Por: Diego Calle Pérez.
Los ciclos culturales son parte fundamental de nuestra cultura. Se denomina círculo cultural a un grupo de culturas que poseen rasgos similares entre ellas, es decir, culturas cercanas unas de otras. Con la mezcla española y portuguesa,-en el continente americano-, desde la conquista se van creando círculos culturales producto de las migraciones europeas.
Con la navidad, las luces y el papá Noel, el pesebre, el espíritu de fin de año, entre borracheras, sancochos, parranda, música tropical, bachata y guasca, no se necesita ser experto en economía para sentir el comercio, en las calles, en el centro comercial, en el parque, en la iglesia, en el pueblo, en la ciudad que genera círculos culturales entre barrios y comunas.
Esto también es parte de nuestra cultura. Nuestros círculos culturales se gestionan desde el propio Ministerio de Cultura. Así como los pueblos invierten en sus fiestas patronales, (en las fiestas de las flores, en el carnaval de Barraquilla), así la ciudad debería también de invertir en estos ciclos que son vitales. Si no ¿por qué la gente habría de comprarte algo? Pensar que la gente de todas maneras compra, es desconocer muchos de los valores culturales que también promueven la venta. Los círculos culturales venden libros, cine, conciertos de música clásica y de música vallenata. Se crean festivales de cine y música, ferias de comida.
Los círculos culturales, se generan por las propias sinergias que la ciudadanía manifiesta en el cruce de conocimientos teóricos, conceptuales, prácticos, de los propios interesados en multiplicar, en desarrollar con integridad, utilizando todas las potencialidades de un país que por su propia dinámica de etnias, razas y dialectos nativos, ha contribuido a los círculos culturales que por más de 50 años se han estandarizado entre regiones y pueblos.
Los pueblos y las grandes ciudades son consumidoras de círculos culturales, que se repiten cada año con fechas y agendas que establecen como valor agregado a una alcaldía y gobernación, por eso no se pierde la costumbre de hacer fiestas patronales y fiestas religiosas, que el común de los ciudadanos esperan entusiasmados para gastar, cantar y tomar guaro.