Eugenio Prieto Soto

Del proyecto de Pacto Social para Antioquia hasta el Planea, pasando por otros importantes escenarios de encuentro deliberativos de alto contenido democrático que nos condujeron a construir rutas de futuro común, los antioqueños nos comprometimos a cristalizar como sociedad, nuestro sueño colectivo: “En el 2020 Antioquia será la mejor esquina de América, justa, pacífica, educada, pujante y en armonía con la naturaleza”. Quienes desde entonces hemos tenido el honor de gobernar el Departamento y su capital lo hemos hecho con el propósito de alcanzar el sueño colectivo de nuestra región a través de las inversiones públicas, la construcción de confianza legitima a través de procesos de participación y concertación con los actores privados y las organizaciones sociales y la cooperación con corresponsabilidad entre las diferentes instancias de gobierno. Si bien es cierto que el sueño todavía nos reta a trabajar duramente, la realidad demuestra que hemos avanzado en forma substancial en el proceso de construirlo.

 

El proyecto Autopistas de la Montaña representa claramente un paso adelante en la construcción del propósito común, pues así como realiza nuestra potencialidad como región geográfica que posibilita la conexión de Antioquia con Colombia y con el mundo, es a través de las doble calzadas Medellín-Urabá, Medellín-Caucasia, Medellín-Puerto Berrío y Medellín-Manizales que se completará un anillo vial suficiente para sustentar el comercio exterior regional e impulsar proyectos que a futuro habrán de llegar, como la culminación de la Carretera Panamericana. Con razón se ha considerado que estas vías son hoy el proyecto más importante de la región.

 

Para avanzar en este propósito común de tan grande importancia, el Concejo de la ciudad ha iniciado el proceso de estudio del proyecto de acuerdo que compromete vigencias futuras por 200 millones de dólares hasta el año 2019. Medellín ciudad con proyección regional e internacional, requiere impulsar su aprobación con miras a darle cuerpo a una iniciativa trascendental para la historia de Antioquia y el país.

 

Hasta ahora, hemos escuchado que en la Asamblea existe una vocería oficial partidaria de la obra pero que algunos diputados sigilosamente insistirán en oponerse a la inversión departamental por 300 millones de dólares hasta el año 2019 para sacar adelante una iniciativa cuyos beneficios cubrirán prácticamente a todo el Departamento, pero que sobre todo, podrán ser pilar que despierte el potencial de desarrollo de las subregiones, gracias a que será obra que rompa el aislamiento tradicional de buena parte de ellas.

 

Este propósito también cuenta con la buena voluntad del señor ministro de Transporte, doctor Andrés Uriel Gallego, y la disposición presupuestal de 500 millones de dólares, por parte de la Nación, además de la garantía de operación del proyecto por ISA, una de las empresas colombianas con mayor tradición en el desarrollo de obras de infraestructura.

 

Pero, si fuéramos razonables y consecuentes, con la urgente necesidad de actualizar definitivamente nuestra infraestructura, con más de un siglo de atraso, a las realidades de la globalización e internacionalización de la economía, frente a territorios con ventajas competitivas superiores, comprenderíamos que lo que se requiere, para ser más productivos y competitivos, es tomar una decisión como sociedad, de invertir en estos y otros megaproyectos para el desarrollo. Invertir no sólo recursos no reembolsables, me refiero a invertir como socios de las concesiones.

 

Medellín y Antioquia, cuentan con recursos propios, representados en la propiedad de diferentes empresas públicas departamentales y municipales, de las cuales, somos obstinados en conservar el 100% del capital, si socializáramos parte de la propiedad de estas empresas, sin perder el control, es decir, conservando una participación superior al 51% y permitiendo a nuestros ciudadanos invertir sus ahorros en acciones, haciéndose propietarios de un porcentaje de estas empresas, los recursos económicos que se obtendrían, se invertirían en la creación un fondo acelerador del desarrollo, que a través de una entidad tan respetada y querida en Antioquia y Colombia como el Idea, apalanque además el fondo con recursos del sector privado e invierta en concesiones como las Autopistas de la Montaña.

 

Este proyecto deberá tener en cuenta consideraciones ambientales que ofrezcan una adecuada conservación de la naturaleza e incluso pueda favorecer la recuperación de las zonas afectadas por la deforestación, el abuso en el manejo de las aguas o las crisis naturales que tanto nos han golpeado en los dos últimos años. Además, de programas sociales que extiendan el brazo del progreso a las regiones alejadas y empobrecidas, como palanca que apoye el ingreso de sus habitantes a condiciones de una modernidad digna en la que sus vidas puedan buscar los ideales de plenitud y calidad que nuestra Constitución consagra como derecho.

 

Nota. Con inmenso afecto y compromiso por el Alma Máter de los antioqueños, vaya mi abrazo solidario a la comunidad académica, duramente golpeada esta semana y el llamado a las autoridades para el pronto esclarecimiento de estos crímenes que atentan contra la vocación del proyecto científico, social y cultural más importante de Antioquia.