Por: Diego Calle Pérez.
No hay encuestas, no hay quién pague, para saber qué participación tienen los colombianos en temas culturales. Puede encontrarse segmentos de un 15% y hasta un 26% de asistencia a eventos culturales, pese a que la gran mayoría son gratuitos. Es difícil crear hábitos de consumo de cultura, desde las Instituciones educativas no se forma público y no se contribuye con jornadas culturales donde los participantes sean los mismos estudiantes mostrando como en feria sus tendencias, modas y gestión cultural.
No necesariamente la cultura habita en los museos, galerías, pinacotecas, salas de exhibición, de cine, teatro o música a la que acceden el público llamado “selecto”. El celular afecta la cultura, estamos en sociedades altamente mediatizadas y los televisores superan el número de familias nucleares, su mayoría son disfuncionales y los fenómenos de producción de conocimiento se transmiten masivamente por las redes sociales y por direcciones de portales que en algunos casos, especializados.
Hoy la cultura no está presente en la televisión, en la radio y en la prensa digital, en suplementos dominicales, ni su contenido programático, ni en los planes de desarrollo municipales y departamentales.
La ausencia del Ministerio de Cultura, ha sido paradójica, aunque se haya tenido por 8 años la misma ministra. La cultura ha sido relegada a un lugar marginal y se sigue llamando la Cenicienta. Peor aún, desde creado el Ministerio de Cultura en vez de aumentar el presupuesto anual, cada año se recorta y el Consejo de Cultura no organiza, ni participa en los premios nacionales de literatura, música y artes, reconocimientos que se otorgan a nuestros creadores y que más se dan a conocer por el Ministerio de Educación. Contradicciones culturales como escribió Germán Colmenares.
Hoy, cuando la televisión digital abre un grande espectro por llenarse en nuestro país y se quiere acabar con los presupuestos de los canales regionales, aparecen nuevos discursos, aprovechan para dar a la cultura un espacio protagónico en la sociedad que muchas veces no reconoce su propia idiosincrasia como la serie dedicada a la pintora Débora Arango del canal regional Teleantioquia.
Ante el panorama, una pregunta: ¿con que profundidad comprendemos la acción del arte y la cultura en el desarrollo cívico y personal de los Antioqueños? ¿Qué papel en realidad desempeñan las casas de cultura de los miles de pueblos de nuestra quebrada geografía nacional?
A todo lo anterior, solo resta responder si sólo le otorgamos un papel decorativo y vestimos de gala la ciudad o el pueblo mientras las fiestas tradicionales que se desarrollan, sin fijarnos en las religiosas que son de fe y devoción. Basta observar el fenómeno de lo que ha sido el programa Batuta, pudiendo con ello formar y educar en la música. Logrando oportunidades de transformación social eficaces en la vida de jóvenes de sectores vulnerables, y otro aspecto, el valor económico que produce el turismo cultural en la vida urbana y en la generación de empleo.
Colombia le debe apostar a 4 años de compromiso real y no de papel, colocando la cultura en el centro de la sociedad de oportunidades si queremos lograrlo de manera integral. Implica entender que la cultura es una herramienta de desarrollo social que ayuda a mejorar la situación económica de los pueblos. Ha llegado la hora de menos papel y carreta.