Por: Margarita María Restrepo
Resulta cuando menos insólita, por no decir afrentosa la autorización que el Presidente Santos le dio a los máximos líderes del terrorismo, Timochenko y Gabino, para que pudieran reunirse con placidez y tranquilidad y seguramente al calor de unos buenos rones, en la isla de los hermanos Castro.
Los colombianos no terminábamos de asimilar la bárbara noticia del soldado que fue víctima de una mina antipersona y su pierna fue exhibida como trofeo de guerra por los terroristas del Eln, cuando fuimos notificados del premio que el Presidente le dio al comandante de esa banda criminal para desplazarse a Cuba con el fin de sostener una cumbre con su “colega” de las Farc. Colombia se compadecía del soldado Ávila, y Santos, indolente como es, firmaba el permiso para que Gabino pudiera viajar cómodamente hasta La Habana.
Cuesta comprender al Presidente de Colombia. Queda claro que no se conduele por el sufrimiento de los soldados y policías de la patria de quienes él, valga recordarlo, es su comandante supremo. En vez de tomar partido por sus hombres, prefiere hacer hasta lo inentendible para agradar a los que aterrorizan a la sociedad. Alguno de los asesores de imagen a los que les paga ríos de dinero debería decirle a Santos que aunque no lo sienta, por lo menos debería fingir un poco de compasión y lucir un mínimo de solidaridad con los miembros de la Fuerza Pública que día a día son víctimas de la barbarie de los terroristas.
Lo peor es que sus lisonjas con el terrorismo son inanes. Esos criminales no reciben la generosidad del Presidente como un gesto de paz sino como una manifestación de debilidad que claramente capitalizan a su favor.
El terrorismo tiene como norma general de comportamiento el aprovechar la generosidad de su enemigo como herramienta para fortalecer sus estrategias y estructuras criminales. ¿O es que el Presidente Santos está en capacidad de confirmarle a Colombia que el permiso que le concedió a Gabino para ir a La Habana es una garantía de que nunca más en la historia los miembros del Eln van a repetir un acto de barbarie como el que perpetraron contra el soldado Ávila? Espero con ansiedad una respuesta a tan sencillo interrogante.
Ahora bien, sería muy importante que el Gobierno le revele al país cuál fue el alcance de la reunión entre los jefes del Eln y las Farc. ¿Salió de allí un compromiso serio y verificable de que las organizaciones terroristas dejarán de azotar al pueblo colombiano? ¿Las guerrillas terroristas pactaron que en adelante no volverán a traficar con drogas ilícitas? ¿Se acordó en esa cumbre del terror el cese del reclutamiento de menores y la desincorporación inmediata de la totalidad de niñas y niños que tienen en su poder?
Mucho me temo que nada de ello sucederá. Claramente se trató de una reunión para pactar nuevas estrategias de violencia. Ahora que las Farc dicen estar en cese de hostilidades, la posta quedó en manos del Eln. Así de sencillo. La reunión de Gabino y Timochenko fue, para decirlo en términos empresariales o ejecutivos, un empalme terrorista.
El Presidente no puede seguir pignorando el futuro de nuestro país, no puede continuar en su terca obsesión de darle todo a los terroristas a cambio de nada. Flaco servicio le está prestando al país el doctor Juan Manuel Santos, quien no quiere o no puede entender que sus interlocutores están valiéndose de los espacios que está concediéndoles para recrudecer su ofensiva criminal.
Los colombianos no queremos que los cabecillas del terrorismo sigan reuniéndose al amparo de la satrapía cubana con plena autorización del Gobierno. Lo que anhelamos es un presidente que cumpla con su deber constitucional de garantizar la seguridad, vida, honra y la integridad de todos los ciudadanos.