Por: Jaime Jaramillo Panesso
Llega a Cuba el Presidente Obama, el país más poderoso del orbe, cuya distancia desde la Florida es de 90 millas entre ambos países. Cuba es una isla del mar Caribe. Estados Unidos es un “continente”, guardadas proporciones. Hace más de sesenta años, cuando Fidel Castro llegó triunfante con el Movimiento 26 de Julio y sus barbudos a La Habana, a los pocos meses de su victoria, en una de sus interminables “declaraciones” rompió con los Estados Unidos y se comprometió a combatir al imperialismo yanqui, hasta verlo derrotado en América Latina. Su enojo era consecuencia del apoyo a la frustrada invasión de los cubanos en el exilio por el sitio denominado Bahía Cochinos. Los invasores sufrieron una vergonzosa derrota y muchos de ellos fueron capturados. Por cierto que Fidel, ante la petición de los exilados en Miami, propuso intercambio de los capturados por tractores para la reforma agraria.
Cuba quedó por fuera del sistema interamericano de la OEA y los Estados Unidos, principal socio comercial de la isla, decretaron el embargo de bienes y la suspensión del comercio. Una larga historia de agresiones verbales, diplomáticas y tensiones militares han discurrido. La URSS, hoy Rusia Federal, instaló cohetes nucleares en Cuba y el mundo estuvo al borde de una guerra mundial. El símbolo de la revolución cubana fue el machete en el trabajo de la zafra azucarera que Fidel mostraba como el producto de la liberación campesina. Los visitantes ilustres de la izquierda mundial laboraban en algún cañaduzal como símbolo de solidaridad. Así los fotografiaron a Jean Paul Sartre, a Simone de Bauvoir, a cantantes, poetas y políticos invitados por el régimen castrista, mientras por otro lado alimentaban a las guerrillas latinoamericanas y enviaban contingentes a países africanos como Angola. Todo ello en gracia del “internacionalismo proletario” y para derrotar al imperialismo yanqui. Mucha agua, mucha sangre y mucha palabra almidonada han pasado por debajo del puente de la historia.
Sesenta y cinco años después, el gran jefe pluma rosada y Presidente del “imperio” que los Castro iban a enterrar, llega al país del son, del guaguancó, del bolero y de la génesis de la salsa. Obama atlético y de un tinte mestizo con predominio negro, con sonrisa de caballero andante y familia rozagante. Mientras Fidel Castro, casi embalsamado, recibe los cuidados que necesita su locura senil. Raúl, su hermano y heredero universal del legado, preside el gobierno y el partido único de un estado totalitario, donde solo votan los miembros del partido, sistema que denominan “democracia popular”.
¿Por qué Cuba se ha convertido en un sitio de convergencia dónde confluyen Barak Obama, el Papa Francisco, el Jefe Espiritual de la Iglesia Ortodoxa y la mesa de negociación entre las Farc y el gobierno de Santos? Por razones distintas e intereses diferentes. Lo que sí puede deducirse es que Cuba no tiene salvación con sus antiguos proveedores y amigos: Rusia cambió a un régimen bonapartista y capitalista, los demás países de la “cortina de hierro” dejaron de ser colonias rusas y de economía estatista y Venezuela se encuentra en un colapso irreversible, dando un claro ejemplo del fracaso del “socialismo del siglo XXI”, socialismo que no dedujeron de la experiencia cubana. Un socialismo para que dure cincuenta años en América Latina tiene que tener las “cualidades” dictatoriales de Fidel, y no las carencias teologales de Chávez Frías, mucho menos las de Maduro. En cuanto a las Farc y Santos, Cuba los acogerá porque son un alfil que le da puntos frente a Obama y a Francisco, el Papa peronista y heterodoxo en la diplomacia vaticana.
El desembarque de Obama tiene la marca misional de Francisco el Papa. Solo que la misión de Obama está cargada de advertencia paternal política, para un gobierno que se creyó ser Gulliver en el país de los enanos. A los Estados Unidos lo que le interesa es que Cuba no sea un trampolín de otras potencias, aunque su gobierno sea una dictadura. Esa postura le da a Obama una pintura de personaje “progresista” e izquierdoso que cala entre los votantes del Partido Demócrata, que se verán actuantes en las próximas elecciones. ¿Compensarán los votos que pierde Obama entre los exilados cubanos en Miami con los que gana entre la izquierda? ¿El castrismo podrá sobrevivir ante los efectos virales del capitalismo norteamericano? Raúl Castro aún no alcanza a saborear sus sueños de revisionista perfecto. Como el cuento de la zorra que no podía llegar con sus saltos hasta el racimo de uvas que colgaban en lo alto del parral. Entonces se dijo así misma: las uvas están verdes. Mientras tanto los actores en La Habana comen pasteles verdes. Menos Obama que está a dieta.