Margarita Restrepo

Los uribistas hemos tenido que navegar con la corriente en contra. En medio de una tremenda controversia y persecución logramos forjar al Centro Democrático, colectividad desde la que, organizadamente, lideramos la oposición al gobierno entreguista de Juan Manuel Santos.

En los años 30 del siglo pasado, cuando los Estados Unidos decretaron la guerra frontal contra las mafias que azotaban los estados del norte de la nación americana, establecieron la denominación de “enemigo público número uno” para referirse al jefe del crimen organizado Al Capone.

Nada que provenga de la JEP, tribunal ilegítimo creado para salvaguardar a las Farc y garantizar la impunidad de delitos de lesa humanidad, me genera confianza. Me es imposible olvidar que un grupo de 3 magistrados de esa jurisdicción fueron los encargados de facilitar la liberación y posterior fuga del narcoterrorista alias ‘Jesús Santrich’, capo que desde Venezuela se encargó de reestructurar a las llamadas disidencias de las Farc.

Los uribistas estamos acostumbrados a trabajar en medio de las adversidades, a no rendirnos ante ellas, a crecernos frente a los ataques y a no dejarnos amilanar cuando nuestros enemigos intentan mancillar a nuestro líder, el presidente Uribe.

Uno de los grandes asuntos pendientes de la política colombiana es el de introducir la reforma que obligue a que los partidos políticos presenten listas cerradas en todas las elecciones de corporaciones públicas.

La paz no se hace por decreto ni mucho menos haciendo uso de la fuerza, o a través de arbitrariedades como las que ocurrieron en Colombia con ocasión del acuerdo celebrando con la guerrilla terrorista de las Farc.

Escribo estas líneas con el alma hecha pedazos al ver el dolor que embarga a mi amigo, a mi compañero, a mi copartidario Gabriel Jaime Vallejo cuyo hermano fue brutalmente asesinado en Bogotá mientras cumplía con sus deberes como oficial de la Policía Nacional.

En estos momentos en los que la política ha sido invadida por la ruindad de los insultos, los improperios, las calumnias y los señalamientos soeces, Luis Alfredo Ramos ha permanecido incólume con su estilo franco, directo pero respetuoso. No es el primero y desafortunadamente no será el último uribista víctima del cartel de los falsos testigos.

Por: Margarita Restrepo Los problemas de Medellín no se solucionan con una “mano de pinturita”. La ciudad está despedazada. En menos de dos años de...

No quiero adentrarme en el debate respecto del tipo penal que debía serle imputado a Enrique Vives Caballero quien, en absoluto estado de embriaguez arrolló y mató a 6 personas, dos de ellas menores de edad. Si se trató de un homicidio culposo, porque así lo indican las normas vigentes, pues que sea por ese delito el que el imputado responsa y pague la sanción que le sea impuesta por la justicia que, espero, sea la más rigurosa posible.