Por: Rodrigo Pareja
Hasta ahora se sabía, con bastante certeza, que la nostalgia del poder perdido era algo que afectaba seriamente a algunos ex presidentes, incapaces de reconocer que su cuarto de hora ya pasó y que quienes gobiernan en sus países son otros.
Grave síndrome que llega a extremos tales como tirar en paro las dignidades alcanzadas, a riesgo de someterse a maltratos, manoseos e insultos, con tal de no resignarse a vivir sin esa aureola de super héroes que tanto se esmeraron en alcanzar.
De lo que no se tenía noticia es que esa perniciosa enfermedad también alcanzaba bastante tarde a otros personajes que en tiempos pasados fueron importantes en distintas actividades, las militares, por ejemplo, patético caso del general (r) Harold Bedoya Pizarro.
Lo más grave en su caso, sin embargo, es que esa melancolía, además de tardía, le llega acompañada de descabelladas ideas que lo hacen aparecer más como un delirante e incendiario, que un individuo acongojado por no disponer ahora del poder que algún día detentó.
Que le guste o no la negociación que adelanta el gobierno en La Habana con las Farc es asunto de su fuero interno y su libre albedrío, algo que nadie le puede desconocer y a lo que tiene pleno derecho, lo que no sucede en cambio – por tratarse de quien es — con sus delirantes teorías y el vocabulario que a veces emplea para hacerlas conocer.
Si no creen, lean lo que sigue, transcripción textual de un reportaje radial que concedió la semana antepasada refiriéndose al secuestro del general Rubén Darío Alzate, en su concepto una maniobra: “… todo se está manejando muy bien desde Cuba, ellos saben para donde van. Esa agenda nos la están aplicando desde hace mucho rato y la van a seguir aplicando los hermanos Castro, los hermanos Santos, Timochenko y compañía limitada; todos estos criminales nos están aplicando día a día una agenda; esa agenda tiene el fondo grande es desmoralizar a un ejército”.
Ahí no tuvo reparo alguno en tildar de “criminal” al Presidente de la República, a quien también definió como “el señor del Palacio de Nariño que todos lo llamamos don Juanpa, o Santiago o Judas”.
Linda manera de expresarse la este ex oficial, quien al frente del micrófono y bajo el pérfido acicate del novel periodista Fernando Londoño, también se despachó con lo que sigue:
“No podemos los colombianos ser inferiores al momento histórico que nos ha tocado vivir; quienes estuvimos en el ejército muchísimos años, quienes sabemos lo que nos va pierna arriba cuando los narcotraficantes se unen con la clase política corrupta que fue la que le entregó el poder a Samper y a todos estos sinvergüenzas que están en el Palacio de Nariño; si no nos amarramos los calzones vamos a terminar siendo los esclavos del mundo, y los parias y los cobardes más cobardes que han existido sobre la tierra”.
“Sinverguenza”, otra exquisita forma de calificar a quien encarna la majestad de la nación, por parte de alguien que a estas alturas de su vida todavía cree que está rugiendo órdenes en los cuarteles ante unos temblorosos y recién incorporados reclutas.
Tétrica la posición asumida y gritada a los cuatro vientos por este exponente de la más rancia ultra derecha, convertido ahora en peligroso incendiario, todo porque quien gobierna al país – muy a pesar suyo — busca la paz que pondrá fin a una confrontación irracional de más de cincuenta años.
Para terminar su antológica entrevista, se vino con esto “Estamos siendo gobernados por políticos apátridas y traidores y Judas. Ojalá esta patria se pellizque ya. Usted doctor Londoño que es un adalid y millones de colombianos que estamos dando la batalla, nos tenemos que unir para que derroquemos y derrotemos a estos sinvergüenzas que nos están destruyendo”.
Será que ahora vestido de Everfit quiere hacer con Santos lo que no fue capaz de hacer con Samper?