Ruben Darío Barrientos

Por: Rubén Darío Barrientos G.
rdbarrientos@une.net.co

¿Por qué deciden las personas ser corruptas, en lugar de honradas? Esa sí es una hondura total. Buscarle raíces o respuesta a este interrogante, enloquecería a cualquier cuerdo. Lo cierto es que la corrupción está tan extendida en el mundo y es tan compleja desde lo público y lo privado, que ha socavado la misma estructura de la sociedad. Alguna vez, The Economist escribió que “la corrupción no es más que una forma de opresión”. En este orden de ideas, cambiemos la pregunta inicial: ¿Puede vencerse esta forma de opresión? Volvemos a un mayúsculo devaneo de sesos.

uando hablábamos 24 horas de la paz, cuando se aludían acuerdos de paz entre el gobierno de Santos y las Farc y cuando se puso esa palabra de moda en nuestro país, para bien o para mal, vinieron las voces legislativas para hablar de la Cátedra de la paz, como una iniciativa para generar “ambientes más pacíficos desde las aulas de Colombia”. Y se pergeñó que fuera de obligatorio cumplimiento en todas las instituciones educativas. Era imperativo que se incluyera en los planes de estudio, la materia de Cátedra de la paz.

Ahora, se dice que la Cátedra anticorrupción se dictará en colegios y universidades. Otra Cátedra más. Vuelve y juega. Es uno de los proyectos de ley que le han llevado al presidente Iván Duque Márquez, para que le dé el visto bueno. El senador liberal Lidio García, expresó que serán en suma tres proyectos de ley: a) Vigilancia de los recursos públicos, b) Licitación para absolutamente todos los contratos del Estado y c) La Cátedra de ética ciudadana y cuidado de los recursos públicos (Anticorrupción). Y fungió de odontólogo, pues afirmó que: “Con estas propuestas, estamos poniéndole verdaderos dientes a la lucha anticorrupción”.

Como ese es el tema de moda, hace pocos días el Fiscal General, Néstor Humberto Martínez, fue invitado a un foro y dijo que se necesitan tanto jueces anticorrupción como penas ejemplarizantes para los casos de corrupción. Fue en el marco del conversatorio “La corrupción en Colombia” de la Universidad Externado. Y rechinó: “Lo que necesitamos es tener jueces suficientes, por ejemplo, el caso de Interbolsa es muy diciente. Llevamos 33 meses en la audiencia preparatoria. Por supuesto que muchos van a terminar en la libertad en medio de este desgaste que tiene la justicia”.

Para que se vea que perdimos el norte de la capacidad de asombro, el día 7 de diciembre de 2017, el Presidente Juan Manuel Santos garantizó que en el 2018 habría jueces anticorrupción. Tras una reunión con el Comité Nacional de Moralización, Santos informó que su gobierno ha sobrepasado las metas de lucha contra la corrupción. Y agregó que él iba por delante de países como Chile y México. De no te lo puedo creer. Todo era pura retórica, por supuesto. Se acaba el año y ¿dónde están esos jueces?

La estructura ideológica y semántica, es reluciente. Hay definiciones de lo que es corrupción, anticorrupción y soborno. Transparencia Internacional, publica desde 1995 el índice de percepción de la corrupción en una escala de cero (percepción de muy corrupto) a cien (percepción de ausencia de corrupción). Y está el ranquin. Dinamarca y Nueva Zelanda, el 1 y 2 de los menos corruptos; Corea del Norte y Somalia, el 1 y 2 de los más corruptos y Colombia, puesto 90 con 37 puntos. Creo que es muy generosa la calificación intermedia que nos dan.

Pues sí, que la palabra anticorrupción es la de moda. Con futura Cátedra. Nos carcomen la desintegración de la ética, las coimas, el “ceveyé” en los contratos (como voy yo), la indignidad y la corruptela. Toda una metástasis. Hay normas de sobra, pero no se aplican. ¿Podrá ayudarnos una apacible Cátedra más?