Por: Jaime Jaramillo Panesso
En tiempos de faraones egipcios, las langostas eran una plaga que arrasaba con las cosechas. Los faraones ya no existen, pero las plagas siguen azotando algunas partes de la tierra, como la nuestra, donde la plaga es la violencia. Las desgracias que vive Colombia no se deben todas a la naturaleza, como el fenómeno de la sequía, sino a la conducta maligna de sus altos gobernantes y sus altos opositores armados. Los periodistas y algunos analistas creen que la polarización es entre santistas y uribistas. La polarización real es entre gobierno y las guerrillas FARC-ELN. Como el gobierno no ataca a la guerrilla, sino al uribismo, y el uribismo solo puede usar la palabra para combatir a los violentos y a los claudicantes, en el escenario de la democracia se polarizan los contendientes visibles. En la trastienda de vidrios oscuros, es donde se cuece el destino de la nación, son los dos polos que se atraen o repelen, según las peticiones y concesiones de ambas partes, a la cuales posiblemente, se someterá el ELN, si le da permiso el Ángel de la Guarda que gobierna en Venezuela.
Como las Farc se encuentran en cese del fuego y el gobierno también, el ELN toma la iniciativa de multiplicar sus hostilidades militares al amparo de la conmemoración de los 50 años de la muerte de Camilo Torres Restrepo, un desconocido para las nuevas generaciones. El homenaje se desarrolló con dos líneas contradictorias: una era la peregrinación al lugar donde murió Camilo, Patio Cemento, una vereda del Municipio San Vicente de Chucurí, organizada por el aparato logístico del ELN. Cubrieron este acto con el manto religioso, queriendo dibujar un Camilo Torres héroe y mártir de la revolución. El ELN quiere resucitarlo para mostrar un icono de veneración nacional. Pasaron 50 años en darse cuenta de su olvido. El paso de Camilo por la tierra fue fugaz y con pocos méritos académicos y militares. De su escasa producción intelectual se conoce un trabajo presentado al Primer Congreso de Sociología en 1963 “La violencia y los cambios socio-culturales en las áreas rurales colombianas”, una investigación de plantilla estudiantil. En lo militar, si bien murió tratando de apoderarse de un fusil, es al ELN a quien debe culparse de su muerte por no darle a Camilo el papel que le correspondía, en vez de obligarlo a combatir cual guerrillero raso. Ahora el ELN quiere convertirlo en un mito para posar de cristianos liberadores, cuando ni siquiera fueron capaces de rescatar su cadáver. No les mereció durante 50 años bautizar una obra física o una estructura guerrillera con su nombre, tampoco reclamaron sus restos. Contrario a esa celebración pseudoreligiosa, el ELN decretó un paro armado contra el pueblo desarmado: incendió buses de servicio público, dinamitó torres de transmisión de energía y asesinó tres policías. No dio batallas contra el ejército constitucional porque no tienen la fuerza ni la capacidad de fuego que demuestren su utópica toma del poder mediante las armas. Si esas son las ofrendas rituales para revivir la imagen de Camilo, este tendrá que hacerles un milagro especial al Cose, ya que sus operaciones terroristas afectan a la población civil, al pueblo mismo, por el cual dicen luchar y representar. La voladura de oleoductos, tan cercana al corazón del ELN, la chispa revolucionaria que con similar enjundia dinamitera causó la muerte de cien personas en Machuca, comunidad campesina cerca del municipio de Segovia, es otra de las ofrendas a Camilo y un crimen contra el medio ambiente.
Con esta organización guerrillera, la que coloca a Camilo en los altares del “cambio social”, de la “justicia social”, se está reuniendo el gobierno en pos de una negociación parecida a la que opera en La Habana. ¿Se repetirá el mismo camino, la misma metodología y las mismas capitulaciones?