Por: Jaime Jaramillo Panesso
Todos fuimos castristas, en esa época de finales de la década de los años cincuenta. El Movimiento 26 de julio, con una bandera roja y negra, con un himno pegajoso que trasmitía Radio Rebelde y un grupo de barbudos que decían luchar por la libertad de Cuba, la isla gobernada por un tirano, el general Batista, eran un encanto para el mundo, especialmente latinoamericano, donde muchos países estaban librándose de dictaduras o luchando contra ellas.
Estábamos ante unos guerrilleros insuflados de amor por la democracia. Se recogían aportes en dinero que los exiliados cubanos castristas hacían llegar en municiones y avituallamiento a la Sierra Maestra. Allí estaban los barbudos más valientes del mundo que había salido de las orillas mexicanas del mar Caribe en lanchas para desembarcar en Cuba e iniciar la tarea de liberación. Fidel Castro ya tenía sus galardones anteriores cuando de manera temeraria asaltó el Cuartel Moncada, perdió el operativo, fue encarcelado e hizo su defensa en un panfleto denominado “La historia me absolverá”, premonitorio de su ego mesiánico. Quedaría libre muy pronto para continuar su propósito y encontró sus pares: Camilo Cienfuegos, Almeida, Ernesto Guevara, su hermano Raúl y otros más. Con ellos la opinión pública del mundo, particularmente los demócratas, mas no los comunistas ni la izquierda proletaria que los calificaba de pequeños burgueses.
La revolución cubana llegó con la alborada del año 1959 y fue bien recibida. Consolidados en el poder, el Che Guevara implantó en Santa Clara la aplicación de los fusilamientos sin fórmula de juicio a los funcionarios, policías y soldados del régimen derrotado. Luego fue nombrado presidente del Banco Central de Cuba, él que había estudiado medicina.
Fidel Castro comenzó a dirigir el cambio de gobierno y puso de Presidente a Osvaldo Dorticós, quien sería la pantalla de la etapa de transición. Cuba era el mayor productor de azúcar, por lo tanto los ingenios y la zafra eran de los principales empresarios. El nuevo gobierno expropió las empresas agrícolas y los bienes raíces dedicados al turismo, muchos de ellos de capital de ciudadanos estadounidenses, sin indemnización. Los cubanos de clase alta y muchos de las clases medias iniciaron el exilio a Miami, en las costas de la Florida que está a 90 millas de Cuba. Desde entonces existen dos comunidades cubanas: una en el exilio anticastrista y otra en la isla. La revolución entonces cambió de nombre, pues el Movimiento 26 de Julio se convirtió en el Partido Comunista.
Los exiliados trataron de tumbar el régimen mediante una invasión por Bahía Cochinos donde fueron derrotados y capturados. Castro canjeó los presos por tractores. La zafra se convirtió en símbolo de victoria agrícola pues iban a culminar en una zafra de 10 millones de toneladas. Hoy no llegan a 800 mil. Fidel proclamó el marxismo-leninismo y se afilió a la internacional comunista de Moscú. Por lo tanto ya no fueron los pequeños burgueses, sino los camaradas que comenzaron a exportar la revolución, pues quedaba demostrado que la vía para la toma del poder era la vía armada. Patria o muerte, venceremos, su consigna.
En la loca ilusión de llevar la revolución a otros países o apoyar a guerrillas similares Cuba envió sus soldados a Angola que su regreso trajeron el Sida o VIH. Incendió con pequeños núcleos guerrilleros a varios países latinoamericanos y despidió al Che Guevara que en paranoia de ser el émulo de Bolívar en Bolivia, quiso montar varios Vietnam y murió en su aventura. A nosotros los colombianos no tocó el ELN, herencia que nos dejó Fidel. Con los años Fidel Castro le bajó volumen a sus eternos discursos en la Plaza de la Revolución. Salvador Allende lo invitó a Chile en plena efervescencia y con ello precipitó el golpe militar.
Tuvo la osadía de autorizar a la URSS la instalación de cohetes nucleares en la isla para defenderse de imperialismo, el mismo que representado por el Presidente Kennedy negoció directamente con Kruschev, Presidente de la URSS, la retirada de los cohetes, sin consultar con los cubanos.
Cuba, “ese lagarto verde con ojos de piedra y agua” como la describía Nicolás Guillén, sepulta al discutido personaje que fue Fidel Castro, dictador durante 50 años, dueño del único partido que existe en Cuba, donde el poder se trasmite de manera hereditaria, como en Corea del Norte. Se comenta que Raúl, cuyo retiro fue anunciado por él en 2018, tiene su sucesor en su hijo. La sangre aristocrática proletaria es un hecho novedoso en los círculos secretos de la diplomacia internacional. Sea lo que fuere y fuere lo que sea es que Cuba es un laboratorio para los Estados Unidos y una pieza exquisita para los inversionistas extranjeros. Mientras tanto el fantasma de Fidel tocará a las puertas del infierno donde le tienen preparada una piñata plebiscitaria organizada por Hugo Chávez, el Che Guevara, Manuel Marulanda Tiro Fijo y el Cura Manuel Pérez. A verlo vamos y a llevarle flores.