Por: Margarita Restrepo
El debate que la semana pasada hicieron un grupo de congresistas en el que ejercieron como defensores políticos del narcotraficante Santrich es uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia reciente.
Bajo el argumento de que están defendiendo el proceso de paz, los protagonistas del bochornoso espectáculo utilizaron la majestad del Congreso de la República para justificar las actuaciones ilegales de un terrorista que fue grabado mientras negociaba el envío de un cargamento de cocaína hacia los Estados Unidos.
Alegan los congresistas al servicio de la causa de Santrich que él fue víctima de una celada, de un supuesto “entrampamiento”. ¿Acaso alguien puso la cocaína en las manos del cabecilla de las Farc? Pero, además, hay un detalle que quienes se han entronizado como los portavoces del extraditable habilidosamente tratan de ocultar.
Se trata del dibujo hecho por ‘Santrich’ que fue incautado y que tiene una sentida dedicatoria al capo de capos mexicano, Rafael Caro Quintero, una de las 10 personas más buscadas por la justicia norteamericana.
En dicho cuadro, ‘Santrich’ escribió de su puño y letra: “Para don Rafa Caro con aprecio y esperanza de paz”. Cerró el mensaje con su firma.
¿Eso también fue un entrampamiento? ¿Jesús no sabía quién es Caro Quintero? ¿No estaba enterado que desde los años 80 ese criminal es considerado como uno de los jefes de la mafia más peligrosos del planeta?
Más se demoraron los congresistas en hacer el vergonzoso debate que ‘Santrich’ en salir públicamente a expresarles su gratitud por “defender su inocencia”.
En cualquier otro lugar del mundo, esta situación habría generado un escándalo mayúsculo. Tres parlamentarios defendiendo y justificando a un traficante de drogas y el traficante apareciendo en un video con un fusil en sus manos agradeciendo el respaldo recibido es una escena vergonzosa que lesiona gravemente a nuestra democracia.
En el Congreso estamos quienes representamos a la ciudadanía. Nosotros tenemos el deber constitucional de defender al Estado de Derecho a través del ejercicio del control político, y no de debilitarlo por medio de la defensa de terroristas que son buscados por la justicia de otros países, como indudablemente sucede en el caso de ‘Santrich’.
Es doloroso que el Congreso sea utilizado para tratar de salvar el pellejo de un narcotraficante y no para, por ejemplo, exaltar a las víctimas de las Farc. ¡Qué bueno sería que los senadores que quieren hacer creer que ‘Santrich’ no es un narcotraficante, dedicaran un minuto de su ejercicio político exigiendo justicia contra los responsables del reclutamiento forzado de menores de edad!
Triste antecedente. Nuestro país ha perdido con el debate que les menciono. Es lamentable confirmar que en nuestro congreso hay personas que, con el cuento de que están a favor de la paz, ejercen como portavoces de la mafia.