Edwin Franco

Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría

Existen cierto tipo de cosas que aparentemente son muy obvias y que por serlo no se hace necesario hablar de ellas, o cuando de ellas se habla se tienen por entendidas con suma facilidad.  Pero no siempre resulta así, a veces lo obvio no lo es tanto y se hace necesario volver a ello cuantas veces sea necesario.  Yo tengo la inquebrantable creencia que las cosas, todas, tienen siempre una razón de ser, y esa razón de ser no siempre está a la vista, o mejor, nunca está a la vista, y como ocurre generalmente con las cosas importantes (que son a las que me refiero) su razón de ser está oculta, detrás de la apariencia y hay que ahondar para poder encontrarlas y darnos cuenta lo maravillosas que son y que por ende son la razón de ser de nuestras vidas, a las que nos debemos.

A veces, parece mentira, no nos damos cuenta que estamos vivos, de lo que tenemos a nuestro lado, de las riquezas, sí, las riquezas que nos inundan, de la maravilloso que es la vida, del bienestar que ésta nos dispensa, y sobre todo, que podemos llegar a dónde queramos y alcanzar lo que nos proponemos.

No soy de aquellos que en absolutamente todo encuentra un motivo de alegría, que todo lo ve positivo, no puedo negar que hay momentos difíciles, que por diversas razones nos llega la tristeza, pero es precisamente a esa circunstancia no agradable a la que debemos sacarle partido.

Hay un gran número personas pesimistas, que no le ve el lado bueno a nada, inconformes, envidiosos, iracundos, resignados y cabrían muchos otros calificativos para agrupar a esa gran variedad de personalidades que hacen parte del género humano.

No con falta de razón se ha dicho que lo que mueve al mundo (a un gran porcentaje, debe aclararse) es el dinero y el sexo.  Yo agregaría una tercera categoría:   la vanidad.    Esta, sumada a los otros dos, hacen que muchos hombres y mujeres hagan cierto de tipo de cosas y dejen de hacer otras.

Hace pocos días leí en un matutino de amplia circulación nacional un artículo rotulado “Colombia, un país de plástico”, en el que se informaba que en el país se realizaron en el año 2014 357.000 cirugías plásticas (40 cada hora), en su gran mayoría el sexo fuerte, el femenino, fue quien se hizo el mayor número de estas cirugías.   Que quede claro:   no soy enemigo de cualquier circunstancia que redunde en beneficio de las personas y si ello contribuye a traerles felicidad, más me gusta, incluyendo este tipo de cirugías.  Hay casos en los que se aprovecha y de paso se hace un retoque estético porque se hace necesaria la realización de una cirugía por alguna dolencia que compromete seriamente la salud.   Pero hay otros en los que la superficial vanidad es la que orienta a quien se la realiza.   Las ganas de ser y de estar física y estéticamente mejor, que no interior y espiritualmente, es lo que lleva en muchas ocasiones a tomar decisiones completamente equivocadas por siempre, que en no pocas veces le cuesta la vida a muchas personas.   El paradigma de estar siempre bello.  Duele decirlo, pero lastimosamente es verdad, la competencia, especialmente entre mujeres, también es otra razón recurrente para acceder a este tipo de procedimientos.   Muchas mujeres ahorran dinero durante meses, cuando no durante años, se privan de verdaderos placeres de la vida, muchos de ellos no muy costosos, como viajar, comer bien, ir a un cine o a un teatro, para hacerse una cirugía plástica.

Tan grotesca es la cosa, que cirujanos plásticos con ética y guiados por el valor que tiene la vida humana, en ocasiones se niegan, aun con la tentación de una buena suma de dinero, a realizar las más exóticas cirugías para satisfacer esos egos extraños, que las más de las veces rayan con lo vulgar, con lo antiestético, con lo asimétrico, y claro, con poner en peligro la vida.

Poder ver; escoger estudiar lo que se quiera; ir a donde se quiera; ir a un cine o a un concierto; tener una familia, hijos, casarse o estar soltero; realizar viajes; comer sanamente y lo que a cada cual le gusta; hacer deporte (a quienes les gusta); tomar un poco de licor en algunas fechas especiales; dormir hasta tarde cuando se puede o acostarse temprano, también cuando se puede; tener una persona que nos ayude con el cuidado de los hijos o de la casa; tener un trabajo del cual derivar el sustento propio y de la familia y otras cosas más; leer; respirar; poder estar a solas; aliviar un dolor; tener gente que nos admira, respeta y/o quiere; ver un partido de fútbol; y en fin, tantas otras cosas que tenemos enfrente y que no nos damos cuenta que tenemos, que nos las tienen que recordar, que a veces toca mirar bastante para darnos cuenta que están ahí, que son a las que me refería al inicio de este artículo, que verdaderamente son las más importantes de nuestras vidas y que en momento alguno podemos perder de vista.

A disfrutar de todo lo que tenemos y a ahorrarnos dolores de cabeza.