Por: Jaime Jaramillo Panesso
Todo acuerdo político, igual que comercial, conlleva beneficio para las partes. Lo contrario es inequitativo, vicia el contenido, ya sea por mala fe, ya por la fuerza superior que aplica el beneficiado. El gobierno de Juan Manuel Santos entregó y sigue entregando aspectos sustantivos en la negociación con las Farc, sin recibir para el Estado colombiano, retribución significativa, porque lo que aparece importante en la argumentación santista, es igual o de mayor valor político para la guerrilla, por ejemplo: haber logrado que el secretariado y los más destacado comandantes de bloques estén concentrados en La Habana. Las Farc logran reunir, después de mucho tiempo, la cúpula de sus dirigentes, en un lugar seguro, sin cordones de seguridad y sin sembrar minas cazabobos a su alrededor. Además de constituirse en “conferencia o congreso” permanente, tienen la oportunidad de: chequeos y tratamientos médicos, vacacionar en los sitios turísticos de la isla, reunirse con sus familiares, con militantes que laboran en el exterior y manejan los fondos secretos y las inversiones en otros países, entrar en contacto con el mercado negro de armas, obtener experiencias y colaboración de expertos en negociaciones similares, estrechar lazos con partidos y organizaciones terroristas hermanas y planificar el futuro a mediano y largo plazo. Estas son las principales tareas de la agenda fariana, mientras el equipo negociador del gobierno, viene a preparar la siguiente ronda.
¿Cuáles son las otras concesiones de las Farc para llegar a un acuerdo de paz? El cese unilateral del fuego y el desminado. En el primero está latente el dolor de patria por la pérfida acción criminal en el Cauca con la muerte de once soldados. Y el desminado, un hecho puramente simbólico y de propaganda, porque si tuvieran intenciones ciertas de desminar, entregarían los mapas para que la Fuerza Pública lo hiciera, como hasta ahora lo viene haciendo. Lo que con su presencia se hace en algunos lugares es una prueba piloto, porque no hay ninguna certeza en la ubicación de miles de minas quiebrapatas sembradas en cincuenta años de enfrentamiento. Pero falta un punto: no reclutamiento de menores de 17 años. Como esto no es verificable, habrá que creerles a los mentirosos. Para ser coherentes, las Farc deben entregar los menores que tiene en sus filas, cálculo promedio que hacen los analistas, el 50% de la tropa actual, o sea, no menos de 4.000 menores. Eso es todo lo que han puesto en la mesa de diálogos en Cuba.
Santos, generoso desbocado y apretado por el tiempo, ha puesto su cartas en la mesa: todas las órdenes de captura suspendidas a quienes le solicite la comandancia guerrillera, invulnerabilidad de las zonas de reserva campesina empezando por el Catatumbo, eliminación de las aspersión aérea con glifosato en los cultivos cocaleros, mediación para que Simón Trinidad ( y por supuesto Sonia) sea liberado por los Estados Unidos para participar en La Habana, sostenimiento unilateral de todo el aparato de negociación a cuenta del Estado colombiano por dos años trascurridos y por tiempo indefinido.
Los triunfos indirectos de la guerrilla son más valiosos: obtuvo reconocimiento como fuerza política y beligerante con el subsecuente tratamiento en igualdad con nuestras fuerzas armadas y gobierno, de una guerrilla no vencedora a una fuerza insurgente con apoyo internacional. Hipotéticamente estaría bajo el DIH, pero su conducta continúa con actos de terror y crueldad. Los efectos marginales sobre los soldados y policías, es decir, la Fuerza Pública, son notorios y desalentadores, pues ni siquiera la inteligencia funciona.
La agenda de los seis puntos entró en la nevera, porque nada está acordado hasta que todo no esté acordado, lo cual significa que en la práctica no hay nada aprobado y menos vinculante. En cambio proponen una Asamblea Constituyente para modificar el Estado, la economía, la estructura social y política. Se autodenominan víctimas y no victimarios, en consecuencia son ellos a quienes debemos reparar e indemnizar. Sus actos violentos y criminales son “altruistas” porque tienen la intención de servir a la revolución y al pueblo. Por consiguiente solo pueden ser juzgados por rebelión con que pretenden justificar todas sus actividades: homicidios, secuestros, voladuras, narcotráfico, desapariciones, reclutamiento de menores, uso de armas prohibidas como los tatucos y minas antipersonas, etc. Del delito de rebelión, por su naturaleza política, no son sujetos de extradición. Es más: no entregarán las armas. Las conservarán hasta que el Estado no haya aplicado la totalidad del acuerdo en un plazo de diez años, como lo predica Sergio Jaramillo, Comisionado de Paz. Se deduce, entonces, que no habrá desmovilización, ni verdad, ni reparación a las víctimas. Tampoco aceptan un solo día de privación de la libertad y exigen participación en la política con medios de comunicación a su disposición y control, y todas las garantías electorales y personales. Para lograr estos privilegios y rechazar las obligaciones del Tratado de Roma y de la CPI que solo competerían al Estado, es su propuesta de Constituyente. Nada de referendo.
En esta encrucijada se encuentra el Presidente Santos, su gabinete ministerial y los partidos de la Desunidad Nacional. El proceso está enguaralado, atascado. Como dicen los campesinos cuando una vaca se hunde en un pantano: mientras más patalea, más se hunde. Y a ese paseo de incertidumbre, radicalización y polarización en La Habana es que invitan a la oposición, al Centro Democrático. La paz necesita de un amplio frente nacional y democrático. Pero quien llegó a ese callejón sin salida, tiene la responsabilidad de sacarlo a flote, renunciar o cambiar el método que tanta ventaja le han sacado las Farc y tan poquito le han dado a Santos. Por este camino más le vale el gobierno comprar casas o un hotel en La Habana, que pagar arriendos. Los delegados del gobierno envejecen rápidamente, mientras los guerrilleros frescos tienen a disposición toda una isla y su gobierno. Desde aquí alcanzamos a escuchar cuando canta Iván Márquez a Humberto de la Calle: “Parcerito no te acuestes a dormir, sin comerte un cucurucho de maní”.