Por: Diego Calle Pérez.
El primer año del coronavirus apenas está pasando y se está metiendo cada vez más en los planes de desarrollo municipal. Todos lo hablan en la calle, casi nadie visita el kiosco del pueblo, no hay tertulia en el billar, los pedidos, aumentan para el domicilio. Los avisos en facebook se leen más seguidos. Las noticias de las vacunas son la esperanza, que la cotidianidad vuelva a los tiempos de antes. La semana santa será sin procesiones.
Los pueblos no quieren cerrar sus calles, los turistas no llegan por el temor del contagio, los hoteles y restaurantes tienen una mínima ocupación y muchos ni siquiera están en el punto de equilibrio, para pagar nómina y servicios públicos. Las ventas de lotes aumentan y muchos están parcelando sus tierras. La gente quiere emigrar de la ciudad, por el temor del contagio. El silencio de muchos epidemiólogos y especialistas da motivos para pensar que se avecina, unos años no deseables.
Las universidades tienen laboratorios repletos de estudios sociales y no se atreven a develar las realidades para no chocar con las estadísticas del DANE. La economía local, de muchos municipios categoría sexta, está preocupante, no se tiene ni la fiesta para la colonia, no se hace una cabalgata y la ruta ecológica no puede tener exceso de participantes. En algunos pueblos, ese control no cuenta y tampoco se muestra. El tapabocas en algunos barrios es cosa del pasado. La realidad es la sumatoria de los secretos que se guardan en el hospital del pueblo.
Las caravanas llegando a los pueblos es cosa del pasado. No están llegando al parque principal, llegan a la finca con piscina y licor para tres días de farra. La ley, es cosa de una multa, en muchos casos no hay ni talonario para el comparendo. Todo se puede transar y hasta invitan concejales y llega el alcalde con los amigos secretarios. Pareciera la amenaza sigue latente, el toque de queda, es cosa de horarios, el número de cédula tiene un control flexible en algunos sitios de venta. El granero de la esquina es el desvare. Allí todo se consigue. La cerveza sabe mejor en la tertulia de la esquina. Algunos tienen presente la vacuna. No saben qué día les toca el turno. Los meses siguen su curso. Un sacerdote exclama: “¡Otra semana santa, del cuatrienio no deseable!”