Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría
Que quede claro: no estoy en contra de la consecución de la paz, más aún, es lo que más deseo que ocurra en Colombia y en todos los lugares del mundo, pero bien se sabe que esto es una utopía. Lo que sucede es que deben hacerse algunas precisiones en torno a este tema:
Primero: Lo que el gobierno ha acordado con la guerrilla es un armisticio con una serie de gabelas y favores para ésta, la guerrilla deja las armas y de hacerle tanto daño al país y el Estado les ofrece garantías desde todo punto de vista: cero cárcel por sus crímenes, protección a su integridad física, posibilidad de ubicarse donde ella quiera, posibilidades de que sus miembros sean elegidos en cargos de elección popular, entre otras. Gana la sociedad y gana esta última, pero gana más la guerrilla.
Segundo: Lo que se anunció la semana pasada en La Habana no significa, automáticamente, la terminación del conflicto, muy a pesar de hacerse saber que estaba concertado el cese bilateral y definitivo de las hostilidades, no debe olvidarse que la guerrilla todavía está armada y con presencia en los lugares donde siempre ha estado.
Tercero: Ya se sabe que quedaron sin respuesta una serie de interrogantes que tenían muchos sectores de la sociedad colombiana, como el relativo a la fortuna de las Farc, producto claro está de todos los crímenes cometidos, que hubiera sido muy útil y muy necesaria para resarcir a las víctimas.
Cuarto: Hay una serie de mentiras que cada día se refuerzan desde la mesa de negociaciones, pero sin duda más mencionadas por los integrantes de la guerrilla, como que el único enemigo de la paz es el paramilitarismo, que sin duda es y será un enemigo de la tranquilidad de los colombianos. No hay que olvidar experiencias de otros países que han hecho negociaciones y los que han dizque vuelto a la vida civil nunca lo han hecho porque siguen en la delincuencia, es lo que les gusta y saben hacer y con el pasado ya limpio, pues más fácil todavía. De tal manera que uno de los mayores peligros de la paz que ellos llaman, son ellos mismos.
Quinto: Me parece que no hay que olvidar, sin desconocer que el Estado se ha quedado corto en muchas de las tareas que tiene asignadas y que debe cumplir, que los principales responsables de todo el mal que han hecho son ellos, los guerrilleros, y que tampoco hay que salir a pedirles perdón porque la sociedad los hizo coger las armas, como lo insinuó el alcalde de Cali. No es para tanto, alcalde.
Sexto: No puede desconocerse que un factor importante, no el único, en la búsqueda de la paz, es la menor cantidad posible de grupos insurgentes y de delincuencia común, pues al estar las armas de éstos en manos de actores internacionales imparciales que garanticen su destrucción, se allana el camino para que una sociedad viva tranquila.
Séptimo: La verdadera, no total paz, se alcanza el día que haya más equilibrio, más equidad, más igualdad, más oportunidades, que los históricamente olvidados y que han estado por fuera del radar del Estado, lo estén en serio, el día que haya menos corrupción, que haya más acceso a los altos cargos del Estado por parte de las minorías y no siempre por los mismos. Y muchas otras condiciones.