Por: Luis Pérez Gutiérrez

Existe unanimidad entre respetables escritores, entre ellas María Jimena Duzan, que en la alcaldía de Sergio Fajardo hubo un pacto tácito con don Berna que permitió ponerle una máscara a la seguridad urbana de Medellín para hacer creer que se pasaba del miedo a la esperanza.

Como todo lo que no tiene buenas bases se cae, rápidamente la ciudad pasó de la esperanza al miedo al ser azotada por una cultura criminal de ilegalidad que ha esparcido un tufillo de terror en el espacio urbano.

En medio del silencio y del maquillaje, en la ciudad fueron creciendo redes de ilegales que convirtieron el delito en empresas. La ciudad se fue llenando secretamente de empresarios del delito. Los empresarios de las casas de vicio. Los empresarios de vacunas a buses. Los empresarios de vacunas al comercio. Los empresarios del mercado de drogas en universidades y colegios. Los empresarios de alquiler del espacio público. Los empresarios del control ilegal del espacio urbano. Los empresarios de la explotación sexual a menores. Los empresarios del patrullaje ilegal en barrios populares…

La ciudad está esclava de las redes empresariales del delito, que expanden con fuerza una siniestra cultura de ilegalidad. Habita en la ciudad una cultura urbana del mal, una cultura de la extorsión, una cultura de que todo se arregla con la ética del gatillo.

La Alcaldía actual pasa por una encrucijada de confusión y contradicción: Reconoce que heredó una cultura criminal de ilegalidad de su antecesor, pero al mismo tiempo se confunde porque le debe obediencia a  su mentor por los favores recibidos.

Esa encrucijada del gobernante envía mensajes débiles de autoridad a la ciudadanía. Ante la espantosa violencia, la alcaldía simplifica el problema en decir que todo se debe aun reacomodamiento de bandas.

Esa respuesta simplista ha dado más espacio a los criminales y ha permitido que la mancha negra de la cultura de la ilegalidad se expanda sobre el territorio urbano.

La siniestra Cultura de ilegalidad urbana que abraza a Medellín, es una peste social que puede arrasar con las virtudes urbanas y devolver  la ciudad a los tiempos de barbarie ya vividos. Veamos.

En Medellín hay homicidios pero también vacunas y extorsiones. Es público que transportadores pagan vacunas como también Comerciantes, Taxistas, vendedores ambulantes, travestis, residentes de barrios, todos, de acuerdo a sus capacidades.

En la ciudad hay homicidios pero también grupos ilegales que  decretan toque de queda en barrios populares en las narices de las autoridades. Ordenan cerrar el comercio, paralizan el transporte, paran el metro cable y mandan a dormir a los residentes. Los ilegales retan al Estado. (El MUNDO).

En Medellín hay  homicidios pero también combos y bandas ilegales que patrullan en los barrios. (El Mundo).

En la ciudad hay homicidios pero también territorios urbanos vedados para los ciudadanos. Hay ciudadanos que no pueden pasar de una esquina a otra.

Según El Espectador, en Medellín hay homicidios pero también 750 casas de vicio que producen $600.000 diarios cada una y han logrado un mercado de adictos de 100.000 consumidores. El Espectador dice que las casas de vicio y los consumidores parecen invisibles para las autoridades.

En Medellín hay homicidios pero también instituciones educativas con graves problemas de adicción, venta de droga y desorden público. 65 menores estudiantes han sido asesinados.

Y lo más escandaloso que exige un examen público a la Universidad de Antioquia y una obligada rendición de cuentas del Rector, es la aseveración en documento público del Secretario General de la Universidad, Carlos Vásquez Tamayo: “En esta Universidad hay uno de los expendios de drogas más grandes de esta ciudad” (Juan Paz)

En la ciudad hay homicidios pero también la alcaldía promueve la ilegalidad al tener 5.200 personas con una beca de  $400.000 mensuales. La misma alcaldía y voces respetables reconocen que gran parte de quienes reciben ese dinero público siguen delinquiendo.  

 

En Medellín hay homicidios pero también son incesantes los atracos callejeros. Lo reconoce el alcalde. “Los atracos atemorizan a los peatones” El Colombiano.

La falta de liderazgo y de gerencia contra la inseguridad ha creado una crisis de autoridad urbana profunda. La autoridad es una virtud de la democracia y no puede ser negociada, ni ocultada ni enmascarada.

La ciudad está ante una siniestra cultura de la ilegalidad que está llenando el espíritu ciudadano de desesperanza y terror.