, caminos seguros que conducen a la depresión.
La necesidad de afiliación nos impulsa a unirnos a grupos, clubes y otras instituciones que nos permitan vivir adecuadamente en sociedad, la trampa está en que nos volvemos adictivos a buscar perfiles y vidas de los famosos y dejamos de vivir las nuestras.
Quienes tienen un alto nivel de necesidad de afiliación suelen ser los más concurrentes y asiduos visitantes de instagram y otras plataformas cibernéticas, y también son los que a menudo se trazan en relaciones personales de amistad o amorosas tóxicas, abusivas, narcisistas y dañinas. En suma, son candidatos fijos a ser pacientes de psicólogos y siquiatras y generalmente depresivos y maníaco dependientes.
En las redes sociales se cuelgan solo aquellos episodios por los que consideramos vivimos bien, sanos y felices. Eso explica la manía obsesiva y compulsiva de tomarse fotos a toda hora y de todo como si ello le importara mucho a otros. Las fotos retocadas y pulidas maravillan y cautivan a quienes las aprecian y admiran, pero los efectos son, por lo general, falsos y producidos por trucos y artificios. Así lo advierte David Brancombro, quien premeditadamente suele colocar en sus plataformas fotos feas, poco atractivas y aparentemente carentes de belleza y atractivo. Tal como él nos hace ver el fenómeno, las fotos montadas en las redes son bonitas pero poco reales y a veces, nos perdemos otras no tan bellas pero más interesantes y sugerentes, pues la belleza suele estar también en lugares y cosas no tan llamativas pero si con capacidad de emocionarnos y producir satisfacción personal que es, en última instancia a lo que impulsa el arte, la belleza y la armonía.